Además
del oso pardo y el lince, otras especies de mamíferos están en
peligro de desaparecer en España.
¿Qué
es un desmán? ¿Y un murciélago patudo? El lince ibérico y el oso
pardo (como el muerto a tiros el pasado domingo) acaparan el
protagonismo de los titulares y del dinero en proyectos para
preservarlos, pero en España hay otras cinco especies de mamíferos
que están en peligro de extinción. En algún caso, como el de la
ballena vasca, se duda incluso que quede algún ejemplar vivo cerca
de las costas. En otro, el del único murciélago pescador de la
península ibérica, el escaso número de individuos parece abocarlo
a la desaparición. No hay una única causa que haya empujado al
desastre a este G7 involuntario, pero sí una común en todos: la
presencia del ser humano.
Como
contrapartida, también hay mano (y mente) humana en los esfuerzos
por recuperar. Eso sí, es muy desigual de especie a especie. "Para
los animales en peligro emblemáticos, como el oso o el lince, sí
hay destinados recursos", asegura Mario Sáenz de Buruaga,
vicepresidente de la Sociedad Española para la Conservación y
Estudio de los Mamíferos (SECEM). El problema es mayor para los
vertebrados que él llama "más anónimos" y que pasan
desapercibidos por su tamaño (el desmán o el visón) o su poca
visibilidad (los murciélagos y las especies marinas). En esas
especies, cree el experto, la situación dista mucho de ser
halagüeña, tanto en conciencia social como en las medidas para
luchar contra la situación comprometida que atraviesan, pero da una
pista sobre un principio general: hay que cuidar las necesidades
básicas de las siete especies, la casa y el alimento.
Oso
pardo: vulnerable pero flexible
El
oso pardo no está en peligro de extinción en todo el mundo, pero sí
en España. En su momento anduvo por doquier en Eurasia, pero
conforme la población humana aumentó, se redujeron sus hábitats.
Su presencia en Europa ha quedado limitada a reductos, normalmente
montañosos y en pendientes elevadas. Su principal amenaza es otro
mamífero: el homo sapiens sapiens, que ha ido acabando con los
robledales y los hayedos que le proporcionan los frutos secos y le
mantienen en buen estado fisiológico.
Eloy
Revilla, investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD,
CSIC) embarcado en proyectos de investigación sobre esta especie,
describe al oso pardo como "un animal generalista, aunque sobre
todo vegetariano". Come desde hierba y otras plantas con alguna
capacidad nutritiva, frutos secos (bellotas, castañas...) y
ocasionalmente come carroña, incluso insectos. Señala otra
característica que define a este úrsido: el espacio, el mucho
espacio que necesitan para desarrollarse. "Por lo demás, es una
especie especie muy flexible en requerimientos ambientales, siempre y
cuando tenga comida y refugio".
El
lugar ideal para un oso pardo es un bosque inaccesible, de alta
montaña. Son las que encuentra en la zona cantábrica, donde el oso
se instaló en zonas muy productivas, en pequeñas manchas de bosque
con mucha pendiente. Sin embargo, ahora se están orientando a
bosques mediterráneos, menos ricos en alimento, pero que en
determinadas condiciones ofrecen un hábitat suficiente.
Además
del daño a sus hábitats, la mortalidad no natural, la persecución
directa por la caza, minó la especie. "Por suerte, desde los
años 70 y 80, la percepción de la especie es positiva. Antes se
veía una especie cinegética de caza mayor y que se cazara a un
animal de larga vida como esta suponía perder posibilidades de
reproducción, porque son muy pocos los individuos". Ese cambio
de concepto social y también la legal de hace unos años ayudó, por
ejemplo, a que se prohibieran los lazos para cazar jabalíes, que
también dañaban a los osos.
En
España en la cordillera cantábrica rondan los 230, y son menos en
los Pirineos. La ciencia, fascinada por la capacidad de adaptación
del animal, compara entre sí las poblaciones que quedan en España,
los Cárpatos, Polonia y Escandinavia.
Ballena
vasca: el cetáceo que hizo las Américas
"Para
saber cómo era la ballena vasca, ya solo contamos con sus huesos, y
eso cuando los encontremos". Es un lamento, pero también una
certeza, del biólogo José Martínez Cedeira (presidente de CEMMA,
organización que asesora a la Xunta de Galicia en varamientos de
animales marinos). Para referirse a la ballena vasca solo emplea
tiempos verbales pasados. Hace muchos años que no se ve a la especie
en las costas españolas. Frente a Fisterra se avistó una en 1978,
otra en el golfo de Vizcaya en 1980 y la última frente a la Estaca
de Bares (A Coruña) en 1993.
