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viernes, 30 de mayo de 2014

REPORTAJE: Estos escarabajos son una joya

Surgieron en el Jurásico, pero sobrevivieron a los dinosaurios
Hoy constituyen una cuarta parte de todas las formas de vida sobre la Tierra con más especies –300.000– que ninguna otra

El último misterio del faraón Tutan­kamón no se refiere a algún intrincado jeroglífico, una nueva cámara funeraria o sutiles pistas dejadas cerca de su tumba; envuelve a una fabulosa figura de un escarabajo esculpida en cristal verdoso. Esta joya es la más destacada de un hermoso pectoral hallado por el arqueólogo Howard Carter en 1923 en una de las habitaciones contiguas a la sala de los tesoros. Las alas del escarabajo están tratadas con oro, plata, cristal y piedras semipreciosas, y el animal es el corazón de la figura de un halcón.

El insecto soporta con sus alas y patas el peso de una barca celestial en la que yace el ojo izquierdo de Horus, el símbolo de la Luna. En sus patas inferiores hay otros tantos símbolos sobre la eternidad. Alrededor bailan los dioses, y la iconografía completa habla de los ciclos del Sol y de la Luna, de la resurrección y del reinado eterno de Egipto. Pero el material verdoso de su cuerpo y su brillo cautivó en 1996 al geólogo italiano Vincenzo de Michele. Y no sucedió en el Museo de Antigüedades Egipcias, donde están expuestos los tesoros del faraón más popular de todos los tiempos. De Michele se topó con este fabuloso escarabajo por vez primera en una postal de turista que cayó en sus manos en un viaje a Egipto.

Nos dimos cuenta por su brillo y aspecto de que podría tratarse de una tectita, un cristal del desierto libio”, recuerda este experto. Estas piedras se encuentran desperdigadas en el Gran Mar de Arena, en el Sáhara oriental, uno de los lugares más inhóspitos del mundo. Después de obtener el permiso para examinar el escarabajo, De Michele encontró trazas de iridio, un material muy raro en la Tierra y propio de meteoritos. Las posteriores investigaciones determinaron que la sílice de la figura había resultado del impacto probable de un asteroide hace unos 28 millones de años, que calentó hasta 2.000 grados la arena del desierto, formando esas piedras.

Se ha llegado a relacionar la forma de las grandes pirámides egipcias con la humilde biología de una especie de escarabajo pelotero

El escarabajo hecho de este cristal de origen extraterrestre es único, escribe la arqueóloga Andrea Byrnes en la revista Egyptological. Tampoco se sabe cómo la gema pudo encontrar el camino desde el desierto profundo hasta las manos de los joyeros reales hace unos 1.330 años antes de Cristo. Pero es comprensible que, ante un material tan extraordinario, los artesanos egipcios decidieran aprovecharlo para dar forma al escarabajo, en detrimento de otros animales.

Este pequeño animal es casi omnipresente; aparece en versos dedicados de papiros como El libro de los muertos, en forma de joyas que sustituyen el corazón de los faraones o entre sus vendas, en amuletos de la buena suerte. Se han encontrado alas de escarabajos –los élitros– en objetos del propio Tutankamón, y hasta se han desenterrado ejemplares embalsamados. El entomólogo francés Yves Cambefort, del Museo Nacional de Historia Natural de París, ha relacionado incluso la forma de las grandes pirámides con la humilde biología de una especie de escarabajo pelotero.

Antes de salir el sol, el animal acude atraído por los excrementos del ganado para formar una bola que rueda con facilidad. Es muy celoso con su tesoro. Tiene que pelear duramente para que sus colegas no le arrebaten el balón. A veces, trabaja en equipo con su pareja; en otras ocasiones, usa la bola para ganarse a su compañera. En las horas tempranas, el escarabajo entierra su botín y excava un túnel, creando en su desembocadura una cámara nupcial, donde se aparea. La hembra coloca entonces sus huevos, y las larvas se alimentan del excremento. Las pupas emergen de la bola y se metamorfosean en adulto.

Este extraordinario acontecimiento pudo dar la idea de la momificación a los primeros sacerdotes egipcios. La cabeza del animal tiene la forma de un sol que está naciendo –Osiris, el primer rey mítico de Egipto–. La bola de excremento que empuja no es sino el sol que avanza a lo largo del día para luego ser enterrado en una tumba. Pero el sol resucitará al día siguiente. La pupa –semejante a una momia– volverá a la vida desde su cámara funeraria, convertida en Horus, el hijo de ese rey.

De acuerdo con Cambefort, si la Gran Esfinge representara a un escarabajo pelotero, las pirámides, con su intrincado laberinto de cámaras funerarias, serían el equivalente a una acumulación gigante de excremento de ganado (muy importante en las creencias religiosas). Es una interpretación sorprendente, no exenta de polémica, desde que el entomólogo francés la formulara allá por 1987.

