Son uno de
los grandes espectáculos de la naturaleza. Y lo son tanto por lo que
tienen de bellas como de esquivas. Porque aunque hay zonas del mundo donde
se producen auroras boreales más de 200 días al año, no es nada fácil
verlas. Veneradas y temidas desde la Antigüedad, hoy sabemos que las auroras
boreales son producidas por las particulares solares al entrar en la atmósfera
de la tierra. Quien ha visto una, nunca lo olvida.
La aventura
de buscar auroras empieza siempre con una duda: ¿qué te pones para
salir a la intemperie de la noche polar, con 25 grados bajo cero y
dos metros de nieve. La respuesta es: ¡todo! Cazar auroras es asunto muy
frío: solo se producen en los casquetes polares (se llaman auroras
boreales en el norte y australes en el sur), pero en contra de lo que piensan
muchos, no por estar más cerca del polo geográfico son más frecuentes. Las
zonas de mayor probabilidad son las que están en torno a los círculos
polares, tanto ártico como antártico.
¿Por qué se producen?
Las auroras
son producto de la caída de masa solar en forma de partículas sobre la tierra.
El campo magnético que nos rodea las dirige hacia los polos terrestres. Los
protones y electrones de ese viento solar, que viaja a casi 1000 km por segundo
y cubre la distancia Sol-Tierra en dos o tres días, chocan con los átomos de
oxígeno y nitrógeno de la atmósfera. Un proceso análogo al que ocurre en los
tubos de neón. Si pudiéramos verlo en cámara lenta y ampliado sería parecido a
cuando un torrente violento de agua choca con el pretil de un puente: se abre y
adapta a la forma del obstáculo, bordeándolo mientras lo abraza. En ese abrazo
cósmico se desprende energía en forma de luz visible que generalmente adopta
formas de estructura alargada, como cintas o colas de cometas, en la dirección
opuesta al sol. Son las famosas banderolas de las auroras boreales.
¿Quién les puso nombre?
Fue el
astrónomo Galileo Galilei en 1619; para
ello tomó el nombre de la diosa griega del amanecer, Aurora, y el de
su hijo Bóreas, el viento del norte.
¿Cómo son?
Normalmente
una aurora empiezan en forma de arco alargado que se extiende de este
a oeste. Poco a poco ese arco se va desdoblando en formas variadas, rizos,
banderolas, cintas con varias capas de colores… Otra veces se deshace en fajas
verticales que asemejan haces de luz proyectados desde el cielo por un
foco celestial. El espectáculo puede durar toda la noche o apenas unos
minutos, en una orgía de formas y colores que no deje impasible a quien lo
observa. Los esquimales creían que las auroras eran el reino donde
habitaban sus familiares fallecidos. Si las luces se movían con rapidez y
agitación significaba que los difuntos estaba tratando de ponerse en contacto
con ellos.
Mejor época para verlas
Las auroras
se producen durante todo el año, pero como en verano en el círculo polar es de
día casi las 24 horas, la mejor época para verlas es desde finales de otoño a
principios de primavera (febrero y marzo), cuando llega la larga noche polar.
Pero esto es solo orientativo: al sur de Groenlandia, por ejemplo, empiezan a
verse ya a mediados de agosto.
¿Cuáles son los mejores lugares para
observarlas?
Dicho está
que las auroras son fenómenos que se producen en ambos polos. Pero dado
que la única tierra que hay en el Círculo Polar Antártico es la propia
Antártida, está claro que lo más práctico es ir al Círculo Polar Ártico,
donde hay tierra habitada mucho más al norte.
Lugares con
alta probabilidad de verlas son: Alaska, norte de Canadá, toda Groenlandia(Kangerlussuaq,
una población en la costa oeste de la isla, es uno de los lugares del mundo con
mayor número de auroras boreales al año), norte de Islandia, Escocia,
toda Laponia, tanto la noruega, la sueca como la finlandesa (en Tromso por
ejemplo suelen ser muy habituales; también en Saariselka, en Karasjok, en
Kiruna…), las islas Svalbard y también en todo el norte de Rusia y Siberia.
Mitos y leyendas sobre las auroras
Las auroras
boreales sorprendieron y fascinaron a los primeros navegantes europeos
que empezaron a surcar el Ártico allá por el siglo XVI en busca del Paso
del Noroeste. No son patrimonio del planeta Tierra. Se producen y con mayor
frecuencia aún en otros planetas del sistema solar. Son famosas las de Júpiter y Saturno,
que tienen un campo magnético alrededor mucho más intenso que el de la Tierra y
por tanto atraen en mayor cantidad ese polvo solar. Ío, la luna de Júpiter, es
otro excelente lugar para disfrutar de ellas, aunque resulta un poco más
complicado acceder allí que a Groenlandia.
Un grupo de
científicos norteamericanos provocó sin querer la que fue la primera
aurora artificial de la historia a 100 kilómetros de altura sobre Alaska
cuando probaban un polémico sistema de antenas dedicadas al estudio de la
ionosfera, el sistema Haarp.
Durante la Edad
Media se las asoció con desastres, guerras y plagas. “Dios está enfadado
si la aurora llamea”, dice un viejo cuento escandinavo. Para los vikingos eran
mensajes de las doncellas muertas. Los nativos norteamericanos pensaban que se
podía conjurar a espíritus y fantasmas silbando a esas misteriosas luces del
norte. Eran el reflejo de fuegos enormes que se encendían más al norte,
prendidos quizá por un poderoso Dios en su intento por iluminar las partes
frías y oscuras del mundo.
Según el folclore
danés, una pareja de cisnes voló tan lejos que quedó atrapada en los hielos
polares; las bandas de colores de la aurora las provocan sus alas intentado
escapar de esa prisión de hielo.
Sobre el
cielo de España también se producen, pero la probabilidad es ínfima:
una vez cada 10 años en el norte y una cada 100 en el sur. Los ciudadanos de Figueres (Girona)
aún recuerdan la que se vio la noche del 6 de abril de 2001.
Si nunca
habéis visto una no os perdáis este vídeo que hizo el fotógrafo sueco Göran
Strand en marzo de este año, dos días después de que el sol lanzara una
gran tormenta de partículas sobre la Tierra.
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