En el hocico
se encuentran la mayoría de las herramientas que los roedores utilizan para
obtener información de su entorno. Su fino olfato les permite detectar la
presencia de depredadores y son capaces de acompasar la respiración con los
movimientos de sus bigotes, muy sensibles al tacto, para rastrear el
territorio.
Dos estudios
publicados hoy en Nature desvelan algunos de los secretos de estos
complejos sistemas que permiten a los ratones conocer su entorno.
Uno de los
trabajos, realizado por investigadores estadounidenses, ha localizado los genes
implicados en la detección de aminas, unos compuestos presentes en la orina y
que permiten al roedor oler a sus depredadores.
Los
receptores de aminas en el sistema olfativo son unas proteínas llamadas TAAR
producidas a partir de un grupo de 15 genes diferentes. Los resultados muestran
los TAAR son importantes para la detección de olores que, como muchas aminas,
provocan una sensación innata desagradable aún en concentraciones muy bajas.
Además, el
desagrado que experimenta el roedor hacia este olor desaparecía si los
investigadores eliminaban uno de los genes (Taar4). “La aversión a las aminas y
a la orina del depredador están codificadas de una manera no redundante, ya que
eliminar un solo gen Taar puede tener un impacto significativo”,
explican los autores.
Los
investigadores sugieren que la información genética para la detección de olores
podría ser menos redundante de lo que se creía, y que sus datos pueden ayudar a
solventar la cuestión de por qué los vertebrados han retenido un número alto de
sensores químicos a lo largo de la evolución.
Coordinando la respiración con el
movimiento de los bigotes
El segundo de
los estudios analiza cómo los ratones son capaces de compaginar la respiración
con el rítmico movimiento de sus bigotes. Los músculos implicados en estas
actividades, así como los de masticar, tragar o chupar, muchas veces coinciden,
por lo que la coordinación es esencial.
Cuando el
olfateo del ratón es rápido, los bigotes se mueven una vez por cada aspiración,
mientras que durante la respiración lenta, se producen varios movimientos entre
respiraciones.
El estudio
revela que tanto el movimiento de los bigotes como el olfateo son controlados
por los centros respiratorios del tronco del encéfalo. Según los autores, estos
centros respiratorios actúan como un reloj para coordinar los comportamientos
que pueden interrumpir la respiración. “Así se asegura que estos movimientos
rítmicos, que comparten grupos musculares, no se confunden entre sí”, concluyen
los autores.
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