La
investigación, a cargo del Laboratorio de Microbiología y Nanotecnología de la Universidad Andrés Bello, está
identificando microorganismos que viven en condiciones extremas, como la
exposición a la luz ultravioleta y las condiciones de frío y calor intensos que
se dan en isla Decepción, en el archipiélago antártico de las Shetland del Sur.
"Nosotros
sabemos, por el trabajo en laboratorio, que esos microorganismos son muy
resistentes a los metales y que pueden sintetizar unas nanopartículas llamadas
'quantum dots'", explica a Efe Juan Pablo Monrás, un joven bioquímico de
26 años que estos días participa en la 49ª Expedición Antártica Chilena.
Sintetizarlas
de manera natural
Monrás, que
está realizando un doctorado en Microbiología, cuenta que estas nanopartículas
ya se fabrican químicamente desde hace más de diez años, pero el reto ahora es
sintetizarlas de forma natural.
La naturaleza
fluorescente de estas pequeñas porciones de materia puede ser útil para su
aplicación en biomedicina, con el fin de detectar células cancerígenas, aunque
todavía no existen registros de que se hayan empleado con pacientes.
Además, como
son semiconductoras, pueden usarse para fabricar paneles solares de nueva
generación, que son más eficientes, y nanocircuitos, para los chips de los computadores.
"Sintetizar
los puntos cuánticos químicamente es muy complicado y tiene un costo muy alto,
porque se necesitan cámaras sin oxigeno y se usan solventes y otros compuestos
altamente tóxicos", señala Monrás.
Pero además
de que los "quantum dots" obtenidos en laboratorio son muy caros (un
gramo cuesta 5.000 dólares), no se pueden emplear con fines medicinales en
seres humanos, porque contienen aleaciones de metales pesados, como el cadmio.
Sintetizar de
forma natural los que se encuentran en los microorganismos antárticos
resolvería estos problemas e incluso abriría la puerta a otras aplicaciones que
hoy día aún se desconocen.
"Por lo
tanto, es una alternativa ambientalmente mucho más amigable, más ecológica y
menos costosa", concluye Juan Pablo Monrás.
Baterias
termófilas y cicrófilas
Una vez que
finalice la recogida de sedimentos en diferentes partes del territorio
antártico, el equipo del Laboratorio de Microbiología y Nanotecnología de la
Universidad Andrés Bello analizará las muestras y las reproducirá en las mismas
condiciones de temperatura y ambiente en que fueron extraídas.
Así, por
ejemplo, las llamadas bacterias termófilas, encontradas en la zona expuesta a
los gases y vapores de origen volcánico de isla Decepción, serán desarrolladas
a 50 grados de temperatura, en tanto que la cicrófilas serán reproducidas a
bajas temperaturas y las resistentes a los metales, en un medio con alta
concentración.
"El
trabajo de laboratorio es bastante rápido; de las muestras que sacamos el año
pasado, ya tenemos aislados unos 300 microorganismos, y aunque probablemente
algunos de ellos se repitan, puede haber unas 100 bacterias diferentes",
explica.
Nanopartículas
menos contaminadas
Estas
nanopartículas es posible encontrarlas también en los géiseres del Tatio, en el
desierto chileno de Atacama, pero en la Antártida hay mayor diversidad y además
están menos expuestas a la contaminación por la presencia de los seres humanos.
Otra de las
ventajas de trabajar en el "continente blanco" es que hay una
importante comunidad científica integrada por investigadores de distintos
países que comparten sus experiencias.
"Tener
tantas disciplinas unidas ayuda mucho a la investigación", asegura Monrás.
En su opinión, la ciencia antártica ha experimentado un notable crecimiento
gracias a las expediciones que desde hace medio siglo viene desarrollando el
Instituto Antártico Chileno (INACH).
"La
gracia de ser científico es que uno siempre tiene una pregunta que quiere
contestar; eso es lo que nos motiva", asegura este joven investigador,
quien ve en la Nanotecnología "una forma de ayudar al planeta tratando de
bajar los costos de producción y desarrollando sistemas amigables con el
medioambiente".
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