Cuando los primitivos egipcios vieron a los escarabajos peloteros emerger de las arenas del desierto, lo ligaron a la creación espontánea de la vida a partir de la nada”, nos dice Brett Ratcliffe, profesor y curador de la división de entomología del Museo Estatal de la Universidad estadounidense de Nebraska. “Desde luego, eso no es cierto, ya que ellos no comprendían los ciclos vitales de estos escarabajos, donde la cría vive dentro de una bola de estiércol usada como alimento al ser enterrada por sus padres. Y mucha de la simbología viene de ahí”. La biología de los escarabajos peloteros sigue dando que hablar en estos dos últimos años. Un estudio de Current Biology publicado por Marie Dacke, de la Universidad de Lund en Suecia, sugiere que durante las noches cerradas africanas, estos animales se guían por el brillo de la Vía Láctea para trazar sus caminos sobre los que rodar sus bolas de estiércol.

'Protaetia affinis' en un roble centenario.

Otra investigación en la misma publicación afirma que estos animales usan dichas bolas como elementos de refrigeración en las horas más calurosas; se suben a ellas y regurgitan líquidos para enfriarse las patas. Sería el primer caso de un insecto que usa un refugio móvil para protegerse del calor. Lo cierto es que los escarabajos llevan asombrando al ser humano desde mucho antes SaveFrom.net. Se conocen pendientes de piedra esculpidos con su forma desde hace entre 10.000 y 20.000 años. El propio Cambefort cree que se trata de bupréstidos, englobados popularmente dentro de los escarabajos joya por sus impresionantes tonalidades metálicas y brillantes colores. Pero hay otras familias que exhiben con igual fuerza esta belleza.

Algunos, como el Anthaxia hungarica, combinan en raras ocasiones franjas metálicas azules y doradas en el tórax y abdomen, aunque su versión más común es de un verde oro con bandas de un rosa brillante en las partes inferiores de su cuerpo. Otras especies son muy escurridizas y difíciles de encontrar. El Chalcophora mariana despide una textura bellísima que parece plata mezclada con oro. Al fotógrafo español José Antonio Martínez (autor de las imágenes que ilustran estas páginas) le costó seis años de búsqueda hasta que consiguió inmortalizar a esta criatura. El momento mágico ocurrió mientras se encontraba sobre el tronco muerto de un pino de Alepo en la Devesa del Saler, del parque natural de la Albufera, en Valencia.

Los machos de Hoplia coerulea exhiben un azul metálico marino en la parte superior de su caparazón. Se aferran a las ramas de la vegetación con sus patas delanteras, mientras suspenden en el aire las traseras y el resto del cuerpo. Martínez considera que son los pequeños gimnastas del mundo coleóptero a la hora de realizar estas pautas de apareamiento. “Lo hacen para llamar la atención de las hembras”.

Las vidas de algunos escarabajos joya adultos son tan breves –15 días– que su captura fotográfica necesita de dosis de perseverancia y buena suerte antes de que se pongan fuera del alcance en lo alto de los troncos. Martínez confiesa que se siente hechizado por estas criaturas desde hace años.

El Buprestis sanguinea se alimenta de plantas de efedra. La coloración de su cuerpo varía extraordinariamente de macho a hembra. El macho tiene una tonalidad negro azulada y franjas amarillas en las alas, mientras que la hembra muestra un intenso color sangre con manchas negro azuladas de tamaño irregular. Se conocen miles de especies de escarabajos joya, repartidas en las zonas boscosas y de coníferas –es legendaria su capacidad para oler fragancias de pinos a decenas de kilómetros–. También abundan en las regiones tropicales y subtropicales. Otro grupo que pertenece a una familia distinta genera un comercio entre coleccionistas según el brillo y el color de sus caparazones, llegándose a pagar hasta 500 dólares por uno que irradie como el oro puro.

Hay más de cien especies del género Chrysina, cuyas propiedades ópticas tienen fascinados a los investigadores de la Universidad de Costa Rica. La cutícula que recubre sus caparazones tiene al menos 70 capas de quitina, y cada una ofrece un índice de refracción distinta a la luz. Estos extraordinarios ejemplares rompen la luz visible y la descomponen en un arcoíris de una manera parecida a un prisma. Cada capa refleja con fuerza un color distinto, y las interferencias ópticas proporcionan ese brillo metálico dorado y plateado, de acuerdo con un estudio de William C. Vargas publicado en la revista Optical Material Express. El hallazgo puede conducir a la obtención de pigmentos que tengan el aspecto del oro o la plata, o incluso materiales que incrementen el rendimiento de las placas solares. Pero la razón de esa belleza hay que buscarla en las ventajas de la evolución. “¡Lo creas o no, estos colores metálicos tan brillantes pueden actuar como camuflaje!”, exclama Ratcliffe. “Estas criaturas se esconden durante el día, y la superficie tan brillante de estos escarabajos refleja el color circundante de la vegetación”.

Cuesta creer que estos diseños se hagan invisibles en un lugar como la selva, pero lo cierto es que el camuflaje de guerra resulta vital en una batalla que lleva librándose millones de años contra sus depredadores. “Es cierto que sobre un fondo blanco se destacan por sus maravillosos tonos de plata y oro. Pero en una foresta tropical se desvanecen”.

