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martes, 10 de septiembre de 2013

REPORTAJE: Circo de Gredos: entre cabras, sapitos y batolitos

A mediados de septiembre, el sol aún calienta las cumbres de la enorme mole de granito que conforma el Circo de Gredos, pero abajo, junto a la Laguna Grande, a la sombra de los picos y con la humedad del agua, la temperatura es menos veraniega o más otoñal, como se prefiera, y la mirada del montañero se dirige ya al “Perro que fuma”, el indicador por excelencia de los temidos episodios de tormenta que impiden o dificultan la soñada ascensión al Almanzor.

Porque si las nubes se cuelan desde detrás de ese peculiar pico para entrar veloces por su lateral, significa que el perro -hay que tener imaginación para visualizar al can- está “fumando”; su hocico deja de verse a causa de nubes compactas que en pocos minutos ensombrecen el circo. Aún así, muchos deciden arriesgar y encarar el todopoderoso Almanzor, siempre hay tiempo de volverse atrás. Porque si al llegar a la Hoya Antón la meteorología no es del todo adversa, ya sólo quedará hora y media para hacer cumbre. Y si la cosa se pone seria, optar por un descenso tampoco es una rendición. Este singular espacio incluido en la Red Natura 2000 se llena a mediados de septiembre de pequeñísimos ejemplares del sapito Bufo bufo, arriesgados trotamundos que en ocasiones acaban su corta vida bajo las pisadas en el concurrido camino desde la “plataforma” hasta la Laguna. Es este un camino concurrido, sí, no sólo de montañeros, excursionistas o andarines; ejemplares de cabra montés se cruzan con unos y otros con determinante atrevimiento.

Es esta, mediados de septiembre, una época muy movida para este animal a cualquier hora del día y eso que aún no ha comenzado el periodo de celo. Resulta difícil creer que alguna vez estuviera al borde de la extinción.

Y qué decir de la bella salamandra, otro endemismo de este circo glaciar, que elige precisamente días lluviosos y húmedos para lucir su vistoso amarillo sobre negro. 
Temida por su aspecto venenoso, aunque no pasa de la mera toxicidad,   a mediados de septiembre aún no ha comenzado su letargo y, pese a que acostumbra a moverse entre la hojarasca, gusta también del pedregaloso acceso a las cumbres.

Pero el Circo de Gredos encierra también otras joyas, botánicas y geológicas. Espesos piornales, enebros rastreros y manzanillas nos acercan a las zonas de cumbre, donde las rocas, rotas y desgastadas, nos permiten visualizar otro tesoro, los batolitos, conjuntos de rocas de diferente morfología y composición y, por tanto, de color, compactadas en una sola.

 Elola, el descanso del montañero
Otra figura emerge en medio del Circo de Gredos, para el placer y disfrute del montañero en su versión menos natural y más humana: el refugio Elola, situado a 1.950 metros de altitud y capacidad para 65 personas.

Desayuno, comida, cena y colchón máxima comodidad. Cervezas bien frías y caldos calientes, infusiones y ambiente montañero. En sus paredes cuelga su historia y en su libro de firmas el valioso testimonio de quien decidió un día pasar por allí y quedarse, aunque fuera sólo para cargar las pilas.
Contacto con el Refugio de Elola:

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