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miércoles, 7 de marzo de 2018

Descubiertas 15 nuevas especies de invertebrados en la Sierra de Guadarrama

Los colémbolos son pequeños invertebrados que podrían utilizarse como indicadores del cambio de temperaturas.

Un equipo de científicos ha descubierto más de 75.000 colémbolos de 59 especies distintas en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (entre Madrid y Segovia). De ellas, 15 son nuevas para la ciencia, ya que no habían sido descritas en ningún otro lugar del planeta. Los colémbolos son pequeños invertebrados que poseen ciclos reproductivos muy cortos — de cerca de 10 días — y respiran a través de la piel. Por este último motivo, son muy sensibles a cualquier cambio en el medio que les rodea y, según los expertos, podrían utilizarse como un bioindicador de la situación ambiental en entornos como los parques naturales.

 “A través de su estudio podemos saber cómo afectan las alteraciones provocadas por el cambio climático, el aumento de las temperaturas o la reducción de las precipitaciones”, subraya Enrique Baquero, zoólogo de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra y director del Máster en Biodiversidad, Paisajes y Gestión Sostenible del centro académico. Estos animales, que surgieron hace 400 millones de años, son los antecesores de los insectos, son hexápodos y miden menos de cinco milímetros. Baquero los compara con un termómetro y apunta a que, por ejemplo, una subida de uno o dos grados de temperatura podría cambiar la cantidad de organismos en el ecosistema.

Para realizar esta investigación, cuyos datos sobre colémbolos se han publicado en la revista científica PLOS ONE, se instalaron 33 estaciones de muestreo subterráneo a un metro de profundidad. El objetivo era recoger en ellas a los invertebrados que habitan en los huecos que quedan entre las rocas. Entre 2015 y 2017 se recolectaron 157.000 ejemplares, de los cuales el 48% eran colémbolos y el resto pertenecían a otros grupos de artrópodos, como arácnidos, miriápodos, crustáceos e insectos como moscas, escarabajos, hormigas o grillos. Además del descubrimiento de los colémbolos se han encontrado nuevas especies de arañas, se ha investigado sobre las fases larvarias de los coleópteros y se han estudiado varios ácaros. “Hemos visto que hay varias especies que viven en la superficie y se consideran raras pero son muy abundantes en el subsuelo”, declara Vicente M. Ortuño, coordinador del equipo de investigación y profesor titular de la Universidad de Alcalá.

Los expertos señalan que todas estas especies están adaptadas a vivir en ese biotopo concreto. “Lo que para nosotros son pequeños huecos entre las piedras, para estos animales son como cuevas”, señala Baquero. Estas zonas, formadas a partir de depósitos coluviales, son húmedas, con poca luz, pequeñas variaciones de temperatura y una gran cantidad de nutrientes. A diferencia de otros ecosistemas que han sido estudiados en profundidad, los autores del estudio señalan que este biotopo es relativamente nuevo para la ciencia. La primera vez que se estudió fue en los años 80 en otros enclaves montañosos de Europa.

Los colémbolos, sin embargo, no solo habitan en estos ecosistemas. Están por todas partes. Por ejemplo, en la nieve de la Antártida o en un hayedo, donde puede llegar a haber hasta 50.000 por metro cuadrado. Baquero subraya que estos animales no se ven pero son muy importantes, por ejemplo, para la cadena alimenticia. “Desde que las hojas caen al suelo hasta que un buitre se come a una cabra montesa hay muchos escalones. Si quitas uno, la parte de arriba se ve afectada”, afirma. Los científicos de esta investigación, que cuenta con el respaldo del Organismo Autónomo Parques Nacionales, pertenecen a las universidades de Alcalá, Navarra, Almería, Granada y Valencia. Ahora, según apuntan, sería necesario realizar este estudio en el resto de parques nacionales de España. “Es importante conocer la biodiversidad para luego gestionar”, concluye Baquero.
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domingo, 4 de marzo de 2018

Los bastoncillos para los oídos tardan tres siglos en desaparecer de la Tierra

La localidad madrileña de Alpedrete lanza una campaña para alertar de los objetos cotidianos que son perjudiciales para el medio ambiente.

Pequeño, suave y, a primera vista, inofensivo. Los bastoncillos para los oídos son uno de los objetos cotidianos más habituales en la mayoría de las casas. Su vida útil: unos 10 minutos. El tiempo que tardan en degradarse cuando se tiran a la basura: 300 años. La localidad madrileña de Alpedrete —14.400 habitantes— ha puesto en marcha una campaña de información sobre este tipo de utensilios perecederos y perjudiciales para el medioambiente. Para ilustrar la campaña, el Ayuntamiento ha elegido la fotografía de Justin Hofman que el pasado año dio la vuelta al mundo y acabó siendo finalista del Wildlife Photographer of the Year: un caballito de mar con la cola enroscada en un bastoncillo para los oídos.

Diez minutos en tus manos y 300 años en la Tierra, es el eslogan elegido. El Ayuntamiento señala que, además del problema ambiental que ocasionan los bastoncillos tras acabar en los ríos y en el mar, el uso de estos hisopos "pueden suponer un problema para la salud". Muchos otorrinolaringólogos afirman que pueden producir daños en los tímpanos. Francia ha iniciado medidas para prohibir su venta a partir de 2020.

Cada mes, Alpedrete sensibilizará a la población con un objeto cotidiano desechable, no biodegradable y dañino para el medio ambiente. El mes pasado fueron las bolsas de plástico, que tardan de media unos 400 años en desaparecer de la tierra.

La Comisión de Cambio climático del Congreso de los Diputados aprobó en 2016 una proposición no de Ley para instar al Gobierno que prohíba el uso, comercialización, importación y exportación de bolsas de plástico de un solo uso. El Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente anunció que a partir de este 2018 —fecha por confirmar— será obligatorio que las tiendas cobren a sus clientes las bolsas y a partir de 2020 se prohibirá su distribución total.

El 96% de la basura presente en aguas del Mediterráneo procede de elementos plásticos, un 72% en playas españolas, según un informe de Greenpeace publicado el verano pasado. En España, se recicla el 30% de los plásticos, material presente en gran parte de todos los objetos que se comercializan mundialmente.