La técnica, explica con detalle este entomólogo, consiste en la reflexión de la luz. Los escarabajos se confunden con millones de gotas de agua esparcidas por la vegetación, tan comunes en el paisaje de cualquier selva húmeda. “Además, uno no puede ver colores durante la noche, que es cuando estos escarabajos están más activos y salen para alimentarse”.

Cópula de Chrysolina americana.

El término escarabajo resulta de la vulgarización de los coleópteros. Designa todo un orden dentro de la nomenclatura zoológica. Pero hablar de coleópteros es hablar sin lugar a dudas del más formidable éxito evolutivo jamás alcanzado por un grupo de animales. “Se han descrito aproximadamente 1,8 millones de especies de animales y plantas superiores”, explica Jorge M. Lobo, profesor de Investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “De ellos, un millón son insectos. Y de ese millón, unas 400.000 especies serían coleópteros”. La historia no acaba aquí. La variedad de los coleópteros es tan asombrosa que no existen suficientes expertos para catalogarla. En solo un tronco de árbol de la selva de Panamá, los entomólogos llegaron a contabilizar 950 especies.

Lobo habla de especies descritas SaveFrom.net, pero las estimaciones multiplican al menos por cinco el número. “Podríamos estar hablando del orden de uno o dos millones de especies de escarabajos”. En España podrían existir unas 15.000 o 20.000 especies, pero apenas poseemos especialistas ni obras que describan el 10% de estas, dice este experto. Vivimos en la era de los coleópteros, desde que surgieron durante el Pérmico hace más de 250 millones de años. Son los verdaderos dueños del planeta. Su explosión se asocia con la aparición de las plantas con flor. Han sobrevivido sin dificultad a la extinción de los dinosaurios, a partir de una estrategia que comprende un diseño original y diferente, huyendo de caminos sin retorno como el gigantismo.

Su éxito es difícil de digerir. Son animales con un caparazón externo duro. Imagínalos como pequeños tanques armados con una coraza”, nos dice este entomólogo español. El único medio que no han colonizado es el océano. Hay especies que sobreviven a alturas de 5.000 metros en el Himalaya y otras que han colonizado la Antártida. El ejemplar más grande conocido pertenece a la especie Titanus giganteus. Se han medido ejemplares de hasta 16,7 centímetros de longitud en la Guyana francesa. En el otro extremo, los ptílidos a veces no sobrepasan el milímetro de tamaño.

Una de las claves del éxito de este diseño biológico es su arquitectura. Muchos son capaces de volar, pero sus élitros inferiores pueden soldarse al resto del cuerpo, aumentando el hermetismo para no perder agua. En lugares como el desierto del Namib, a veces la única fuente de humedad procede de la niebla costera. Entonces los tenebriónidos se encaraman en las partes más altas de las dunas. El naturalista David Attenborough describe el comportamiento de estos animales cuando llegan los bancos de niebla: se colocan en fila, mirando a la costa, y elevan su abdomen mientras levantan alternativamente las patas. La niebla termina por empaparlos, y el agua se condensa en las oquedades de sus cuerpos.

Los ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en sus siglas en inglés) han tomado buena nota de la estrategia del animal. Michael Rubner y su equipo calcularon que las nubes de niebla eran tan nimias que las gotas que se acumulaban en la espalda de los escarabajos tenían un diámetro de entre 15 y 20 millonésimas de metro. La condensación de esa minúscula cantidad de agua requería del contacto con un material capaz de recoger y dirigir el agua. Los científicos descubrieron canales cubiertos de cera que repelían las gotitas, conduciéndolas hasta zonas que las atraían hasta hacerlas crecer. “Al aumentar de tamaño, vence la fuerza que la sostiene y resbala hasta la boca del escarabajo”, aseguró Rubner en un boletín del MIT. Al fin y al cabo, incluso los escarabajos necesitan beber.

Hay especies que sobreviven a alturas de 5.000 metros en el Himalaya y otras que han colonizado la Antártida

Los coleópteros comen prácticamente de todo. Los hay que se alimentan de todo tipo de excrementos, de cadáveres de animales o materia pútrida que cae de los árboles de la selva. Los fitófagos están especializados para digerir cualquier planta. Los carnívoros atacan a sus semejantes y a otros insectos. Y también elaboran formas de supervivencia que dejarían en ridículo al mejor estratega militar. Una especie de aceitera tiene una habilidad sorprendente para aprovecharse de las abejas salvajes. En el desierto de California, sus larvas trepan por los tallos de las hierbas hasta agruparse. Las larvas segregan un perfume que les hace irresistibles a los machos e intentan la cópula. En ese momento, las larvas saltan al cuerpo del macho. Aprovecharán el encuentro con una hembra verdadera para cambiar de transporte. Una vez a lomos de la hembra, la abeja les llevará a su guarida, donde ha acumulado una gran cantidad de polen para alimentar a sus crías. Las larvas de la aceitera no solo acabarán con el alimento, sino que devorarán a las larvas de abeja antes de convertirse en pupas y emerger como adultos del suelo del desierto.

