Doñana está
de celebración. Este 2013 se cumple medio siglo del inicio de la protección de
este espacio natural, que hoy cuenta con 108.000 hectáreas de superficie y con
la distinción de la Unesco como Patrimonio Mundial Natural.
“El germen”
—como lo denomina Juan José Negro, director de la Estación Biológica de Doñana—
fue la parcela de más de 6.700 hectáreas del coto que WWF y el Estado compraron
por 33 millones de las antiguas pesetas a varios propietarios. El biólogo vallisoletano José Antonio Valverde cerró
el acuerdo en Jerez el 30 de diciembre de 1963. Así nació “la primera reserva
biológica integral constituida en España”, como recordaba Valverde, fallecido
en 2003, en sus memorias (La aventura de Doñana: cómo crear una reserva).
Aquellos
terrenos —cedidos luego al CSIC, lo que supuso la creación de la Estación Biológica
en 1964— fueron el embrión del Parque Nacional. La dictadura, tras un buen
número de presiones internas e internacionales, accedió en 1969 a proteger bajo
esta figura 34.635 hectáreas.
Doñana nació
como reacción defensiva de un grupo de científicos y conservacionistas contra
una triple amenaza: la expansión del arrozal, las plantaciones masivas de
eucaliptos con fines madereros y las urbanizaciones proyectadas para
incrementar el turismo en una zona bautizada por el franquismo como Costa de la
Luz. “Se frenaron los proyectos que amenazaban Doñana”, recuerda Juan José
Carmona responsable de la oficina de WWF en este espacio protegido.
El parque fue declarado Patrimonio
Mundial Natrual en 1994
“Si no
hubiese sido por los científicos, Doñana no existiría”, añade Francisco García
Novo, catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla y autor de varias
investigaciones y libros sobre este emblemático espacio.
Valverde
—primer director de la Estación Biológica de Doñana— estuvo acompañado en
aquella aventura por científicos y conservacionistas, como Luc Hoffman, Max
Nicholson o Francisco Bernis. También se sumó alguno de los propietarios del
coto concienciados con su valor, como Mauricio González-Bordón, un personaje
“culto” y “pajarero como ellos”, como lo describe el periodista y escritor
Jorge Molina, autor del libroDoñana, todo era nuevo y salvaje.
La extracción ilegal de agua es hoy
una de las mayores amenazas
Tras la
declaración como Parque Nacional en 1969, el siguiente gran hito en la historia
de este espacio fue la aprobación, ya en 1978, de la Ley de Doñana, que supuso
la ampliación de la superficie protegida hasta las 50.720 hectáreas.
Durante el
periodo democrático Doñana fue ganando en prestigio internacional. Fue
catalogado por la Unesco como Reserva de la Biosfera en 1980 y, dos años
después, entra en la lista del Convenio Ramsar. El reconocimiento definitivo
llegó en 1994, cuando este emblemático lugar fue declarado Patrimonio de la
Humanidad.
Paralelamente,
el Estado fue ampliando la superficie protegida a través de la compra de
fincas. Una de las últimas propietarias fue la familia de Carlos Morenés y
Mariátegui, marqués del Borghetto y autor de varias publicaciones sobre Doñana.
“Fue una compra presionada”, sostiene Morenés, quien recuerda que su familia
vendió al Estado sus terrenos en la zona de Las Marismillas “con la amenaza de
la expropiación”.
Este antiguo
propietario es muy crítico con la gestión que la Administración ha realizado en
el último medio siglo. “Doñana estaba maravillosamente gestionada por la
propiedad privada”, argumenta.
No está de
acuerdo Fernando Hiraldo, exdirector de la Estación Biológica, quien cree que
en estos 50 años la situación de Doñana “objetivamente ha mejorado”. Hiraldo
recuerda que muchas especies —sobre todo de aves— han conseguido corregir la
deriva hacia la extinción en la que estaban atrapadas. Pone como ejemplo la
espátula, la garza real, el águila imperial o el búho real. “Doñana tenía una
amenaza de muerte (...) La mayoría de amenazas se han conseguido frenar”,
sostiene Hiraldo.
Pero en este
medio siglo también han surgido nuevos problemas. La expansión de la agricultura en el entorno del espacio natural está afectando
al corazón de Doñana: el agua. Todos los expertos consultados apuntan hacia
ese lugar cuando se les interroga sobre los problemas actuales de este espacio.
Las extracciones ilegales llevan años afectando al acuífero principal del
parque.
“Doñana es
arena pura, por lo que el agua es fundamental”, explica gráficamente Morenés.
“Antes el agua estaba casi en un nivel superficial”, añade. Pero las
extracciones descontroladas han provocado el descenso hasta capas más
profundas. “A la larga será la muerte de Doñana”, añade Morenés. Juan José
Negro resume: “La protección del sistema terrestre ha mejorado” en estos 50
años, algo que no ha ocurrido con el problema del agua.
El plan de la
corona norte forestal de Doñana, que tramita la Junta, debería poner orden.
Pero su aprobación se ha ido retrasando y la Administración todavía está
resolviendo las alegaciones. “El tiempo se detiene en Doñana”, opina Carmona,
de WWF, quien lamenta la falta de soluciones: “Desde los años ochenta hay
informes advirtiendo de las captaciones de agua”.
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