Algunos
cambios en los hábitos de las aves son cada vez más evidentes, como el hecho de
que hay especies ya no emigran en invierno. ¿Qué factores están contribuyendo a
modificar sus conductas? Los expertos consideran que tanto el cambio climático
como algunas acciones directas del ser humano que alteran los entornos
naturales están en la base de estas alteraciones.
Millones de
cigüeñas blancas, tras volar miles de kilómetros hacia África, retroceden hasta
su lugar de partida. Muchas ya no viajan y otras, cuando lo hacen, al llegar a
su destino, cada vez más seco y pobre, se dan la vuelta al ver que el esfuerzo
no ha merecido la pena. Miles de las que cruzaron el estrecho de Gibraltar el
pasado verano regresaron de inmediato para pelearse por el terreno que
previamente abandonaron. También las cigüeñas negras prefieren cada vez
más los campos extremeños y andaluces a los de Malí o Níger.
Estas
especies no son las únicas aves migratorias con cambios radicales en sus
comportamientos. Los ornitólogos observan que muchas especies españolas ya no
viajan a África, mientras que otras ya no llegan a España. Por ejemplo, las
grullas de Alemania deberían viajar cada año hasta la península Ibérica
para pasar el invierno, pero ahora detienen su viaje y permanecen allí durante
la estación.
En el Norte
de Europa, donde hace mucho menos frío que en décadas anteriores, las grullas
parecen haber decidido que ya no les merece la pena un viaje de tantos
kilómetros. Por el contrario, algunas especies africanas se asientan en
territorio español, como los buitres moteados, típicos de la sabana.
Las causas de esos cambios provienen de modificaciones a gran escala en la
propia naturaleza, como el calentamiento de la Tierra, provocado por el aumento
de la emisión de ciertos gases a la atmósfera, como el dióxido de carbono
(CO2), que atrapa la radiación infrarroja.
“Los
pingüinos de la Antártida están reduciendo su población”, pone como ejemplo en
declaraciones a DiCYT el catedrático de Zoología de Vertebrados de la
Universidad de Salamanca Salvador Peris. Este descenso está provocado por la
falta de alimento, ya que los peces, ante el deshielo de su hábitat, emigran
hacía otros lugares. Es decir, que los efectos del cambio climático sobre los
animales se manifiestan a través de formas muy diferentes.
En busca de otras montañas
Un ejemplo más cercano es el caso de las aves de montaña del centro de la península Ibérica, especies que habitualmente estaban situadas a unos 1.500 metros de altura y que ahora están emigrando hacia la Cordillera Cantábrica o los Pirineos, donde encuentran zonas más altas y menos cálidas. “Las aves y el cambio climático no conocen ni reconocen las fronteras autonómicas españolas”, asevera Salvador Peris en relación con estos movimiento migratorios.
Un ejemplo más cercano es el caso de las aves de montaña del centro de la península Ibérica, especies que habitualmente estaban situadas a unos 1.500 metros de altura y que ahora están emigrando hacia la Cordillera Cantábrica o los Pirineos, donde encuentran zonas más altas y menos cálidas. “Las aves y el cambio climático no conocen ni reconocen las fronteras autonómicas españolas”, asevera Salvador Peris en relación con estos movimiento migratorios.
Los cambios de conductas en las poblaciones de aves que antes ocurrían en siglos ahora se realizan en periodo de décadas, según los expertos que se reunieron en Cádiz en 2010 en el II Congreso Internacional sobre Migración de Aves y Cambio Climático, donde los científicos se propusieron intensificar los estudios sobre las migraciones para comprobar la adaptabilidad de las especies a los nuevos hábitats. Cerca de 20.000 millones de aves están cambiando sus hábitos migratorios.
Acción del hombre
Sin embargo,
no todas las alteraciones en la vida de las aves están relacionadas con el
cambio climático. Salvador Peris Álvarez estudia cómo los impactos de las
infraestructuras humanas, como pantanos, carreteras o jardines cambian la vida
silvestre. Algunas de estas modificaciones afectan a la vocalización de las
aves, que se van modificando acorde al ruido ambiental producido por el ser
humano, apunta.
“Se aprecia que aquellas aves en las que no es innato el canto, es decir, aquellas que lo tienen que aprender conforme se desarrollan, como el mirlo o el ruiseñor, modifican su canto con el ruido ambiental”, explica. El experto asegura que en los ambientes periurbanos, aquellos que están a caballo entre el centro y el campo, las aves, incluso siendo de la misma especie, no reaccionan igual y desarrollan un canto mixto.
Este zoólogo,
mientras realizaba una investigación en Londres, observó que el petirrojo (Erithacus
rubecula) comenzó a defender su territorio por la noche con su canto, “algo
inaudito” según este experto. En su opinión, es evidente que el incesante
desarrollo urbano está obligando a muchas especies a adaptarse a su nuevo medio
modificando su comportamiento para poder sobrevivir, de lo contrario se
extinguirán.
Otro ejemplo
de la acción del hombre sobre las aves es el caso del martín pescador de
Tuamotu, ave que solamente habita en esta pequeña isla de la Polinesia
Francesa, al Sur del Océano Pacífico, la suma total de la especie es de 125
ejemplares. La causa de este reducido número de ejemplares es la acción del
hombre, que ha talado los cocoteros, limitando así la posibilidad de que el
pájaro cree sus nidos.
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