En un planeta dominado por los monocultivos, el festín para muchos coleópteros está servido. Las plagas que causan ingentes pérdidas económicas en la agricultura intensiva reflejan el afán humano de cosechar más y más. ¿Cómo va a pasar desapercibido para un grupo de animales que se las ha arreglado desde la extinción de los dinosaurios? “Al plantar enormes extensiones de gramíneas, es lógico esperar este tipo de invasiones”, responde Lobo. Pero el éxito evolutivo no les hace invulnerables. Muchos confunden las cucarachas con coleópteros (dos órdenes zoológicos distintos). Existe un mito que presenta un mundo tras una catástrofe nuclear dominado por cucarachas. Cierto en parte. Las cucarachas resisten dosis de radiaciones de hasta 10.000 rads (1.000 rads matan a una persona). Y los falsos gorgojos de la harina son escarabajos increíblemente resistentes. ¡Los experimentos muestran que pueden sobrevivir a dosis de hasta 100.000 rads! Pero son excepción. En otros muchos casos, los coleópteros también son muy sensibles a la presión humana.
Jorge Lobo resume este último aspecto de una forma muy gráfica, refiriéndose al popular escarabajo pelotero: “Antes era común verlos por centenares en el campo, rodando sus bolas de estiércol. Pero ahora muchos han desaparecido”. Al ganado se le suministran medicamentos para evitar la proliferación de parásitos, pero quedan como restos en los excrementos. Y los escarabajos los evitan. Estos excrementos no se reciclan, impiden el crecimiento del pasto y lo hacen improductivo. Un ejemplo ilustra la importancia de estos pequeños aunque eficientes agentes de limpieza, concluye el entomólogo español. Cuando se introdujeron ovejas merinas en Australia, se comprobó el daño que sus excrementos hacían en los pastos. “Tuvieron que importar los escarabajos para reciclar las heces y arreglar el problema”.
Psilothrix viridicoerulea

REPORTAJE PUBLICADO EN: EL PAÍS SEMANAL

miércoles, 28 de mayo de 2014

Reconstruyen las tormentas extremas de los últimos 600 años en España

Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) han logrado reconstruir la intensidad y frecuencia de las tormentas que se produjeron en el noreste de la Península Ibérica desde 1347 hasta 2012.

En concreto han analizado el registro sedimentario del lago Montcortès, situado en el Pirineo catalán, y los resultados, que son extrapolables al Mediterráneo occidental, demuestran una relación directa entre la variabilidad del patrón climático llamado Oscilación del Atlántico Norte (NAO) y la intensidad y frecuencia de las tormentas de la zona.

Vista del lago Montcortès, situado en el Pirineo catalán, en el que científicos del CNMN han hecho los estudios sobre las tormentas extremas en la Península Ibérica.

La investigación, publicada en “Quaternary Science Reviews“, supone, por primera vez, el desarrollo de un registro paleoclimático de eventos extremos con datos cuantitativos tan exhaustivos y con una resolución anual.

El lago Montcortès
Gracias a la naturaleza del lago de Montcortès, el registro sedimentario es de extraordinaria calidad y refleja las fluctuaciones climáticas cada año.

En verano, debido al calor, aumenta el número de algas en el lago, lo que propicia la precipitación de calcita, que queda marcada en el registro sedimentario como si se tratara de los anillos del tronco de un árbol.

Las tormentas generan depósitos en los lagos, cuya composición y textura dependen de las características de la precipitación, del lago y de la cuenca de drenaje” explica el investigador del MNCN, Pablo Corella.

A partir del análisis sedimentológico, geoquímico y geofísico de los sedimentos recientes del lago y de la correlación con los datos de precipitación de las últimas décadas, se ha establecido el umbral mínimo de precipitación para eventos extremos (aquellos que tienen un periodo de retorno de 5 años) en 90mm/m2″, completa el investigador del Instituto Pirenaico de Ecología, del CSIC, Blas Valero.

Las tormentas más fuertes se produjeron al final del XIX
Para analizar los datos de la muestra, los investigadores han extrapolado los datos de las precipitaciones recogidos en estaciones meteorológicas cercanas a los obtenidos del registro sedimentario.

Cuando se produce un evento extremo de lluvia, la cantidad de sedimento que se deposita en el lago arrastrado desde la cuenca de recepción aumenta y queda reflejado como una capa.

Gerardo Benito, investigador del MNCN que participa en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), ha dicho que “frente a lo que cabría esperar, hemos descubierto que el siglo XX es el periodo con menor número de tormentas extremas frente al final del siglo XIX, la época en la que más tormentas se produjeron”.

Imagen del registro sedimentario realizado por los investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) en la que se observan las líneas claras que marcan cada cambio de año. Las zonas marcadas indican depósitos producidos por eventos de lluvia extremos.

La influencia de la NAO en la climatología
Los investigadores también han podido comprobar la relación directa que existe entre la Oscilación del Atlántico Norte (NAO, por sus siglas en inglés) y las tormentas.

