El
grupo de Dinámica Fluvial e Hidrogeología que dirige María José
Polo relaciona estos cambios con la forma y la frecuencia de las
nevadas más que a la evolución de las temperaturas · El equipo ha
analizado el impacto del cambio global en la nieve e hidrogeología
en la alta montaña del parque nacional.
El
grupo de Dinámica Fluvial e Hidrología del Instituto
Interuniversitario de Investigación del Sistema Tierra en Andalucía,
que dirige la profesora de la Universidad de Córdoba (UCO) María
José Polo y del que también forman parte expertos de la Universidad
de Granada, ha evaluado el impacto del cambio global sobre la nieve y
la hidrología de alta montaña del Parque Nacional de Sierra Nevada.
Primero analizó las tendencias en precipitación y temperatura
durante el periodo 1960-2000 y las asociadas a las variables más
significativas para el análisis de la nieve. Una de las conclusiones
de este estudio es que el repliegue de la nieve hacia cotas más
elevadas en el Parque Nacional de Sierra Nevada ha conllevado efectos
importantes en los ecosistemas de la zona y en la presencia del agua.
Por ejemplo, se ha observado que ciertas especies de flora que se
desarrollaban en temperaturas bajas o que necesitan nieve han migrado
hacia lugares más elevados donde han podido encontrar mejores
condiciones. Sin embargo, la causa no parece estar exclusivamente en
el cambio reciente del régimen de temperaturas. El estudio ha
logrado determinar que esta disminución de la presencia de nieve en
las cumbres penibéticas está más asociada a la forma y frecuencia
en que nieva que a la evolución de temperaturas hacia valores más
extremos.
Polo
destaca la importación de llevar a cabo este tipo de
investigaciones, ya que sostiene que “poder cuantificar el
contenido de agua en el suelo y su evolución, no solo en un punto
dado sino a escala de cuenca, es clave para evaluar cuánta agua de
lluvia puede infiltrarse, cuánta escorrentía se genera, cuánta
agua quedará disponible a posteriori para la vegetación, qué
condiciones se sucederán en el suelo hasta la próxima lluvia,
cuánto suelo puede erosionarse y un largo etcétera”. Sin embargo,
reconoce, que el suelo es un medio muy heterogéneo y medir en campo
su humedad en áreas medias o extensas es inabordable. “Hoy en día
se puede recurrir a su estimación indirecta a partir de las señales
registradas por ciertos tipos de sensores remotos, sobre satélite o
en aviones, pero no siempre esta información está disponible o es
fácil de adquirir, y además su interpretación puede ser complicada
en zonas con topografía abrupta, muy heterogéneas o con vegetación
compleja”, detalla.
Para
llevar a cabo este tipo de estudios, este equipo de investigación se
sirve de diversas herramientas. Según expone Polo, por un lado
utilizan redes de monitorización del medio: estaciones
meteorológicas que miden las condiciones atmosféricas, la
precipitación registrada y la radiación solar incidente. Estaciones
de aforo o puntos de control como los embalses, que proporcionan
información sobre el caudal que circula por la red fluvial. Puntos
de control de la calidad del agua e imágenes de satélite con
diferente frecuencia y resolución espacial, con medida de
reflectancia del terreno en distintas bandas del espectro de
radiación, a partir de las cuales se pueden estimar variables de
importancia en hidrología.
Por
otra parte utilizan modelos hidrológicos "que son programas en
los que se combinan y acoplan las ecuaciones que gobiernan los
intercambios de masa y energía para calcular variables hidrológicas
de interés a partir de las variables meteorológicas y las
propiedades y los usos del suelo, y de la red fluvial”. A todo esto
se suma el hecho de que el grupo también realiza campañas de medida
específicas para “poder poner a punto estos modelos en zonas
concretas o con fines detallados”, anota.
Polo,
que es profesora titular de la Universidad de Córdoba, también hace
referencia a las aplicaciones de los modelos hidrológicos, que van
desde poder derivar mapas detallados de precipitación, temperatura,
radiación solar, cantidad de nieve u otras variables de interés
hasta estimar dónde, cuándo y cómo se infiltra el agua de lluvia,
se genera escorrentía, se pueden producir avenidas, cuándo se
erosionan los cauces y cómo, qué estrés hídrico puede sufrir la
vegetación, qué zonas generan contaminación de acuíferos, cuánto
se recargan estos, cómo se transportan los nutrientes o los
contaminantes a través de la cuenca; en definitiva, cuántos
recursos hídricos están disponibles en una cuenca a distinta escala
temporal y espacial.
Por
el momento, este grupo conjunto apuesta por “profundizar en el
estudio de procesos hidrológicos en entornos de alta montaña en
regiones mediterráneas, como Sierra Nevada, y proporcionar nuevas
herramientas combinadas que saquen todo el partido posible a la
ingente cantidad de fuentes de información ambiental existente”,
subraya Polo. La profesora de la UCO avanza que el grupo “está
abriendo campo de trabajo para proporcionar herramientas de gestión
hidrológica a corto, medio y largo plazo: modelos de pronóstico
basados en el análisis de incertidumbre, la probabilidad, que
permitan basar la toma de decisiones de los gestores en la estimación
del riesgo, y que se beneficien de información indirecta, como los
cambios en la vegetación, entre otras vías, y que se puedan
utilizar en otras líneas, como el estudio de servicios
ecosistémicos”. Reconoce que “el contexto actual de cambio
global y la potencial subida del nivel del mar plantea interrogantes
no tan claros como un mero análisis de escenarios futuros, y supone
retos para la investigación fundamental y aplicada”.
Fuente
y más información:
http://www.uco.es/dfh/
http://www.uco.es/dfh/
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