Pero
que aquellas ballenas fueran vascas es otra historia. No se ha podido
precisar si los ejemplares avistados eran restos de la antigua
población europea o ejemplares errantes de la población americana
de la misma especie que vivía entre Terranova y Florida.
La
historia de la ballena vasca es, por desgracia, la historia de su
caza masiva durante los siglos XII a XVIII. La última en España, no
obstante, se cazó muchos años más tarde. El 14 de mayo de 1901,
cinco traineras de Orio (Guipúzcoa) acabaron con la última en una
'hazaña' que inspiró al cantautor Benito Lertxundi, y todavía hoy
aviva una celebración quinquenal en la localidad guipuzcoana. Pero
para principios del siglo XX, la ballena era más un recuerdo. Las
artes de caza se habían quedado muy atrás. "A la ballena de
Orio la mataron tirándole cartuchos de dinamita", asegura el
profesor de la Universidad de Oviedo Carlos Nores.
Era
un animal lento y, para su desgracia, nada asustadizo y tan
tranquilo, que incluso cuando se le arponeaba respondía con cierta
docilidad. El gran volumen de aceite en su cuerpo, considerado un oro
líquido durante muchos siglos y sobre todo en la Edad Media, hacía
que una vez muerta la ballena flotase sobre el agua y eso facilitaba
remolcarla.
La
ballenación, la caza tradicional, desapareció probablemente por
haberse agotado la población que invernaba por en las costas,
asegura Carlos Nores. Los científicos creen que la población de
este lado del Atlántico se extinguió. La americana, en cambio,
quedó muy reducida pero no llegó a desaparecer del todo y algunos
ejemplares se animaron a cruzar el charco.
¿Cuándo
se dará por perdida para siempre? La pregunta no tiene respuesta
clara. Es una decisión técnica pero también política, que en
parte depende de saber si los animales avistados eran genuinamente
europeos o unos parientes americanos en busca de sus raíces. "Si
tuviésemos material de entonces conservado tal vez se podría
intentar comprobar si hay diferencias genéticas entre las
poblaciones americanas y las europeas y esos marcadores genéticos
nos permitirían diferenciar el origen de estos ejemplares, pero ni
se ha hecho el estudio ni se dispone del material para comprobarlo,
hoy por hoy", cree Nores.
Lince
ibérico: heredero de los felinos que huyeron del frío
Lo
que hace único al lince ibérico sobre otras especies similares es
su especialización en conejos. En su única zona en la que está
presente, la península Ibérica, desempeña una función ecológica
muy especial en relación con otros pequeños predadores. "Su
presencia influye en la presencia de otras especies con las que
compite, como los meloncillos [una especie de mangosta]",
ilustra Eloy Revilla, investigación de la Estación Biológica de
Doñana (EBD, CSIC). "El tamaño es muy importante, al ser más
grande que otros predadores hace que pueda excluir a todos los demás.
Y, al excluirlos, también varía la densidad de las especies de las
que se alimentan y sus hábitats se extienden".
La
población del lince ha ido aumentando desde principios de este siglo
(había menos de 100 y ahora superan los 300), según cita el
proyecto Iberlince, pero a base de mucho esfuerzo de conservación y
de concienciación social. "En los 90 mucha gente no sabía qué
era un lince ibérico, ahora lo conoce todo el mundo. Que la sociedad
esté interesada en la conservación de la especie es fundamental y
lo más difícil de conseguir".
Pero
esa mejoría no debería ser sinónimo de bajar la guardia. Cuando
son pocos los individuos, cualquier pequeña cosa que les ocurra
supone un problema grave. Acusan una mortalidad elevada en
determinados lugares, a cuentas de los atropellos. También les
acucia la endogamias (se reproducen entre sí y suelen aparecer
problemas de debilidad genética). Con todo, el problema principal es
la falta de hábitat adecuado, que para ellos es uno con el
suficiente número de conejos para que se alimenten bien.