La NAO es un patrón climático que mide las diferencias de presión atmosférica entre los paralelos 65 (Islandia) y 37 (Islas Azores).

Cuando el índice NAO es positivo hay menos tormentas, porque los vientos que llegan del oeste cargados de humedad desvían su trayectoria hacia el norte de Europa. Sin embargo, cuando el índice es negativo los vientos no se desvían y hay más eventos extremos en el Mediterráneo”, concluye Corella.

Intuimos que existe relación entre los eventos de lluvia extremos y la radiación solar, pero aún no disponemos de datos concluyentes”.

En la investigación también han participado el Instituto Pirenaico de Ecología, del CSIC, y el instituto alemán Geo Forschungs Zentrum (GFZ) de Potsdam.

lunes, 19 de mayo de 2014

Los ciclones se van hacia los polos

La fase de más intensidad de los tifones se desplaza unos 50 kilómetros por década.

Muchas regiones del planeta, especialmente en el Pacífico y en el Índico, que solían estar a salvo de los devastadores efectos de los ciclones tropicales, tienen cada vez más riesgo de ser asoladas periódicamente por estas gigantescas tormentas especialmente intensas. El tifón Haiyan (2013), o los huracanes Katrina (2005) y Sandy (2012) son dramáticos ejemplos. La actividad de los ciclones tropicales, desde hace 30 años, se está desplazando desde la banda tropical hacia los polos al buen ritmo de algo más de 50 kilómetros por década (53 y 62 kilómetros en los hemisferios Norte y Sur, respectivamente). A la vez que la fase de máxima intensidad de las tormentas migra hacia latitudes altas y amenaza a las zonas costeras allí, el riesgo puede ser menor en las regiones tropicales que tradicionalmente soportan tifones y huracanes. Pero este potencial alivio puede a la vez convertirse en un problema ya que estas tormentas de vientos huracanados y generadoras de inundaciones son clave para alimentar las reservas de agua en esas regiones.

Pese a que hay muchas incógnitas aún acerca de los mecanismos y la futura evolución de esta migración de los ciclones, los científicos constatan que el fenómeno coincide con la conocida expansión de los trópicos hacia los polos, fenómeno que se ha relacionado, al menos en parte, con el cambio climático inducido por la actividad humana. “Ahora que vemos esta clara tendencia, es crucial comprender sus causas de forma que podamos anticipar qué va a ocurrir en los próximos años y décadas”, señala Gabriel Vecchi, científico de la Agencia Nacional de Océano y Atmósfera (NOAA) estadounidense.


Imagen en infrarrojo del tifón Usagi desplazándose hacia Hong Kong en 2013. / NOAA
James Kossin (NOAA), Vecchi y Kerry A. Emmanuel (científico del Instituto de Tecnología de Massachusetts), han analizado la tendencia de los ciclones tropicales localizando dónde alcanza cada uno su máxima intensidad. Así han descubierto el proceso de migración hacia latitudes cada vez más altas. Y este desplazamiento, afirman en su artículo en la revista Nature, “puede relacionarse con la expansión tropical que se considera tiene una contribución antropogénica”.

Las tormentas tropicales intensas o ciclones (denominados tifones en la región del Pacífico occidental y huracanes en el Atlántico) son fenómenos que se originan en condiciones de bajas presiones, altas temperaturas del agua oceánica, máxima humedad y no mucha diferencia entre las velocidades del viento en la baja y alta troposfera. Los requisitos para su formación se dan precisamente en los trópicos y se desarrollan y desplazan alimentados por el agua del mar, por lo que se desvanecen al poco de llegar a las regiones costeras, donde producen, al entrar, daños devastadores sobre todo si la población no está preparada y protegida. Estas condiciones imprescindibles impiden que el desplazamiento hacia los polos observado continúe indefinidamente, señala Hamish Ramsay, experto de la Universidad Monash (Australia), al comentar el trabajo de Kossin y sus colegas. Sencillamente llega un momento en que el régimen de vientos y la esencial temperatura alta del agua (unos 26 grados) impiden la supervivencia del ciclón tropical, a no ser que se den “cambios no plausibles de las restricciones físicas fundamentales en la circulación atmosférica, como la tasa de rotación de la Tierra”, ironiza Ramsay.

Pese a que los ciclones tropicales se conocen bien y se observan y vigilan perfectamente, lo que facilita la alerta para que las zonas de riesgo puedan prepararse, en la investigación del cambio climático vienen siendo una pesadilla, hasta el punto de que en el último informe (AR5) del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas se clasifica con un “nivel de confianza bajo” la predicción para el futuro de una mayor intensidad de la actividad de estos fenómenos. Un problema es que su frecuencia es relativamente baja como para poder discernir claramente una tendencia en las décadas recientes, en las que se tienen datos precisos sobre los ciclones.

