Aproximadamente el 60% de la emisión
global de metano se debe a actividades antropogénicas como la quema de
combustible fósil, la fermentación digestiva del ganado, la descomposición del
estiércol
Desde la revolución
industrial, y especialmente en el período de 1950 a 1990, la concentración en
la atmosfera de los gases de efecto invernadero ha aumentado sensiblemente
debido a la acción del ser humano. El metano (CH4) es un gas de efecto
invernadero con un potencial de calentamiento global 25 veces mayor al del CO2,
aunque su concentración atmosférica es casi 300 veces menor que el dióxido de
carbono.
Aproximadamente
el 60% de la emisión global de metano se debe a actividades antropogénicas como
la quema de combustible fósil, la fermentación digestiva del ganado, la
descomposición del estiércol, los cultivos de arroz y los vertederos. Las zonas
húmedas son la principal fuente de emisión natural de metano, casi el 40% de la
emisión total. Esto es así porque en los suelos inundados existen unas
condiciones anaerobias -sin oxígeno- que favorecen la proliferación de las
bacterias responsables de la descomposición de la materia orgánica, en cuyo
proceso se libera metano.
Un estudio,
publicado en la revista “Atmospheric
Environment” y realizado por científicos del Museo Nacional de
Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), ha permitido comparar las emisiones de metano a
escala mundial en cinco tipos de ecosistemas acuáticos (estuarios, lagos,
océanos, ríos y humedales), a partir de datos cuantitativos extraídos de la
literatura científica.
Variaciones estacionales en las
emisiones
"Para un
conocimiento más preciso de la dinámica de este gas a nivel global, habría que
medir las emisiones en zonas áridas y semiáridas, así como en zonas tropicales,
en las que hasta la fecha se han realizado pocos estudios. También habría que
investigar más sobre los factores principales que controlan las emisiones en
océanos y ríos" explica María Josefa Ortiz Llorente, autora principal del
estudio e investigadora en el MNCN-CSIC.
Según el
trabajo, existe una gran variabilidad en las emisiones de metano, que no
parecen seguir un patrón climático o latitudinal, aunque sí se aprecian
variaciones estacionales. Los máximos de emisión se han detectado cuando aumenta
la temperatura del suelo y disminuye el nivel de agua, cuando tiene lugar un
incremento en la actividad de las bacterias productoras de metano.
Para los
investigadores, el hecho de que no se observe una relación lineal entre la
emisión de metano y la temperatura del suelo a escala mundial, sugiere que las
condiciones locales son muy importantes en el control de las emisiones de
metano.
"El trabajo
contribuirá a un mejor conocimiento de las emisiones de metano a escala global
y facilitará la mejora de los modelos existentes y de las herramientas de
mitigación de este gas de efecto invernadero", concluye Ortiz Llorente.
Más
información:
http://www.journals.elsevier.com/atmospheric-environment/
http://www.journals.elsevier.com/atmospheric-environment/
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