Entre
1990 y 2015, el mundo perdió 129 millones de hectáreas de bosque
destruidas por la furia de las motosierras, el fuego y el cemento.
Aunque la deforestación ha avanzado a un ritmo asombroso: (alrededor
de 10 hectáreas de bosque –el equivalente a 14 campos de fútbol–
desaparecen cada minuto, a lo largo del último cuarto de siglo ha
disminuido su velocidad. Entre 2010 y 2015 el mundo registró una
pérdida neta de 3,3 millones de hectáreas al año, una merma debida
principalmente a actividades humanas como la agricultura, la
extracción de materias primas y la urbanización.
Fuente:
Global Forest Resources Assessment (Fao, 2015)
En
determinadas regiones, como China o Europa, los bosques están en
expansión, sobre todo gracias a los programas de reforestación y a
un incremento de los cultivos arbóreos. En otras zonas del mundo,
especialmente en los trópicos, las selvas se encuentran
constantemente amenazadas por el ser humano. Las principales cuencas
de pluvisilva de la Amazonia, Congo y el sudeste de Asia pierden
millones de hectáreas cada año. En Indonesia, por ejemplo, han
desaparecido unos 2,6 millones de hectáreas de bosque tropical solo
en 2015 a causa de uno de los incendios más trágicos de los últimos
tiempos.
Los
bosques, junto con los océanos, absorben enormes cantidades del
dióxido de carbono que circula en la atmósfera. Proteger los
pulmones de la Tierra es fundamental para preservar la biodiversidad
del planeta y combatir el calentamiento global.
“Sé
que el fuego volverá el año que viene. Sé que no tenemos el equipo
que necesitamos y que tendremos que luchar contra él solo con
nuestras manos. Pero no importa, lucharemos. Nuestro espíritu es el
espíritu de la selva”. Cuando habla de los bosques en los que
nació y creció, los ojos de Basuki Budi Santoso se llenan de
lágrimas.
Sirviéndose
de los escasos medios a su disposición, Basuki y su pequeño equipo
de la fundación Amigos del Parque Nacional trabajan para defender la
reserva de Tanjung Puting de las llamas que la afectan
periódicamente. El parque, situado en Kalimantán Central, en la
parte meridional de la isla de Borneo, ha estado en el epicentro de
los grandes incendios que han golpeado Indonesia a lo largo de 2015.
El fuego, que ardió sin interrupción durante semanas, redujo a
cenizas unos dos millones de hectáreas de bosque.
Se
puede llegar al campamento base de Basuki navegando por el río
Kumai. Un pequeño muelle conduce a un sendero que atraviesa la
selva, donde los rayos de sol que penetran a través de la humedad y
el agua de los arroyos adquieren el color del té. Después de unas
cuantas horas caminando se llega al área de reforestación de
Beguruh. Aquí es donde Basuki y sus hombres trabajan para contribuir
a que la selva vuelva a la vida.
Los
hombres de Basuki se están tomando un breve descanso a la sombra de
un cobertizo de madera. Hay varias hamacas, un hornillo de gas para
hacer café y una ducha al aire libre. Unos metros más allá,
protegidos del sol, se alinean los botes que contienen las plántulas
de los árboles. “Este es nuestro invernadero. Aquí es donde
cuidamos los árboles que repoblarán la selva que se ha quemado”,
explica Basuki.
“Los
incendios vuelven cada año, sobre todo a partir de septiembre, en la
estación seca. Y el fuego sigue ardiendo incluso cuando parece que
se ha apagado, porque arde bajo la superficie, en la turba”,
continúa. “Cuando vuelven los incendios, trabajamos sin descanso
para apagarlos. Por la noche hacemos turnos durmiendo a pocos metros
de las llamas; a veces alguien llega a perder la vida sofocado por el
humo. En cambio, en las épocas en que tenemos un respiro, volvemos a
plantar los árboles en las zonas quemadas y nos preparamos para la
próxima batalla”.
Basuki
pasa la mayor parte del año en la selva de Kalimantán Central,
coordinando las intervenciones contra los incendios y los diversos
proyectos de reforestación. Su sueldo le permite volar dos veces al
año a ver a su mujer y a sus dos hijos, que viven en Yakarta.