La expansión de los trópicos está relacionada con el cambio climático

Hace falta investigar más y a más largo plazo para poder determinar si el desplazamiento hacia los polos de la máxima intensidad de los ciclones puede ser relacionada con la actividad humana”, advierten ahora muy prudentemente los investigadores de la NOAA. Y el fenómeno no es uniforme, según los resultados de Kossin, Emanuel y Vecchi, con la máxima migración observada en los últimos 30 años en el Pacífico Norte y Sur, así como en el Índico, mientras que no se observa esta tendencia en el Atlántico.

Los hallazgos de Kossin y sus colegas aportan conocimiento sobre la respuesta de la actividad global de los ciclones tropicales al cambio climático”, señala Ramsay. Sin embargo, añade, quedan pendientes de respuesta cuestiones clave, como si los futuros cambios en los patrones de vientos harán que los ciclones se acerquen más o se alejen de las costas; qué mecanismos concretos están provocando la expansión tropical y cómo encaja esto con los factores conocidos que modulan la intensidad de los ciclones tropicales.

El trópico ensanchado
La franja tropical de la Tierra es cada vez más ancha. La frontera entre los trópicos y las latitudes medias, definida por los regímenes específicos de vientos se está expandiendo, debido al calentamiento global, hacia latitudes cada vez más altas. Y aunque a menudo se identifica el trópico con regiones húmedas, precipitaciones torrenciales y vegetación exuberante, precisamente la frontera con las latitudes medias significa lo contrario: los grandes desiertos tórridos del planeta. Desde 1979, el cinturón atmosférico tropical se ha ensanchado entre 225 y 530 kilómetros, sumando el efecto en ambos hemisferios.

La circulación atmosférica es determinante en las condiciones climáticas del trópico y se caracteriza por las corrientes en ascenso desde el ecuador y el descenso en la zona subtropical (cédulas de Hadley). Esa circulación térmica, con el aire seco descendiendo hacia la superficie terrestre es la que genera los desiertos, y el desplazamiento hacia latitudes altas de la frontera significa que las regiones de las latitudes subtropicales se van desertizando, con cambios en los regímenes de precipitaciones y tendencia a sufrir más frecuentes sequías. La zona del Mediterráneo, el suroeste de Estados Unidos, el sur de Australia, el norte de China y el Altiplano sudamericano son zonas claramente afectadas, por lo que los expertos ya advierten que cada vez tendrán un clima más seco y más caliente, sobre todo en verano.

Es, fundamentalmente, el calentamiento global inducido por la acción humana el que está provocando estas alteraciones climáticas, señalan los científicos. Han identificado algunos factores concretos que intervienen en la expansión tropical, además del incremento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, como la mayor concentración de aerosoles (partículas contaminantes emitidas en la quema de combustibles fósiles) o la circulación del ozono estratosférico.

La expansión registrada de los trópicos, desde hace 35 años, ha sido de entre medio y un grado de latitud por década.
Distribución global de los ciclones tropicales en su fase de mayor intensidad entre 1982 y 2012. 

martes, 13 de mayo de 2014

La fusión de los glaciares de Antártida occidental es irreversible

El colapso de los glaciares aumentará el nivel del océano hasta en 1,2 metros

El colapso de los glaciares en la extensa región de hielo de la Antártida occidental parece inevitable. Dos equipos científicos independientes pero trabajando sobre la misma zona llegan a la misma conclusión de que el proceso, que se puede acelerar en el futuro, ha empezado ya. La buena noticia, dice la revista Science, donde se da a conocer una de las investigaciones, es que aunque la palabra colapso implique cambio rápido, el escenario más veloz es de 200 años, y el más lento, de 1.000. Pero la mala noticia es que ese colapso es inevitable. Y tal es la cantidad de hielo acumulado en la Antártida occidental, que su fusión provocaría una elevación del mar de 1,2 metros. “Este sector será uno de los contribuyentes principales a la subida del nivel del mar en las décadas y siglos venideros”, señala el glaciólogo Eric Rignot, científico de la Universidad de California en Irvine y de la NASA en el Jet Propulsion Laboratory.

Aunque los procesos implicado son complejos, los científicos señalan como principal desencadenante el flujo de aguas más calientes en torno al continente blanco que va lamiendo el borde de los glaciares al hacerlos más frágiles. “Hasta ahora cuando veíamos el adelgazaiento [de los glaciares] no sabíamos si se ralentizaría más tarde, de modo espontáneo o por algún efecto de retroalimentación”, señala Ian Joughin, glaciólogo de la Universidad de Washington y líder del grupo que da a conocer sus resultados en Science esta semana. “No hay un auténtico mecanismo de estabilización que podamos ver”, añade.

La Antártida es un escollo especialmente difícil para los científicos del cambio climático, donde múltiples factores se entrecruzan e influyen mutuamente. No es el aumento de la temperatura del aire allí lo que produce las alteraciones, sino el calentamiento de las aguas oceánicas,los cambios en los regímenes de vientos que las empujan hacia las costas heladas, la dinámica propia de los glaciares, etcétera. En concreto, sobre la estabilidad de los glaciares de la región occidental ha habido debates desde hace tiempo.

