Entrevista a Miguel
Delibes de Castro (Biólogo del CSIC y durante 12 años, director de la EBD). Hoy
en día es considerado la mayor figura en el estudio del Lince Ibérico. Llegó de Castilla para
vivir en un coto aún aislado y salvaje. Hoy es uno de los mayores expertos en
el lince, "la última fiera de Europa", como la definió Félix
Rodríguez de la Fuente.
- De las dos grandes pasiones de su
padre, la naturaleza y la escritura, usted se ha quedado con la primera, ¿por
qué?
- De alguna manera he heredado las dos pasiones. Sin embargo, al igual que le
pasa a mis hermanos, siento un gran pudor y ejerzo una férrea autocensura
cuando de escribir se trata. Yo siempre he dicho que el que me hizo querer a la
naturaleza fue mi padre, mientras que el que me enseñó a escribir fue Rodríguez
de la Fuente.
- Rodríguez de la Fuente... ¿Cómo terminó
siendo su colaborador?
- Fue un cúmulo de casualidades y a lo mejor tuvo algo que ver el llamarme
Miguel Delibes. El año que yo estaba acabando la carrera en la Complutense, la
editorial Salvat le encargó a Rodríguez de la Fuente escribir la Enciclopedia
de la Fauna, y éste le pidió a mi profesor de Evolución Humana, Emiliano
Aguirre -el maestro de todos los de Atapuerca-, que le diera los nombres de
estudiantes que redactasen bien los exámenes. Me llamó su secretaria para
citarme en su casa y yo creía que era una broma, tanto que le dije que me
contara otra de vaqueros. Estuve tres años trabajando con él, sin contrato,
cobrando en un sobre, aunque al final, tras un plantón que organizamos los
colaboradores, ganábamos bastante dinero.
- Sobre él se difundió la leyenda negra
de que era una persona egocéntrica y narcisista hasta extremos ridículos. ¿Qué
opina usted?
- Trabajé con él del 69 al 72 y a mí me pareció siempre un hombre cercano,
amistoso y buen maestro. Es cierto que tenía debilidades humanas, lo cual es
bastante de agradecer. Por ejemplo, le gustaba parecer más alto de lo que era y
en las fotos siempre se ponía un poco adelantado para dar esa sensación...
Tonterías de ese tipo que más bien lo humanizaban. El día que lo conocí junto a
un amigo nos habló durante varias horas con el mismo tonillo y lenguaje que
tenía en la televisión... "el astro rey que se acuesta en el
horizonte"... Al salir de su casa concluímos que debía ser bastante
insoportable. Sin embargo, al día siguiente me llevó a cazar con halcones y al
volver le dije a mi amigo: "Es normal, suda, dice tacos y come
chorizo..." Al final estaba un poco agobiado y constreñido porque en TVE
tenía muy poco presupuesto en unos momentos en que en todo el mundo se hacían
ya las cosas con mucha calidad. Con lo que la BBC hacía un programa de media
hora, Rodríguez de la Fuente tenía que hacer treinta...Sólo puedo decir cosas
buenas de él.
- Los niños de la EGB se lo agradecemos.
Ha sacado usted el tema de la caza, la gran afición de su padre, sobre la que
dejó páginas inolvidables. ¿La ha practicado?
- Sí, fui un apasionado cazador desde los 15 hasta los 22 años. Iba con mi padre
todos los domingos hasta que me marché a estudiar a Madrid. Finalmente, cuando
me vine a Andalucía lo dejé totalmente. Aun así, sigo compartiendo ese espíritu
de los cazadores de antes.
- ¿Pero hubo algún motivo ideológico en
este abandono de la caza?
- Algo de eso hubo. Lo ha contado mi hermano Germán en el prólogo del volumen
dedicado a la caza de las Obras Completas de mi padre. A mí me
empezaron a divertir más otras cosas del campo. Aunque parezca una inmodestia,
me pasó igual que a Darwin, que antes de embarcarse en el Beagle era
un apasionado cazador. Cuando vas al campo y te interesas más por la caca del
zorro o la egrópila del mochuelo que por cobrar una perdiz te conviertes en un
mal cazador.
- ¿Cómo era su padre en el campo, cómo se
movía?
- En la cacería era muy líder, infatigable, tenaz... nos obligaba a seguir
cazando cuando ya estábamos todos agotados y con ganas de regresar. Era abierto
y se hacía muy amigo de las gentes, siempre atento a su forma de hablar para
después anotarlo. Estaba muy preocupado por el aspecto social y económico del
campo castellano, cuyos problemas llevó al periódico con los consiguientes
choques con la censura.