Para
protegerlos, la clave es el cuidado de los hábitats. Hay que
mejorarlos, cree Revilla, acordando con los propietarios de los
terrenos medidas para que aumente la población de conejos. Desde el
punto de vista científico, en la EBD se trabaja sobre todo en la
genética, y en la endogamia y en la historia evolutiva de la especie
en el pasado- Interesa saber cómo se pudo producir una especie así
en España. "El lince ibérico es el resultado de una evolución.
Los linces se refugiaron en el sur de Europa escapando de la
glaciación y cuando el hielo se retiró, se adaptaron al nuevo clima
y el hábitat: redujeron su tamaño y se especializaron en su presa".
Doñana y Sierra Morena albergan las mayore poblaciones, aunque se
han reintroducido en Extremadura, los Montes de Toledo o Portugal.
Foca
monje del Meditérráneo: la expulsada de las cuevas
Los
últimos avistamientos de focas monje en costas españolas se
produjeron en las islas Chafarinas, cerca de Melilla, hace ya varios
años. Su presencia, sin embargo, fue común en Baleares y Canarias.
Se denota en los nombres que en ellas perviven, como el islote de
Lobos en Fuerteventura o la cueva del Llop Marí en Tarragona, por
conocerse a estos animales como lobos marinos.
No
en vano, las cuevas son esenciales para la pervivencia de estos
animales, que junto a la foca monje de Hawái es la única especie de
fócido de clima subtropical y tropical. Se reúnen en las más
recónditas para descansar y reproducirse. Lo explica Pablo Fernández
de Larriboa, director dentro de la Fundación CBD-Habitat del
Programa de Conservación de la Foca Monje en Cabo Blanco
(Mauritania). Larriboa achaca su declive a los enredos accidentales
en las redes de pesca y a la destrucción de las cuevas, hasta
dejarlas en los cerca de 600 ejemplares que sobreviven en la
actualidad. Cabo Blanco, en Mauritania, es el hogar de casi la mitad
de ellos; la otra población que queda en el Atlántico, con menos de
cinco decenas de ejemplares, está en Madeira, Portugal. Eso ha
reducido la categoría de especie críticamente amenazada a amenazada
a secas en el mundo.
No
es suficiente. "Una enfermedad o una marea negra puede darle el
toque final a toda una población", prosigue Fernánde de
Larriboa. Pero también un peligro más sutil y continuado, como la
degradación de las cuevas costeras donde viven, alejadas de las
miradas de los científicos. La dificultad de llegar a ellas y
conocer sus condiciones de vida centran los esfuerzos de quienes se
afanan en protegerlas, ayudados por videovigilancia. Solo conociendo
cuándo y cuántos nacimientos ocurren al año, cuántas hembras
reproductoras conforman las poblaciones, o en qué lugares se cruzan
con los pescadores se puede proteger a esta especie.
Como
en las poblaciones atlánticas mencionadas, donde el Ministerio de
Medio Ambiente lidera una coalición internacional para aplicar un
Plan de Conservación junto a Portugal, Marruecos y Mauritania.
Sextuplicar la población desde los 100 ejemplares contabilizados en
1998 significa solo una leve recuperación, no suficiente aún como
para que la foca monje vuelva a verse descansando en las cuevas de la
que fue expulsada.
Murciélago
patudo: un pescador que quiere tranquilidad
El
murciélago patudo es un animal muy exigente (y así le va). Necesita
vivir cerca de cauces de agua limpia y que fluya despacio, es decir,
en pantanos y tramos medios y bajos de los ríos. Sus exigencias no
son por gusto: es la única especie de quiróptero en España que
caza sus presas en el agua. Sus patas están concebidas para agarrar
desde larvas de insectos a zapateros, incluso alevines y gambusias,
una especie invasora. Gracias a su sorprendente radar, es capaz de
detectarlos mientras están sumergidas, aunque tienen que nadar
próximas a la superficie. Para que su instrumental (radar y patas)
funcione bien, el agua tiene que estar casi quieta y libre de
porquería. Un hábitat que escasea cada vez más en España por la
contaminación que acumulan los ríos conforme se acercan al final de
su curso.
No
acaban ahí sus requisitos vitales. El patudo (también llamado
murciélago ratonero patudo) es un cavernícola estricto: no busca
refugio en construcciones, solo en cuevas (rara vez, en minas
abandonadas), que tampoco son incontables en las partes bajas de los
ríos. Esas zonas, además, están más habitadas por los seres
humanos. "Ese es uno de los problemas más importantes para su
conservación", apunta Xavier Puig, biólogo y secretario de la
Asociación Española para la Conservación y el Estudio de los
Murciélagos. En España hay 33 especies diferentes de quirópteros,
13 de ellas amenazadas, pero el patudo es la única en peligro de
extinción.