Mapa en alta resolución del adelgazamiento de la capa de hielo en el glaciar Thwaites en la Antártida. / DAVID SHEAN (UNIVERSIDAD DE WASHINGTON)

Joughin y sus colegas se han centrado en un glaciar en concreto, el Thwaites, para investigar su sensibilidad a la fusión producida por el calentamiento del mar y su estabilidad. Han combinado datos de satélite con un modelo avanzado desarrollado por ellos que, de entrada, reproduce con rigor la evolución de esa masa de hielo en los últimos 18 años, lo que lo valida su fiabilidad. Luego han dejado correr su simulación hacia el futuro en distintos escenarios de velocidad de fusión del hielo, dependiendo de la cantidad de calentamiento. En el peor de los casos, el ritmo de pérdida de hielo se mantiene moderado durante los próximos 200 años y entonces empieza la fase acelerada de colapso; en el caso más conservador, se aplaza el proceso a 1.000 años, pero los investigadores señalan que el escenario más probable se sitúa entre 200 y 500 años.

Plazos similares encuentra el otro equipo de científicos, liderado por Rignot y que da a conocer sus resultados en la revista Geophysical Research Letters. Ellos se han ocupado de seis glaciares de la Antártida occidental, incluido el Thwaites. Su conclusión es contundente: “Han pasado el punto de no retorno”.

La enorme extensión helada de esa zona del continente blanco está en declive irreversible y no hay obstáculos que impidan la fusión de ese hielo en el océano, fusión que está siendo más rápida de lo que se creía hasta ahora. Estos glaciares ya contribuyen en gran medida a la subida del nivel del mar que se está registrando en el planeta, dado que aportan casi tanta agua al océano anualmente como toda la capa helada de Groenlandia, apuntan.

El continente es un escollo para los científicos del cambio climático
Los cambios en el flujo de los glaciares, la parte de ellos que flota sobre el mar en la costa y la pendiente del terreno por la que se desplazan son los factores clave de su evolución. El primer punto, la aceleración del flujo de los glaciares en esa región del continente blanco en los últimos 40 años ya se conocía, el mismo Rignot y su grupo de investigación han tratado el fenómeno recientemente. Ahora, con nuevos análisis de los datos de radar tomados por satélites (sobre todo los ERS-1 y ERS-2 de la Agencia Europea del Espacio, ESA), se ocupan de los otros dos factores, la parte flotante de los glaciales y el terreno en el que se asientan.

A medida que los glaciares adelgazan aumenta su extensión flotante y los investigadores afirman que han adelgazado ya tanto que ahora flotan en zonas donde antes estaban sólidamente reposando en el fondo. La aceleración del desplazamiento de los hielos y su adelgazamiento están directamente relacionados: al ser más rápido su flujo, se estiran y adelgazan de forma que una mayor extensión de ellos se convierte en hielo flotante. También la topografía influye ya que en esa región del terreno está bajo el nivel del mar, lo que significa que al reducirse, el glaciar no alcanza el mar y el agua más templada se acumula y acelera su fusión. En cinco de los seis glaciares estudiados no hay obstáculos en el terreno que contengan el hielo.

El colapso de este sector de la Antártida parece imparable y el hecho de que el retroceso de los glaciares se esté produciendo simultáneamente en un área tan grande sugiere que está desencadenado por una causa común, como el incremento de la cantidad de calor oceánico bajo las partes flotantes de los glaciares, así que parece inevitable el fin de este sector”, concluye Rignot.

lunes, 12 de mayo de 2014

La desaparición de las abejas amenaza el 70% de cultivos para consumo humano

El beneficio económico en España de los insectos polinizadores es de 2.400 millones de euros

Casi tres cuartas partes de los cultivos para consumo humano españoles dependen de la polinización que realizan los insectos. Y el declive de la población de abejas y de otros polinizadores, según un estudio presentado hoy en Barcelona por Greenpeace, pone en peligro la producción de alimentos como kiwis, calabazas, melones, sandías, calabacines, manzanas, melocotones o almendras. Estos son algunos de los cultivos más dependientes de la polinización de los insectos y, por este motivo, la entidad ecologista alerta de que, en algunos casos, su producción podría caer hasta un 90% e, incluso, llegar a desaparecer.

En el estudio de Greenpeace se pone de relieve la importancia que los insectos polinizadores tienen para el sector agrícola. La entidad calcula que el valor económico de este "trabajo gratis" supera los 2.400 millones de euros, según datos del 2011. La ONG ha calculado esta cifra en base al mismo modelo que utiliza la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO). Un método que toma el valor total de un cultivo (que depende del precio del productor y de la producción) y la parte de este que es responsabilidad de la polinización por insectos; "un valor conservador", asegura la ONG. Esta herramienta de la FAO solo incluye cultivos para consumo directo y excluye los forrajeros; prados y praderas, y huertos familiares. Por comunidades autónomas, el trabajo de los insectos en Andalucía, con 878 millones de euros, fue el que tuvo un valor económico superior. Le siguieron Cataluña (321); Murcia (249); Aragón (194) y Extremadura (183).