Indonesia
en llamas
Fuente:
Global Fire Data
Entre
septiembre y octubre de 2015, Indonesia fue escenario de uno de los
incendios más catastróficos de los últimos años. Las llamas, que
ardieron sin interrupción durante semanas, afectaron a más de 2,6
millones de hectáreas de selva, principalmente en las islas de
Sumatra y Borneo. Las enormes nubes de humo alcanzaron las zonas
limítrofes y penetraron en Malasia, Singapur y Tailandia. Al menos
43 millones de personas inhalaron los gases tóxicos. La Agencia de
Meteorología, Climatología y Geofísica indonesia calificó el
incendio de “crimen contra la humanidad de extraordinarias
proporciones”.
Las
teorías más acreditadas culpan de los incendios a sujetos
interesados en la adquisición de nuevas tierras –como determinadas
empresas que producen aceite de palma– y a los agricultores que
utilizan el fuego para preparar las tierras para el cultivo. La
estación seca y la combustión prolongada en el interior de la
extensa capa de turba complica aún más las labores de extinción.
Casi
todos los incendios detectados en Indonesia son provocados por el ser
humano para preparar las tierras para el cultivo.
“Casi
todos los incendios detectados en Indonesia han sido provocados por
el hombre por causas relacionadas con la agricultura. El fuego es el
medio más sencillo para despejar el suelo para el cultivo. Los
incendios los pueden desencadenar personas que controlan grandes
plantaciones o pequeños agricultores que trabajan sus propias
parcelas de tierra con métodos tradicionales”, explica Peter
Holmgren, director del Centro de Investigación Forestal
Internacional (CIFOR, por sus siglas en inglés), un instituto
dedicado al estudio de los bosques tropicales con sede en Bogor,
cerca de Yakarta.
Según
cálculos de la Base de Datos sobre Emisiones Mundiales por
Incendios, solo en 2015 se detectaron más de 130.000 incendios que
generaron casi 2.000 millones de toneladas de gases de efecto
invernadero, más de lo que Alemania o Japón producen en un año.
Los
incendios forestales son un problema mundial. “Según la NASA y la
Base de Datos sobre Emisiones Mundiales por Incendios, cada año
arden una media de 4,5 millones de hectáreas de selva”, informa
Guido van der Werf, investigador especialista en ciencias de la
tierra y de la vida de la Universidad Libre de Ámsterdam. “Casi
todos los incendios en las regiones tropicales se deben a causas
antrópicas. En las regiones templadas se detectan incendios
naturales e incendios provocados por el ser humano, mientras que en
el cinturón boreal la causa principal son los rayos”.
Drones
que protegen la selva
“El
equipo del dron se puede adquirir por unos 2.000 dólares, mientras
que el programa para hacerlo volar es gratis y de libre acceso”,
señala Keeyen Pang, director de operaciones en Asia de Conservation
Drones, mientras su hijo monta un pequeño dispositivo y le inserta
su misión de vuelo. “No hay más que instalar una microcámara en
la aeronave para obtener una cartografía de la selva en alta
definición”
“Nuestros
drones son un instrumento barato y eficaz contra la deforestación y
contribuyen a la conservación de la naturaleza”, afirma Lian Pin
Koh, catedrático de Ecología Aplicada de la Universidad de
Adelaida. Es el fundador, junto con el biólogo suizo Serge Wich, de
Conservation drones, una organización sin ánimo de lucro formada
por un grupo internacional de especialistas en ecología y
entusiastas de las aeronaves teledirigidas.
Una
zona del Parque Nacional Gunung Leuser, en Indonesia, ha sido
arrasada de forma ilegal según detectó el equipo de Conservation
Drones. Las cortezas de árboles y plantas han sido tiradas al río
en un intento de esconder la zona deforestada.
Fuente:
Conservation Drones
“Desde
2012 ayudamos a que los drones de la organización de vuelen para
defender el medio ambiente. Es importante proporcionar tecnología a
bajo coste, sobre todo a los países en desarrollo, para volar sobre
zonas de difícil acceso y controlar su estado de conservación”,
nos explican los co-fundadores de la iniciativa.
“Conservation
Drones suele recibir propuestas de colaboración de organizaciones de
todo el mundo. Con el tiempo, nuestra red de expertos en drones para
la conservación se ha expandido”, cuenta Keeyen Pang mientras
comprueba las configuraciones finales y se prepara para la prueba de
lanzamiento.
En
el sudeste de Asia, los drones permiten cartografiar las plantaciones
de palma de aceite, una de causas más importantes de la
deforestación de la zona.
