Los
insectos, vitales para cultivos como el tomate, desaparecen por el
cambio climático.
Expertos
proponen una insólita gran migración asistida por el ser humano
para salvarlos.
“Un
mundo sin abejorros sería silencioso, triste y más pobre”,
lamenta el biólogo Jeremy Kerr. “Muchas especies de plantas
entrarían en declive, y los jardines y la agricultura de
Norteamérica y Europa sufrirían pérdidas económicas. No creo que
nadie sea capaz de imaginar cuántos daños habría”, continúa.
“Los tomates, por ejemplo, dependen de los abejorros”.
Kerr,
de la Universidad de Ottawa (Canadá), no está preparando un libro
de ciencia ficción. Su equipo acaba de constatar que el planeta se
queda poco a poco sin abejorros, esos insectos polinizadores que
pululan por el campo en busca de néctar y en su periplo intercambian
polen entre las partes femeninas de una flor y sus partes masculinas.
Sin esta polinización, y la llevada a cabo por las abejas y otros
animales, no habría reproducción vegetal. No habría frutos ni
semillas. El 35% de la producción mundial de alimentos procede de
cultivos que dependen de los polinizadores.
El
biólogo y sus colegas han investigado 423.000 observaciones de
abejorros pertenecientes a 67 especies de Europa y Norteamérica,
tomadas por diferentes expertos e instituciones durante más de un
siglo. Su estudio revela que el calentamiento global está expulsando
a los abejorros de muchas de sus zonas históricas. Los insectos se
esfuman del sur de su antiguo rango de distribución, pero no se
mudan hacia el norte, como sí ocurre con otros animales afectados
por el cambio climático, como las mariposas. El hábitat de los
abejorros, simplemente, mengua.
“Las
regiones en las que estos efectos son peores, con pérdidas en el
rango de distribución de hasta 300 kilómetros, están en el sur de
Europa y de Norteamérica. Lugares como España, Italia y el sur de
Francia”, alerta Kerr. Su estudio se publica hoy en la revista
Science.
Los
abejorros han desaparecido en las tres últimas décadas de la franja
sur que ocupaban entre 1901 y 1974, cuando el clima era menos cálido.
“Tan solo en los últimos 35 años, las áreas que hemos estudiado
se han calentado entre dos y tres grados”, incide el biólogo.
“Nuestros resultados sugieren que especies como los abejorros
simplemente no son capaces de adaptarse a estos cambios. Están
desapareciendo”, advierte.
“Estos
efectos son independientes de los cambios de uso de la tierra y los
pesticidas”, subrayan los autores en Science. La desaparición se
ha detectado también en zonas sin agricultura ni polémicos
insecticidas como los neonicotinoides. Donde han podido, explican los
científicos, los abejorros han escalado a zonas más altas, unos 300
metros de media.
España
es uno de los países más afectados, con pérdidas del rango de
distribución de 300 km por el sur
En
España, el equipo de Kerr ha empleado datos de Leopoldo Castro, un
profesor de inglés de un instituto de Teruel que, en sus "ratos
libres", se ha convertido en uno de los principales estudiosos
de los abejorros en la península Ibérica. Tiene unos 2.000 en su
casa, pertenecientes a las 40 especies presentes en la península.
Castro, además, es coautor del libro Riesgo climático y atlas de
distribución de los abejorros europeos, un volumen recién publicado
que también alerta de la amenaza sobre estos polinizadores.
“Un
bicho que solo se encuentra a partir de los 2.000 metros de altitud
en área mediterránea tiene muy poco margen de supervivencia. Si
sube por el calor, se queda sin territorio”, apunta Castro.
Kerr
hace una propuesta osada para salvar a los abejorros, más allá de
reducir las emisiones de CO2 para detener el calentamiento global. El
profesor canadiense propone “una migración asistida”, extraer
las colonias amenazadas de su hábitat natural y llevarlas a regiones
menos cálidas en el norte. “Esto nunca se ha intentado a escala
continental ni para un grupo grande como este, pero hemos llegado al
punto en el que es necesario discutirlo”.
El
caso de los abejorros, no obstante, es difícilmente extrapolable a
otros insectos, según José Ramón Obeso, catedrático de Ecología
de la Universidad de Oviedo. “Los abejorros son muy particulares,
son polinizadores característicos de climas fríos. Hacia los
trópicos, son más diversas las abejas, pero la mayor diversidad de
abejorros aparece en el Himalaya”, explica Obeso, ajeno al nuevo
estudio. Las abejas, señala, solo pueden volar con temperaturas por
encima de los 13 grados. Los abejorros, en cambio, pueden emprender
el vuelo a partir de los dos grados.
Los
abejorros prefieren climas más fríos, hacia los trópicos abundan
más las abejas
El
ecólogo, director de la Unidad Mixta de Investigación en
Biodiversidad en Mieres (Asturias), ya mostró en 2013 que el rango
de distribución de los abejorros de la cordillera Cantábrica se
estaba elevando, en respuesta a un calentamiento regional de 0,8
grados en las últimas dos décadas. Dos especies, Bombus cullumanus
y Bombus laesus, se extinguieron localmente. El nuevo estudio de
Science “es muy valioso para establecer pautas a escala global de
lo que ya sabíamos para determinados lugares de Europa y
Norteamérica”, según Obeso.
El
trabajo de Kerr, sin embargo, deja una laguna, a juicio del
investigador español: ¿por qué los abejorros huyen del sur y no
colonizan nuevos lugares más al norte? “Hay una hipótesis muy
clara. Para colonizar tienen que encontrar sus fuentes de alimento,
las plantas a las que polinizan, pero los vegetales no se desplazan a
la misma velocidad”, conjetura. Esta hipótesis obligaría a
planificar muy bien la migración asistida que plantea Kerr.
El
enemigo de los abejorros quizá no sea exactamente el calor, sino los
parásitos, aventura el ecólogo español. “Los abejorros en
lugares de mayores temperaturas presentan más parasitosis, aunque
esto de momento es solo una hipótesis”, reconoce.
Más
información:
http://www.sciencemag.org/content/349/6244/177.full
http://www.sciencemag.org/content/349/6244/177.full
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