Su
estado de conservación es "pésimo". En España, se ha
detectado un declive de entre el 30% y el 50% de la especie en la
primera década del siglo. En 2012 la población superaba por poco
los 7.000 ejemplares. "Pueden parecer muchos en comparación con
otras especies amenazadas. La gente puede decir: ¡Pero si osos
quedan mucho menos! Lo que pasa es que su situación es muy distinta.
Los murciélagos necesitan vivir en colonias de decenas o cientos.
Los miles que había en España ven cómo se reducen sus colonias
actuales (extinciones locales) y los lugares que podrían colonizar",
ilustra el experto. Los animales se concentran sobre todo en la
región valenciana (5.000 ejemplares), pero también hay colonias en
Girona, Baleares, Almería y Ceuta. En total, hay unas treinta
localidades donde se sabe que se reproducen. Y lo hacen poco: cada
hembra solo pare una cría al año.
La
ciencia quiere saber cómo funciona su peculiar radar y sus patas.
Investigadores de la Universidad del País Vasco han demostrado que
utiliza una técnica de arrastre con las patas y el uropatagio, la
membrana que une sus extremidades inferiores. Pero queda mucho por
saber. Para mejorar su conservación, hay que localizar dónde se
ubican. "Se les colocan pequeñas mochilas para saber adónde se
mueven y comprender qué tipos de hábitats utilizan para cazar, qué
actividad tienen durante la noche, cómo y cuánto se desplazan...
todo orientado a obtener datos prácticos que ayuden a diseñar
medidas de protección". Aquí van varias ideas. Una, conservar
sus refugios, para lo que es necesario la colaboración de
espeleólogos y agentes turísticos para que sus visitas sigan un
calendario razonable y prohibir la entrada a colonias muy sensibles.
Desde la Universidad de Alcalá de Henares, Susana Martínez Alós
insta a proteger legalmente todos sus refugios de cría. "Hay
que colocar vallados periféricos que permitan el vuelo de los
animales para entrar y salir del refugio pero que impidan la entrada
de visitantes". Un último objetivo, ya recogido en un proyecto
en el que Xavier Puig trabaja: aumentar el número de láminas de
agua tranquilas en los cauces bajos de los ríos, que además estén
disponibles durante el verano. Esa es la época (una exigencia más)
en la que el murciélago patudo se reproduce.
El
desmán: indicador de aguas puras
¿Es
una rata? Parece un topo, con esos ojos pequeños... ¿o quizás es
una musaraña? Pero ese hocico con forma de trompeta...
El
hocico es precisamente el rasgo más característico para distinguir
al desmán ibérico, una trompa móvil recubierta de pelillos tan
sensibles que detectan el mínimo cambio de presión en el agua. En
caso de duda, compruebe que sus patas son palmeadas, las traseras
mucho más grandes que las delanteras, y que su cola es bastante
larga en proporción a su tamaño. Dicho esto, será muy difícil que
se lo cruce; no solo por sus hábitos nocturnos si no porque quedan
muy, muy pocos.
"El
desmán es un bioindicador de aguas puras, ya que la base de su dieta
son invertebrados acuáticos que necesitan aguas limpias y oxigenadas
para su desarrollo", explica Julio Gisbert, director técnico de
Galemia (Investigación y Conservación de Vertebrados Olvidados).
Este hábito alimenticio se ha convertido en su peor enemigo: lo
convierte en un animal extremadamente vulnerable a la contaminación
acuática. Pero no solo a lo que no se ve. La construcción de
embalses y presas hidroeléctricas también dificultan enormemente su
desarrollo. El impacto antropogénico es la amenaza primordial,
continúa Gisbert, y enumera los peligros que acechan a semejante
criatura. Las construcciones acaban con la conectividad de las
poblaciones, la contaminación las separa; los incendios y
reforestaciones alteran el curso de los cauces, fulminando a los
invertebrados de los que se alimenta. Por no hablar de la repoblación
de la trucha extranjera, que compite con él por alimento, o la
nutria y el visón americano, clásicos depredadores del desmán.
