Un bosque de hayas en la provincia de Vizcaya.
Se acaba el
verano, pero no llores: las lágrimas no te dejarán ver los colores del bosque
(y se te correrá el rímel). Ahora llega la época de descubrir nuevas
sensaciones, nuevos olores y colores a lo largo y ancho de nuestra geografía. Aquí os dejo 11 rincones en los que perderse en las próximas semanas. Se que hay muchos más en el tintero... pero os doy via libre para que me los enseñeis a mi :D.
Al norte de Cuenca, en las lindes con Guadalajara, el paisaje se pliega
formando un corto y estrecho desfiladero de paredes calcáreas que rezuman
humedad. Es la hoz que el río Guadiela traza al poco de nacer, entre Beteta (la
antigua Vetera romana) y Cañizares, una de las más profundas y frondosas de la
Alta Sierra. Un sendero botánico permite recorrerla entre el puente de las
Tablas, que cruza el Guadiela a la altura de Beteta, y la fuente de los Tilos,
cerca de Puente de Vadillos, un paseo de tres kilómetros boscosos, en la
umbrosa compañía de sauces, pinos, avellanos, acebos, tejos, sabinas, tilos y
álamos temblones. La ruta finaliza cerca de Puente de Vadillos y su vieja
fábrica de carburo de silicio. Donde se juntan los ríos Cuervo y Guadiela, un
camino de cuatro kilómetros, entre robles y pinares, conduce parelelo hasta la
presa del embalse de Chincha, puerta de entrada de la hoz de Tragavivos.
Al suroeste de la provincia de Albacete, entre las entrañas de la sierra de
Alcaraz, brota del interior de una cueva a más de 30 metros de altura una de
las mayores surgencias cársticas de España, convertida en el nacedero del río
Mundo. Un hito del otoño manchego, al igual que la Torca de los Melojos, un
bosque relíctico (superviviente de otras épocas) de roble melojo, o el valle
del Tus, en las Sierras de Alcaraz y Segura (Albacete).
En el corazón del Goierri, la sierra de Aralar, un macizo cárstico que se
reparten Guipúzcoa y Navarra, dibuja un paisaje de cuento, con enclaves
singulares como el hayedo de Akaitz, el lapiaz de Pardarri, el valle de
Arritzaga o el circo glacial de Pardelutz, que invitan a recorrerlos a pie. Más
de cien dólmenes, túmulos y menhires se reparten por estos valles, y en las
majadas de las laderas del monte Txindoki los pastores mantienen sus
ovejas latxas, de las que se extrae la leche para el queso de Idiazábal. Varias
rutas señalizadas permiten descubrir este legado prehistórico. Los aficionados
al senderismo disponen de la Vía Verde del Plazaola, una ruta de siete
kilómetros que recorre el antiguo trazado del ferrocarril desde Lekunberri, en
el centro del valle de Larraun, entre Pamplona y San Sebastián, desde donde se
puede hacer una excursión hasta el santuario de San Miguel de Aralar.
Entre Las Hurdes y el valle del Jerte, al norte de la provincia de Cáceres, se
abre un pasillo verde de reminiscencias norteñas: el valle del río Ambroz. La
orientación meridional de estos montes propicia un clima suave que, unido a la
abundancia de lluvias, los ha cubierto de tupidos bosques de castaños y robles,
más propios de climas atlánticos.
Los robledales palentinos de Fuentes Carrionas alfombran las faldas
meridionales de la cordillera cántabra en la comarca de La Pernía. Castaños,
hayas y acebos acompañan al roble albar y al melojo en estos parajes
montañosos, uno de los últimos refugios del oso pardo en Europa. Uno de estos
árboles destaca por su longevidad: el llamado roblón de Estalaya o el Abuelo,
de casi 10 metros de perímetro y una edad que supera los 1.000 años.
Casas de pizarra, molinos de agua, prados y robledos adornan Horcajuelo
de la Sierra, uno de los pueblos mejor conservados de la Sierra Norte, a 90
kilómetros de Madrid por la por la carretera de Burgos (A-1) y desviándose en
el kilómetro 85. Por la misma carretera, un kilómetro al sur
del pueblo de Somosierra, en el cerro de la Cebollera Nueva, se accede a la
dehesa de Somosierra (la Dehesa Bonita), un precioso bosque de abedules,
robles albares, mostajos, acebos y avellanos.
Un bosque con hayas que superan los 30 metros de altura, alguno de más de
200 años, en la comarca barcelonesa de Osona. No es tan conocida ni está
tan concurrida como la Fageda d'en Jordà, en la Garrotxa (Girona), otro must
del otoño en Cataluña.
Como en el laberinto sin paredes de Borges, la llanura segoviana esconde
lugares secretos por los que el viajero suele pasar de largo. A 24 kilómetros
de Segovia, siguiendo la autovía de Valladolid y después la CL-603 en dirección
a Cantalejo y las hoces del Duratón, se llega al pueblo de Peñarrubias de
Pirón, de donde parte una senda señalizada que se adentra, emboscada entre
chopos y fresnos, en los cañones de los ríos Pirón y Viejo. En estos parajes
inició sus fechorías Fernando Delgado Sanz (1846-1914), último bandolero de la
sierra de Guadarrama.
Los valles occidentales del Alto Aragón (Hecho, Ansó, Aragüés del Puerto, Borau
y Aísa), en la comarca de La Jacetania (Huesca), esconden algunos de los
mayores bosques del Pirineo, que se pueden disfrutar en parajes
como la foz de la Boca del Infierno o la Selva de Oza, donde
existe más de un centenar de círculos megalíticos.
Y por último, aunque no el menos importante (de hecho, es el number one de
los bosques españoles): Irati, una de las principales masas forestales
europeas, de abetos y hayas, a una hora de Pamplona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu opinión. Siempre es importante aprender de los demás.