Descubierta
una levadura que, junto al alga y el hongo, constituye este
organismo, el liquen.
Tal
vez sea el caso de simbiosis más célebre de la biología en su
conjunto. El lector lo recordará de sus clases de ciencias
naturales: los líquenes, de los que hay unas 15.000 especies,
consisten en una asociación simbiótica de un alga y un hongo. Pero
hoy es uno de esos raros días en que es preciso cambiar los libros
de texto, porque los científicos acaban de descubrir un tercer
componente del consorcio, una levadura que, por mentira que parezca,
se había escapado hasta ahora de la lupa analítica de siglos de
estudios y decenas de generaciones de estudiosos.
El
investigador posdoctoral Toby Spribille y sus colegas de las
universidades de Montana en Missoula, Uppsala (Suecia), Graz
(Austria), Purdue (Estados Unidos) y el Instituto Canadiense de
Investigación Avanzada en Toronto han tenido que emplearse a fondo
no solo con observaciones microscópicas, sino también genómicas,
para pillar in fraganti al tercer hombre de la asociación
simbiótica. Su espectacular descubrimiento merece la portada de la
revista Science, un infrecuente reconocimiento para un trabajo de
índole más bien taxonómica, como los que hacía Linneo en el siglo
XVIII.
“Esto
supone una bonita sacudida de lo que sabíamos, o pensábamos que
sabíamos, sobre la simbiosis del liquen”, comenta Spribille. “Nos
fuerza a una revaloración de las suposiciones más básicas sobre la
manera en que se forman los líquenes, y sobre quién hace qué cosa
en la simbiosis”.
El
científico cuenta que el punto de partida del trabajo fue su intento
de averiguar por qué dos especies de liquen muy estrechamente
relacionadas, ambas comunes en Montana, exhibían una diferencia
drástica: una es tóxica para los mamíferos y la otra no. Los
análisis de ADN no habían hecho más que profundizar el misterio,
porque las dos especies presentaban unos genomas idénticos. O eso
parecía.
“Esto
supone una bonita sacudida de lo que sabíamos, o pensábamos que
sabíamos, sobre la simbiosis del liquen”, afirma un científico
La
explicación del descubrimiento requiere una mínima introducción a
los elementos de la biología molecular. Los genes están hechos de
ADN, la famosa doble hélice (gatacca…), pero activarlos implica
abrir la doble hélice y sacar una copia de una de sus hebras. Esta
copia no es de ADN, sino de una molécula similar con una sola hebra,
llamada ARN. Si uno analiza el ARN de una célula está, por tanto,
examinando de forma indirecta los genes que están más activos en
esa célula.
Y
eso es lo que hicieron Spribille y sus colegas: analizar el ARN de
las dos especies de líquenes. Y ahí sí que saltó a la vista una
diferencia bien notable. Porque el ARN no correspondía solo al hongo
conocido de la simbiosis, sino también a otro tipo de hongo –una
levadura— que había pasado por completo inadvertido durante un
siglo y medio. Más aún: la especie de liquen tóxica contenía
mucha más cantidad de esa levadura que la especie inocua.
Como
las células de la levadura son minoritarias, se habían escapado al
análisis de ADN (pues solo hay una o dos copias de ADN por célula).
Sin embargo, si algunos de sus genes están muy activos, pueden hacer
cientos o miles de copias de ARN por cada una de ADN. Esa fue la
clave del éxito. Y, en efecto, es la levadura la que explica que un
liquen sea tóxico y el otro no, pese a que por todo lo demás son
idénticos.
Han
analizado el ARN de dos especies de líquenes y han visto que
correspondía también a una levadura que había pasado por completo
inadvertida durante un siglo y medio
Hasta
ahí la historia de los dos líquenes de Montana. Pero los
investigadores sospecharon que el tercer hombre no era ninguna
peculiaridad de Montana, y buscaron la levadura en muestras de
líquenes de todo el mundo, de Japón a la Antártida pasando por
Latinoamérica o Etiopía. Y, en efecto, allí estaba también su
tercer hombre, como un componente generalizado, si no universal, de
la simbiosis más famosa de la biología.
“Está
por todas partes”, dice otro de los autores, John McCutcheon. “Esta
cosa, básicamente, ha estado escondida delante de las narices de
todo el mundo durante más de 100 años; la gente probablemente
estaba mirándola de frente, y pensaban que sabían lo que estaban
viendo, pero en realidad estaban viendo otra cosa”.
Los
libros de texto tardarán algún tiempo en cambiarse. El lector
debería aprovechar bien esos meses: será una de las raras ocasiones
en que pueda corregir a sus hijos cuando vuelva del cole.
Fuente
y más información:
Letharia
vulpine, una de las especies de liquen investigadas en el trabajo.
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