Los
drones de Lian Pin Koh y Serge Wich vuelan sobre Tanzania, donde se
emplean para controlar la conservación de los chimpancés. También
vuelan en Surinam, que está llevando a cabo un proyecto de
seguimiento de la selva virgen. Y en Indonesia, donde se emplean para
observar la población de orangutanes en peligro de extinción.
También en el resto del sudeste de Asia. Allí los drones son útiles
para cartografiar las plantaciones de palma aceitera, uno de causas
principales de la deforestación de la zona.
Las
misiones de vuelo de Conservation Drones ya están dando resultados
tangibles. “En 2014, por ejemplo, las imágenes tomadas desde
nuestras aeronaves permitieron detectar una zona deforestada
ilegalmente en una reserva natural de Sumatra”, declara un
orgulloso Lian Pin Koh. “Las autoridades indonesias han utilizado
nuestras imágenes como prueba, y quienes cometieron el delito han
sido llevados a juicio”.
Los
osos olvidados
En
un rincón remoto de la selva de Sabah, en el extremo noreste de la
isla de Borneo, un pequeño equipo de zoólogos trabaja para
conservar una especie poco conocida: el oso malayo. El Centro de
Borneo para la Conservación del Oso Malayo, fundado en 2008 por el
zoólogo malayo Wong Siew Te, es la única reserva del mundo dedicada
a proteger activamente a esta especie en peligro de extinción.
“Poca
gente se imagina que también hay osos que viven en la selva
tropical, hasta el punto de que los hemos apodado los osos
olvidados”, explica Tee Thye Lim, que tiene a su cargo a del centro
a los que se ha liberado de su cautiverio. “Por desgracia, aunque
no son conocidos en el mundo, o quizá por eso, están en peligro de
extinción. En los últimos 30 años hemos perdido más o menos un
30% de ejemplares”.
En
algunas regiones del sudeste de Asia se captura a los cachorros de
los osos malayos para tenerlos como mascotas y acabar abandonándolos
cuando crecen. Los osos también son víctimas del comercio ilegal,
ya que, según la medicina china, su vesícula biliar y sus garras
tienen propiedades curativas. A esto hay que añadir la
deforestación, causada principalmente por el cultivo de palma
aceitera, que ha mermado considerablemente su hábitat natural.
Los
expertos del centro explican que la extinción de los osos malayos
provocaría una reacción en cadena en el ecosistema del bosque. “Las
plantas y los animales viven en armonía, y la desaparición de una
sola especie puede alterar el equilibro de la selva. Los osos
malayos, por ejemplo, son auténticos ingenieros forestales”,
prosigue Tee Thye Lim. “Cuando buscan la miel de la que se
alimentan, abren cavidades en los árboles en las que encontrarán
cobijo otros animales, como el cálao bicorne”.
Fuente:
The IUCN Red List of threatened species (2016)
El
oso malayo es uno más de los numerosos animales y plantas
actualmente en peligro de extinción. Según la lista roja elaborada
por la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza
(IUCN, por sus siglas en inglés), en estos momentos al menos 20.000
especies vegetales y animales corren el riesgo de desaparecer en todo
el mundo.
La
destrucción de los hábitats naturales, la explotación comercial de
la tierra, la contaminación y el cambio climático son algunas de
las causas principales de la pérdida de biodiversidad a escala
mundial.
La
destrucción de los hábitats naturales, la explotación comercial de
la tierra, la contaminación y el cambio climático son algunas de
las causas principales de la pérdida de diversidad a escala mundial.
“Estamos en plena crisis de la biodiversidad. Perdemos alrededor de
1.000 especies de plantas y animales al año”, afirma el
catedrático Henrique Pereira, jefe de investigación del Centro
Alemán para la Investigación Integradora de la Biodiversidad de la
Universidad de Leipzig. “La biodiversidad es fundamental para el
equilibrio del planeta, pero también para la salud de la humanidad.
Muchas medicinas proceden de compuestos extraídos de animales o de
plantas. Cada vez que se extingue uno de ellos, perdemos la
oportunidad de descubrir compuestos que se puedan utilizar para crear
un nuevo medicamento”.
Los
guardianes de la selva
Un teléfono inteligente sujeto al tronco de un árbol en la selva,
alimentado por paneles solares y con un micrófono activo conectado
constantemente a Internet: esta es la idea que hay detrás de
Rainforest Connection, el dispositivo creado por Topher White, un
joven físico e ingeniero de San Francisco consagrado a proteger los
bosques del planeta.