Especie
endémica de la Península Ibérica, también se le conoce como
desmán ibérico, y su nombre científico, Galemys Pyrenaicus, da una
pista sobre los reductos montañosos donde se les puede encontrar. De
hecho existían cuatro especies del género Galemys, de las que sólo
la mencionada se mantiene en la actualidad. En los últimos 25 años
este pequeño insectívoro ha perdido más del 68% de su área de
distribución original: la mitad norte de Portugal, Galicia, León,
Sistema Central y Cordillera Cantábrica. El Ministerio de Medio
Ambiente creó en 2013 una Estrategia de Conservación del Desmán
Ibérico en España con la que se pretende conservar la especie.
Actualmente existen tres proyectos LIFE para protegerlos, en Galicia,
Castilla y León y Extremadura y los Pirineos franceses.
Con
su trompa aplastada y desnuda, resulta inexplicable que en el pasado
se le haya confundido con otros roedores y se le haya perseguido en
consecuencia, al creer que dañaba la pesca o los cultivos. Lo cierto
es que el propio desconocimiento que existe sobre él supone la mayor
amenaza para su conservación. No en vano, el término "desmán"
significa "acción injusta o abusiva que se comete contra una
persona, causándole un grave daño o perjuicio". Si este topo
de agua se extingue se perderá no sólo un endemismo, sino también
un género único en el mundo.
El
visón europeo: el mustélido asediado del Ebro
En
el caso de que paseando a la vereda de un río español se encuentre
un visón convendría que supiese lo importantes que son sus labios.
Sobre todo las manchas blancas que les salen en ellos: si tanto en el
superior como en el inferior presenta un color blancuzco como si
fuese una perilla completa, se trata del europeo. Ejemplares
asediados, en situación crítica, dignos de protección. Si no tiene
o solo se ve en el labio inferior, es un ejemplar de visón
americano, el asediante, objeto de erradicación en la península
ibérica.
Este
último puede vivir en cuerpos de agua más grandes y no solo en ríos
pequeños y medianos. Además, es más corpulento que el primero, se
reproduce más rápido y tiene camadas mayores (de cuatro a ocho
ejemplares, por entre tres y cuatro del europeo). Todas estas
características han permitido al visón americano escapado de las
granjas de cría asilvestrarse y expandirse, colonizar espacios y
desplazar a los ejemplares europeos. Es la principal amenaza de esta
especie, según explica por correo electrónico Laura Capdevila,
coordinadora del Grupo Especialista en Invasiones Biológicas.
No
la única, además. A esta especie de mustélido las amenazas le
cercan por todos los frentes. Por fuera, la destrucción de sus
hábitats al canalizar sus ríos o las batidas de limpieza de las
riberas. Por dentro, es difícil combatir la escasa variabilidad
genética de los supervivientes. Encima, la enfermedad aleutiana del
visón, infecciosa, acaba con las defensas inmunitarias de aquellos
ejemplares que portan un determinado gen, causándoles incluso la
muerte, afirma el Ministerio de Medio Ambiente.
Parece
difícil dejar de limpiar los ríos o introducir nuevas variaciones
genéticas. Los últimos datos publicados por la Junta de Castilla y
León los cifran en unos 500 ejemplares repartidos principalmente por
la cuenca del Ebro de Burgos a Navarra, aunque no es fácil precisar
el número exacto, pero sí su situación crítica. Capdevila se
pregunta si, aun con todos los esfuerzos, será suficiente para
reforzar la población española del visón europeo, que también se
encuentra en zonas repartidas entre Rusia y Francia, en situaciones
más o menos amenazadas.
La
cría en cautividad que se lleva a cabo es esencial para aumentar el
número de ejemplares de esta especie. Capdevila aboga por aumentar
los esfuerzos en expulsar a los ejemplares americanos de toda la
península ibérica. De los lugares donde hay poblaciones, como por
ejemplo en León, acaban llegando a colonizar los territorios de los
europeos, y vuelta a empezar.
Del
visón europeo no existen registros históricos, recogiéndose los
primeros avistamientos en el País Vasco hace no más de 50 años,
según la Junta de Castilla y León. Se cree que al cruce de los
Pirineos por ejemplares franceses se debe su presencia en España.
Más
información:
http://www.magrama.gob.es/es/biodiversidad
http://www.magrama.gob.es/es/biodiversidad
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