A mediados de
septiembre, el sol aún calienta las cumbres de la enorme mole de granito que
conforma el Circo de Gredos, pero abajo, junto a la Laguna Grande, a la sombra
de los picos y con la humedad del agua, la temperatura es menos veraniega o más
otoñal, como se prefiera, y la mirada del montañero se dirige ya al “Perro que
fuma”, el indicador por excelencia de los temidos episodios de tormenta que
impiden o dificultan la soñada ascensión al Almanzor.
Porque si las
nubes se cuelan desde detrás de ese peculiar pico para entrar veloces por su
lateral, significa que el perro -hay que tener imaginación para visualizar al
can- está “fumando”; su hocico deja de verse a causa de nubes compactas que en
pocos minutos ensombrecen el circo. Aún así, muchos deciden arriesgar y encarar
el todopoderoso Almanzor, siempre hay tiempo de volverse atrás. Porque si al
llegar a la Hoya Antón la meteorología no es del todo adversa, ya sólo quedará
hora y media para hacer cumbre. Y si la cosa se pone seria, optar por un
descenso tampoco es una rendición. Este singular espacio incluido en la Red
Natura 2000 se llena a mediados de septiembre de pequeñísimos ejemplares del
sapito Bufo bufo, arriesgados
trotamundos que en ocasiones acaban su corta vida bajo las pisadas en el
concurrido camino desde la “plataforma” hasta la Laguna. Es este un camino
concurrido, sí, no sólo de montañeros, excursionistas o andarines; ejemplares
de cabra montés se cruzan con unos y otros con determinante atrevimiento.
Es esta,
mediados de septiembre, una época muy movida para este animal a cualquier hora
del día y eso que aún no ha comenzado el periodo de celo. Resulta difícil creer
que alguna vez estuviera al borde de la extinción.
Y qué decir
de la bella salamandra, otro endemismo de este circo glaciar, que elige
precisamente días lluviosos y húmedos para lucir su vistoso amarillo sobre
negro.
Temida por su
aspecto venenoso, aunque no pasa de la mera toxicidad, a mediados de
septiembre aún no ha comenzado su letargo y, pese a que acostumbra a moverse
entre la hojarasca, gusta también del pedregaloso acceso a las cumbres.
Pero el Circo
de Gredos encierra también otras joyas, botánicas y geológicas. Espesos
piornales, enebros rastreros y manzanillas nos acercan a las zonas de cumbre,
donde las rocas, rotas y desgastadas, nos permiten visualizar otro tesoro, los batolitos,
conjuntos de rocas de diferente morfología y composición y, por tanto, de
color, compactadas en una sola.
Elola, el descanso del montañero
Otra figura
emerge en medio del Circo de Gredos, para el placer y disfrute del montañero en
su versión menos natural y más humana: el refugio Elola, situado a 1.950 metros
de altitud y capacidad para 65 personas.
Desayuno,
comida, cena y colchón máxima comodidad. Cervezas bien frías y caldos
calientes, infusiones y ambiente montañero. En sus paredes cuelga su historia y
en su libro de firmas el valioso testimonio de quien decidió un día pasar por
allí y quedarse, aunque fuera sólo para cargar las pilas.
Contacto con
el Refugio de Elola:
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