El Seprona halló en el CREA 11 águilas muertas dentro de un congelador
Varios detenidos trabajaban en el centro de recuperación de Sevilla
La Unidad Central Operativa Medioambiental (Ucoma) del Seprona se puso manos a la obra. Desplegó sus tentáculos y, con el paso de los días, logró acreditar la práctica de actividades expoliatorias en nidos de Ciudad Real, con conexiones en Sevilla, Málaga, Córdoba, Jaén, Murcia, Bizkaia, Pontevedra y Asturias. "En enero no es época de cría y no había riesgo de que se produjeran robos, por lo que podíamos actuar con cierta tranquilidad. Las investigaciones fueron avalando poco a poco las sospechas", explica el capitán José Manuel Vivas Prada.
Los guardias civiles pincharon el teléfono del cetrero de Miguelturra. Así lograron saber con quién se relacionaba (personas aficionadas a la práctica de la cetrería o a coleccionar rapaces en sus domicilios). Las escuchas sobre una veintena de teléfonos dejó al descubierto la existencia de una trama cuyos integrantes tenían diferentes grados de implicación: unos se dedicaban al saqueo de nidos de diferentes especies protegidas, otros elaboraban documentos para legalizar ejemplares mediante otros documentos correspondientes en realidad a aves fallecidas, y un policía local suministraba anillas identificadoras alteradas o falseadas.Las pesquisas revelaron que al menos ocho personas expoliaban nidos de rapaces: en unos casos se apoderaban de polluelos, y en otros, de huevos que posteriormente sacaban adelante mediante incubadoras. Pero la sorpresa de los agentes fue mayúscula cuando descubrieron que uno de los integrantes de esta red estaba en contacto con el Centro de Recuperación de Especies Amenazadas de Sevilla (CREA). Este centro, financiado por la Junta de Andalucía, estaba considerado como un auténtico referente por su programa de recuperación del águila imperial.
Poco a poco, el entramado fue quedando al descubierto. Estaban el suministrador de anillas troqueladas (el policía de Murcia), que, previo pago, servía a quien se lo requiriese; los cazadores aficionados a la cetrería; los halconeros que trabajan en aeropuertos para ahuyentar a los pájaros que suponen un peligro para los aviones, y hasta un alemán, residente en Málaga, que compra aves de este tipo en el norte de Europa y se dedica a venderlas en España y otros países...
El capitán Vivas explica cómo suelen funcionar estas organizaciones de tráfico ilícito de aves protegidas: "Si un aficionado tiene un halcón peregrino y se le muere, quizá no está dispuesto a gastarse los 3.000 euros que le cuesta comprar otro. ¿Qué hace entonces? Entra en contacto con alguien de la trama y le encarga un polluelo de halcón peregrino. Después retira la anilla de la pata del animal muerto y se la coloca al vivo. O bien encarga una nueva anilla con el mismo número que tenía el muerto. Así, el nuevo ejemplar queda blanqueado y legalizado ante las autoridades".
¿Y quién puede expoliar los nidos? Pues personas que conocen su ubicación y conocen las costumbres de estas aves. Gente que sabe, por ejemplo, que estas rapaces suelen poner dos huevos, pero que habitualmente solo sale adelante la cría que eclosiona antes, mientras que la otra va debilitándose paulatinamente y al poco acaba por fallecer. Un celador dedicado al cuidado de la fauna está facultado para apoderarse del polluelo menos fuerte a fin de intentar sacarlo adelante en un centro de recuperación. Sin embargo, un desaprensivo puede hacer lo mismo, pero en su propio beneficio.
El Centro de Recuperación de Especies Amenazadas de Sevilla, abierto en 2002, tenía entre sus misiones precisamente impedir el cainismo entre las rapaces, es decir, evitar que el polluelo más fuerte acabe por imponerse y lleve hasta la muerte a su hermano más frágil. Por eso, la sorpresa de los guardias civiles fue mayúscula al descubrir que uno de los 13 presuntos delincuentes de la red se relacionaba con un técnico del CREA andaluz.
El CREA tiene potestad y autorización para recoger polluelos de águila imperial en toda Andalucía, si bien cada extracción que se haga en un nido debe realizarse de forma justificada ante la Junta de Andalucía. La Guardia Civil tiene la sospecha fundada de que, valiéndose de esa facultad, los directivos del centro de recuperación pudieron haber incurrido en irregularidades tales como falsedad en documento público y malversación de caudales públicos.
"Los del CREA aseguraban que sacaban adelante a todos los polluelos, pero creemos que eso era mentira", afirma el capitán Vivas. Además, la calidad científica de ese organismo ha quedado en entredicho tras descubrirse que en las instalaciones de ese organismo había una cría de águila real (no de águila imperial). ¿Qué hacía un águila real de un año de vida en un lugar dedicado a la conservación del águila imperial? ¿Cómo es posible que el CREA de Sevilla, que conocía a la perfección dónde están todos los nidos de águila imperial de Andalucía, tuviera este ejemplar equivocado?
Según la Guardia Civil, los directivos del CREA supuestamente falseaban los datos, de forma que presentaban ante las autoridades unos éxitos que no eran tales. De esa forma justificaban parte de la subvención de un millón de euros que anualmente percibían por su aparentemente brillante programa de recuperación del águila imperial. Los investigadores tienen claro que los implicados, entre ellos el director de ese organismo, cometieron las presuntas irregularidades a título individual.
