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viernes, 18 de marzo de 2011

Un río bravo y andaluz

A pie por la "Garganta del Borosa", en la sierra de Cazorla (Jaén - España)

Con mucho frío mañanero comienza esta excursión desde la vieja piscifactoría. La furia de las aguas ensordece los pasos del camino. Este no es el arroyo conocido de los años de sequía, lo han cambiado las lluvias y las nieves de las semanas pasadas. La turbulencia resbala por el barranco con el ímpetu de los ríos de los Pirineos y ese color verde grisáceo de los deshielos glaciares. El deseo del encuentro con el Borosa no defrauda a quien busca el espectáculo visual de un río salvaje de montaña en las tierras andaluzas. Y el mejor momento para acercarse es el final del invierno o, mejor aún, el inicio de la primavera.

Los derrumbes se suceden a lo largo del camino por los estragos de las lluvias torrenciales. El agua brota por todas las laderas del tajo. Trocha y río caminan juntos, pero lo que a uno le engorda a la otra le achica. Ya sabemos que vivir en pareja nunca fue fácil.

Puentes de madera, puentes de piedra, senderos de pescadores y arropándolo todo el angosto barranco, que estrecha sus formas verticales poco a poco con sus cumbreras alineadas de pinos agarrados al abismo con las uñas de sus raíces. La pelona nocturna no termina de salir de los charcos, mientras el Sol rehúye colarse en las honduras del desfiladero, con las umbrías apoderadas del cauce dejando chupones de hielo en cada manadero. Las nueve de la mañana y el vaho de mi boca me dice que hace un frío que pela. Un cartel desvía la trayectoria del camino principal hacia una estrecha vereda que se dirige a la llamada Cerrada de Elías. La senda adelgaza hasta la mínima expresión y se cuelga de la ladera. El desequilibrio y los húmedos barros de la huella montuna se acompañan de tupidas espesuras de quejigos, mirtos, lentiscos y madroños, que ocultan en ocasiones el río de la trocha y la trocha del río. Un entramado de pasarelas de madera clavadas en los paredones de roca permite el paso por encima de las aguas turbulentas en el tramo más impresionante de la ruta. El río se cuela por un tajo de roca viva de unos doscientos metros de largo, en donde la pasarela es la única posibilidad de seguir el cauce.

Pasadas las apreturas de la Cerrada de Elías, el lecho del río se hunde y el camino se empina en busca de los farallones del Alto del Infierno. Como siempre, un topónimo bastante descriptivo de lo que representan las descomunales moles rocosas que se levantan por encima del tajo fluvial, que además en estos días relucen por mantener sus cabezas nevadas.

Cabras montesas
El último trecho del camino, muy cerca de una minicentral eléctrica, se abre dando cabida a buenas solanas donde se descubren pequeños rebaños de cabras montesas. La nieve de las cimas las han hecho descender hasta los calveros más abrigados del barranco del Borosa.
Tras el pequeño complejo eléctrico, por la diestra continúa la vereda con dirección a la laguna de Valdeazores, pero a mitad de camino el arroyo de Aguas Negras pierde el equilibrio desde lo alto de la Nava Noguera, en forma de espectacular cascada. Un paseo de diez kilómetros rematado con una de las visiones más impresionantes de la sierra de Cazorla. Una escena natural que se encuentra en su mejor esplendor: la cascada de Los Órganos o de Aguas Negras, con casi cien metros de caída libre.
Fuente y más información:
http://elviajero.elpais.com/articulo/viajes/rio/bravo/andaluz/elpepisupvia/20110312elpviavje_10/Tes
http://es.wikipedia.org/wiki/Parque_Natural_de_las_Sierras_de_Cazorla,_Segura_y_Las_Villas



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