- A principios de los años 70 llegó a
Andalucía para estudiar la cadena trófica del lince...
- A mí me llamaba mucho la atención la investigación y pedí una beca para la
Estación Biológica de Doñana. José Antonio Valverde, que era su director
entonces, me puso la condición de que tenía que vivir dentro del parque
nacional.
- ¿Y cómo era aquella Doñana de
principios de los 70?
-Una cosa totalmente primitiva. Al poco de estar allí me casé y viví con mi
mujer casi cinco años en una habitación del Palacio de Doñana. Éramos un
colectivo muy pequeño y aislado, sin electricidad, sin correo, sin teléfono.
Había que ir a comprar la comida a Almonte, que estaba a unos cuarenta
kilómetros, muchos por camino de tierra. Los alimentos se nos estropeaban en
las neveras de butano y muchas de las cosas que ahora no me gustan es porque
las comí allí medio malas. Los universitarios establecimos una relación muy
estrecha con los guardas y sus familias. Unos aportaban el saber tradicional y
otros la novedad. Eso sí, al principio no les entendíamos nada cuando hablaban.
- ¿Y su mujer se lo ha perdonado?
- Una vez, en una boda, mi suegra, que se había tomado una copa de vino, me
dijo: "Que conste hijo que todavía no te he perdonado". Hay que tener
en cuenta que mi mujer llegó a Doñana con 22 años y era la única niña de ocho
hermanos. Entonces, cuando veníamos a Sevilla lo hacíamos para calentarnos, meternos
en una bañera de agua caliente e ir al cine. Decidimos dejar el parque y
residir en Sevilla cuando tuvimos un niño y no éramos capaces de criarlo en las
condiciones de Doñana. Había que darle el biberón con una lámpara de minero,
calentar la leche en un hornillo de gas y todo ese tipo de cosas. Ahora, mi
mujer, que añora mucho aquellos años, me pregunta por qué nos fuimos.
"Porque quisimos", le digo yo.
- Toda una aventura.
- Doñana se ha hecho respetable. Ya no es el far west con furtivos a
caballo, paludismo y sin apenas población. De eso apenas queda nada, se ha
civilizado. La Doñana de los 60 y 70 era joven, pero condenada a muerte debido
a un horizonte de desarrollo previsto que contemplaba un enorme plan agrícola y
un proyecto turístico muy amplio. Doñana es ahora más respetable y
funcionarial, pero se ha salvado, está indultada.
- Sin embargo, sobre Doñana sigue pesando
una amenaza desarrollista, un discurso que culpa al parque nacional de la falta
de perspectivas de desarrollo de la zona.
- Este discurso, como es normal, es mayor cuando hay una crisis económica y
social como la actual. Cuando las cosas iban bien y llovían los millones de
Europa para el Plan de Desarrollo Sostenible, Doñana era maravillosa.
- ¿Ha aumentado la presión sobre el coto?
- Sí, ahora es mayor que hace unos años.
- ¿Y quién la ejerce?
- Todo el entorno: la agricultura, el turismo, los municipios, algo menos la
construcción... Esta presión se percibe en el ambiente. Por ejemplo, el
borrador de la nueva ley sobre parques nacionales que prepara el Ministerio de
Medio Ambiente contempla más facilidades para la explotación económica de estos
espacios. Creo que esto se está difundiendo en los medios de comunicación para
calmar los ánimos.
- ¿Y cuál es la situación actual del
parque?
- Doñana tiene un problema importante de agua dulce, algo que creo que ocurrirá
siempre. Por sus acuíferos compiten la agricultura, las urbanizaciones
turísticas y la ecología de la zona. Hay bastantes regadíos ilegales y se puede
estar sacando más agua de lo que los expertos recomiendan para poder conservar
el parque. El peligro de que se sequen muchos árboles y cambie la vegetación en
las orillas de las marismas ya está ocurriendo desde hace años en la parte
norte de Doñana, entre el Rocío y Villamanrique, donde hay una gran depresión
del acuífero. Esta circunstancia, inevitablemente, es una fuente de tensión y
hay que saber llegar a acuerdos. Que Doñana tenga problemas no es dramático, es
lo normal.
- ¿Y el cambio climático, le afectará?
- Bueno, se supone que en Andalucía hará más calor y lloverá menos, algo que
afectará inevitablemente a Doñana. Además, el mar está creciendo y, a largo
plazo, hay riesgo de que se introduzca en los acuíferos dulces. En cualquier
caso estamos hablando de una posibilidad y siempre a largo plazo.
- ¿Es posible realizar el dragado en
profundidad del Guadalquivir sin dañar el parque nacional?