Los agentes del Seprona encontraron en las instalaciones del centro 11 ejemplares muertos dentro de un congelador. Todo apunta a que los tenían allí guardados para justificar así, ante una posible inspección de la Junta de Andalucía, los datos sobre la reproducción de las águilas o la evolución de las crías. Si moría un ejemplar en cautividad, se ocultaba este hecho a las autoridades y se suplantaba esa ave por otra. Pero, evidentemente, no se podía justificar el cambiazo hasta que la nueva no alcanzaba la misma edad que la fallecida. También pudo suceder que alguna de esas rapaces congeladas hubiera perecido al ser liberada para ser reintroducida en su hábitat natural, lo que supone un claro fracaso del programa subvencionado por el Gobierno andaluz.
La Operación Horus se saldó con la incautación de 101 rapaces vivas de las más variadas especies: águilas Harris, halcones canarios, halcones peregrinos, cernícalos, cernícalos americanos, azores, gavilanes bicolores, gavilanes europeos, híbridos de esmerejón y peregrino, búhos, búhos stryx, autillos, mochuelos boreales, gerifaltes, híbridos de gerifaltes con sacre y otros especímenes.
La actuación policial revela una vez más el peligro que se cierne sobre las aves rapaces, que se han convertido en un cotizado objeto de colección. La Operación Horus es un eslabón más de la cadena criminal descubierta en 2009 por la Guardia Civil en la Operación Rapiña. En esa ocasión fueron arrestadas nueve personas en Málaga, Salamanca, Madrid, León y Zaragoza que se dedicaban a traficar con aves protegidas. Los agentes se incautaron entonces de 53 halcones, 2 águilas perdiceras, 7 águilas americanas, 4 azores, 2 lechuzas y 2 búhos reales. Algunos de los implicados estaban a punto de perpetrar un expolio de nidos de águila imperial ibérica, un animal alado que ocupa el número uno en el escalafón de la codicia de algunos depredadores humanos. No es extraño que este tipo de aves ostente el terrible título de ser hoy la rapaz más amenazada de Europa.
'María' ya vuela
María Airam realiza sus primeros vuelos y, tras casi cuatro meses de vida, evoluciona satisfactoriamente, incluso consideran lógica y asumible la viruela que afecta a zonas de su cuerpo sin plumaje. Este es el parte más reciente del estado del primer pollo de águila imperial ibérica que nació en cautividad el pasado mayo a partir de ejemplares irrecuperables. Es la primera vez que ocurre esto en España, que es como decir en el mundo, porque la especie solo tiene como lugar de cría la península Ibérica. Como contrapunto positivo a las irregularidades detectadas en el CREA de Andalucía, el equipo que dirige el veterinario Juan Manuel Blanco en el Centro de Estudios de Rapaces Ibéricas (CERI), situado en Sevilleja de la Jara (Toledo), ha conseguido un éxito sin precedentes que mejorará la supervivencia de la especie.
La satisfacción actual deja atrás 17 años de trabajo duro, de incomprensiones, pero Blanco prefiere mirar al futuro: "Lo importante es que si todo sigue su evolución, María se convertirá en la madre del primer ejemplar que se suelte en libertad, y con ello daremos un salto cualitativo, no solo porque se ampliará la población silvestre con ejemplares nacidos en cautividad, sino porque se mejorará la variabilidad genética de la especie, que actualmente es muy reducida".
María Airam, primer pollo de águila imperial ibérica, que nació el pasado 7 de mayo en Sevilleja de la Jara ( Toledo), tras 42 días de incubación. Es la primera cría nacida en cautividad en el mundo
En el CERI, aparte de otras especies, hay 26 águilas imperiales (17 hembras y 9 machos). Todas entraron heridas, la mayoría por electrocución con tendidos o postes eléctricos. "Lo que nos diferencia de otros centros es que no tenemos ni pollos ni huevos extraídos de la naturaleza", puntualiza Blanco. Con el semen de uno de esos ejemplares electrocutados e irrecuperables se procedió a la inseminación artificial que hizo viable el nacimiento de María. La fecundación tiene detrás un amplio trabajo con técnicas de recolección de semen y conservación in vitro específicas para la especie.
Cada año entran en el CERI unas cuatro imperiales, de las que la mitad suelen recuperarse y soltarse en ambientes de una comunidad autónoma, la de Castilla-La Mancha, que es la que mayor número de parejas aporta al censo estatal. Según los últimos datos del Ministerio de Medio Ambiente, en 2010 se censaron 282 parejas en la península Ibérica, 279 en España y 3 en Portugal. Castilla-La Mancha cuenta con 93 parejas; Andalucía, con 61; Extremadura, con 46; Castilla y León, con 43, y Madrid, con 35.
Desde que se hace un seguimiento más exhaustivo de la especie y se ha mejorado la protección y conservación de la misma, el número de parejas ha subido de manera vertiginosa. Los primeros censos de los años setenta del pasado siglo contaban 50 parejas escasas, y en 1994 ya alcanzaban las 146. Sin embargo, la población es aún insuficiente para descabalgarla de su estatus de especie en peligro de extinción. Actualmente es la rapaz más amenazada de Europa.
Desde otro ámbito distinto al científico del CERI, la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) también trabaja en un proyecto que pretende mejorar el hábitat de la rapaz y la percepción social que se tiene de ella. Su programa de custodia del territorio Alzando el vuelo, que cuenta con el apoyo de ADIF, la Fundación Biodiversidad y la Obra Social Caja Madrid, ha conseguido involucrar a 110 municipios, a 84 centros de educación Primaria y Secundaria y a cerca de 20 propietarios de lugares y fincas donde sobrevuela y cría el águila imperial ibérica.
Autor:
JAVIER RICO (Terra - El País)
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