“El
aparato creado por Topher permite escuchar a distancia los sonidos de
la selva utilizando un simple teléfono inteligente”, resume James
Reed mientras, pertrechado con su equipo, manipula una curiosa caja
de plástico con una antena. “Estoy aquí, en los bosques de
Borneo, para ayudar a Topher a montar los aparatos. Y, mientras
tanto, enseño a las comunidades locales a trepar sin peligro, de
manera que en el futuro puedan instalar y ocuparse de los
dispositivos ellas mismas”.
Los
aparatos de Rainforest Connection transmiten la señal sonora
entrante a la nube, desde la cual un programa informático puede
examinar los sonidos registrados. Cuando el programa detecta un
sonido inusual, como el rugido de una motosierra o el disparo de un
rifle, manda un mensaje de alarma a las autoridades locales o a las
asociaciones que tienen la capacidad de actuar para detener las
actividades de deforestación ilegal o la caza furtiva.
Cómo
funciona Rainforest Connection
Fuente:
Rainforest Connection
“Estamos
probando Rainforest Connection en todos los bosques tropicales del
mundo. Nuestro objetivo es conseguir proteger entre 20 y 30 hectáreas
en los próximos dos años utilizando esta tecnología”, cuenta
Topher, que pasa la mitad de su tiempo en su laboratorio de San
Francisco y la otra mitad en selvas de todo el mundo.
“Pensamos
que es básico establecer relaciones de colaboración con las
comunidades locales y las organizaciones que trabajan para defender
los bosques”, explica White. “Iniciativas como Tree Monkey , de
James Reed, son fundamentales para nosotros. James y su equipo nos
ayudan a instalar físicamente los aparatos y organizan sesiones de
entrenamiento para escalar con el fin de enseñar a las comunidades
de la zona a trepar sin peligro a los árboles más altos de la
selva”.
Según
los cálculos de Topher, un solo aparato puede detectar el sonido de
una motosierra en un área de unos tres kilómetros cuadrados. Esto
significa que, utilizando unos pocos dispositivos situados en lugares
estratégicos (por ejemplo, los puntos de acceso al bosque), se
pueden proteger superficies forestales muy extensas”.
Un
simple teléfono móvil conectado a Internet puede convertirse en
guardián de la selva.
A
Topher White se le ocurrió la idea de su aparato en una selva. “En
2011 estaba en Kalimantán, en Indonesia. Iba andando por la selva
con mi guía local cuando nos topamos con una zona talada
ilegalmente. El guía montó en cólera y me contó lo difícil que
era acabar con esas actividades a pesar de la presencia de los
guardas forestales. Me di cuenta de que un simple teléfono conectado
a Internet se podría convertir en un guardián, y en los últimos
años me he dedicado a desarrollar la tecnología del aparato”.
Los
dispositivos de Rainforest Connection se podrían aplicar también a
otros fines. Los investigadores pueden utilizar el sonido transmitido
por la nube para estudiar los bosques; por ejemplo, para analizar las
migraciones animales o hacer un seguimiento de los ritmos de los
ecosistemas. O algo más sencillo: se podría transformar en una
radio para escuchar la orquesta forestal desde el sillón de casa.
“Hace poco hemos puesto en marcha una radio digital que permite que
cualquiera, en cualquier lugar del mundo, escuche en directo los
sonidos de la selva. Por ahora solo tienen acceso a ella las personas
que deciden hacer un donativo a nuestro proyecto y ayudarnos a
convertir aún más teléfonos inteligentes en guardianes de la
jungla”.
La
evolución de los bosques desde 1990 hasta 2015
Fuente:
Global Forest Resources Assessment (Fao, 2015)
“Los
bosques están desapareciendo en el mundo a un ritmo objeto de debate
científico. Los datos proporcionados por Naciones Unidas revelan que
la deforestación se ha reducido en las últimas décadas”, informa
Peter Holmgren, director del Centro de Investigación Forestal
Internacional. “Es una buena noticia, pero en determinadas zonas
del mundo, como Indonesia, Brasil y África central, seguimos
perdiéndolos a un ritmo preocupante”.
Más información:
http://www.fao.org/3/a-i4808e.pdf
http://www.fao.org/3/a-i4808e.pdf
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