- Actualmente no lo veo posible. El informe científico que hizo el CSIC, que es
un trabajo muy serio, dice que sería factible con una serie de condiciones que
por ahora no se cumplen: revitalizar todo el estuario -de Sanlúcar de Barrameda
a Alcalá del Río-, cuya agua está biológicamente muy muerta; y afianzar los
márgenes. Sólo el paso actual de barcos se está comiendo Doñana y si aumentamos
el calado de los mismos el proceso avanzará mucho más deprisa.
- El lince, sobre el que usted es uno de
los mayores expertos del mundo, se ha convertido en una especie de símbolo de
una Península Ibérica natural y salvaje que está desapareciendo.
- Rodríguez de la Fuente lo bautizó como la última fiera de Europa. Hay especies
que son muy emblemáticas porque son raras, bonitas y parecen que te dicen algo
con la mirada, incluso en las fotografías... Por ejemplo, el águila imperial o
el quebrantahuesos y sus "ojos de acero y sangre", como decía
Francisco Umbral. Yo fui víctima de ese hechizo de la mirada del lince, porque
mi tesis, en principio, iba a ser sobre ginetas y meloncillos. Cuando llegué a
Doñana todo el mundo hablaba del lince, pero yo no veía ninguno. Pasé meses y
meses sin conseguirlo y los guardas hasta se reían de mí...
- ¿Cuándo lo vio por primera vez?
- Sin buscarlo. Iba a subir a un nido de milanos y el lince estaba durmiendo en
la rama de un alcornoque. Fue una cosa impresionante. Debió notar que yo andaba
cerca y me eché para atrás sin hacer ruido. Él se desperezó, bajó y huyó.
- Tras una época de recuperación, parece
que el lince pasa actualmente problemas por la falta de conejos debido a una
epidemia. ¿Cuál es la situación actual?
- Probablemente hay más linces y en más lugares que cuando empezamos a censarlos
en los años 80, aunque la población de Doñana es menor. La Junta los cifra en
305, una cifra demasiado exacta que le resta un poco de verisimilitud. También
hay unos 90 ejemplares en cautividad... Es muy difícil frenar la desaparción de
una especie, pero esto se ha conseguido con el lince y hay lugar para el
optimismo. Sin embargo siempre hay amenazas, como la enfermedad de los conejos
a la que usted hacía alusión, que es una cepa nueva de la neumonía vírica, o
que, simplemente, la Unión Europea deje de destinar las grandes cantidades de
dinero que ha invertido en el lince... Miedo me da.
- Hay una cierta corriente de opinión en
contra del lince. Le llaman el animal funcionario...
- Creo que esto es inevitable. Si el lince desapareciese las críticas vendrían
por el otro lado. Vuelvo a la opinión de Umbral sobre el quebrantahuesos:
"Que no se nos acabe, que no se diga".
- A mucha gente le cuesta comprender por
qué es necesaria la biodiversidad. Creen que es una frivolidad propia de
radicales ociosos.
- La pérdida de biodiversidad es un problema grave. Somos parte de la
biodiversidad y dependemos de ella. El medio ambiente en el que vivimos no está
hecho, sino que se hace todos los días: el oxígeno de la atmósfera lo producen
las plantas y las bacterias; los seres vivos son los que regulan el clima...
Sin ellos, la tierra ya estaría mucho más caliente. Tenemos cosechas porque los
seres vivos polinizan las flores y éstos son también muy importantes en el
control de plagas y, al desaparecer muchos depredadores, tenemos que usar cada
año más insecticidas. La biodiversidad es todo ese entorno que necesitamos para
vivir. Es cierto que nuestro mundo funciona pese a la extinción de algunas
especies, algo que siempre ha ocurrido, pero no sabemos dónde está el límite.
En ese sentido, el lince es una bandera que sirve para llamar la atención sobre
el resto.
- Antes habló de José Antonio Valverde,
gran naturalista y figura legendaria en Doñana.
- Fue el gran muñidor de Doñana, el que construyó un espacio resistente a la
destrucción basándose en la trascendencia ecológica del lugar. Yo he escrito
que por el coto habían pasado reyes y nobles; escritores y poetas como Quevedo;
pintores como Goya; curas y monjes para catequizar a los indígenas que estaban
por allí... Pero no fue hasta que llegaron los naturalistas cuando Doñana
trascendió. Valverde tuvo desde el principio la idea de vender Doñana a través
de los medios de comunicación. Por ejemplo, llegaba un periodista que iba a
publicar un reportaje en Paris Match y tenía prioridad sobre todos
los becarios a la hora de usar un coche, algo que entonces nos molestaba mucho.
Entrevista realizada por Luís Sánchez
Moliní