Pero este "trabajo" de los insectos, y en especial de las abejas, está amenzado. El sector apícola denuncia que la mortalidad de abejas se sitúa entre el 20% y 40% en el conjunto de España y, en el caso de Galicia, el 56% de las colonias de abejas han desaparecido desde el año 2000. Un caso similar es el de las mariposas, que también llevan a cabo la polinización, ya que su población se ha visto reducida a la mitad en 20 años. Greenpeace ha advertido que es necesario tomar decisiones respecto a este problema, ya que "de ello dependen las generaciones futuras".

La entidad ecologista relaciona la alta tasa de mortalidad de la población de abejas con, especialmente, el uso de productos fitosanitarios y, "paradójicamente, a la agricultura tradicional". Greenpeace alerta de que en España el uso de pesticidas aumentó un 56% entre 1990 y 2010. Asimismo, la ONG pide que se prohíban 319 productos fitosanitarios que el propio Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente califica como “muy peligrosos”, “peligrosos” o incluso “alta peligrosidad” para las abejas. Asimismo, Greenpeace ha advertido esta mañana del peligro que supone para la agricultura la instalación en varios puntos de España de la avispa asiática, un insecto llegado de China que basa parte de su dieta en abejas locales.

La organización urge a los gobiernos el desarrollo de un plan integral de acción para proteger a las abejas melíferas y demás polinizadores, y establecer una hoja de ruta para que, en 2050, el 100% de los cultivos españoles sean ecológicos. Para empezar, la entidad propone ampliar a 7,6 millones las hectáreas destinadas al cultivo ecológico en España, lo que supondría un 30% del territorio agrícola.

La organización ha recordado que, a pesar de que la polinización es una actividad que pasa "muy desapercibida", su función es "fundamental", ya que de ella depende un tercio de la alimentación mundial. Greenpeace afirma que España "tendría que ser el principal defensor de estas especies", ya que es una de las más importantes economías agrícolas de Europa y en la que hay un mayor número de apicultores.

El sector español más afectado por la reducción de la población de abejas es, según la entidad, el de los frutos secos, seguido por el frutícola y el hortícola. Especialmente grave es el caso de la industria de la almendra en España, que es la segunda del mundo, ya que su supervivencia depende en un 90% de la polinización.
Fotografía facilitada por el Fondo de Protección de Animales Salvajes (FAPAS), en la que una abeja melífera poliniza una planta.

La ciudad se ahoga en una partícula

Nueve de cada diez habitantes de las urbes del mundo respiran aire contaminado

La OMS recuerda que 2,6 millones de personas mueren al año por esta causa

La calidad del aire que se respira en la mayoría de las ciudades del mundo empeora, alertó ayer la Organización Mundial de la Salud (OMS), y con ella aumenta el riesgo de que su población padezca enfermedades respiratorias, coronarias y otras patologías relacionadas con la contaminación. Casi el 90% de las urbes sobre las que se han recopilado datos —1.600 en 91 países— superan los niveles recomendados por la OMS de un tipo de contaminación, las partículas en suspensión, muy relacionado con el tráfico, la industria y las calefacciones. Los datos vuelven a llamar la atención sobre un problema al que hace unas semanas la OMS también puso cifras. Estimó que uno de cada ocho fallecimientos en el mundo se producen como consecuencia de la exposición al aire sucio: siete millones en 2012.

Hemos visto que la situación empeora, sobre todo en países de crecimiento económico rápido, los llamados emergentes. En los industrializados, los datos no mejoran como venían haciéndolo en los últimos 20 o 30 años”, señala María Neira, directora del departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS. Recopilar y hacer pública esta base de datos, “la más grande del mundo sobre calidad del aire y población urbana”, pretende contribuir a “concienciar y movilizar” sobre un problema que, insiste, “tiene un impacto clarísimo en nuestra salud”. Al teléfono desde Ginebra, Neira subraya que la OMS no ha querido “castigar” a las ciudades con peores datos exponiéndolas, sino “apreciar su trabajo al monitorizar la situación y estimular a otras para que hagan lo mismo”.

Los datos presentados ayer actualizan una base de datos que ahora cuenta con 500 ciudades más que en el anterior recuento, de 2011. Solo el 12% de estas urbes respiran lo que la organización considera aire limpio, que en el caso de las partículas PM10 —llamadas así por su diámetro, inferior a 10 micras— es de una media anual de 20 microgramos por metro cúbico. Peshawar y Rawalpindi, ambas en Pakistán, son las ciudades más contaminadas, con registros que multiplican hasta por 27 los máximos recomendados: 540 y 448, respectivamente. De las 20 ciudades con peor calidad del aire, la mitad están en la India. Nueva Delhi marca 286.

Muy lejos de los datos europeos, que rondan los 60 en ciudades búlgaras y polacas y bajan hasta los 11 de Reikiavik o los 12 de Copenhague. En España, la ciudad más contaminada es La Línea de la Concepción, con 33. Barcelona, con 25, y Madrid, con 22, superan las recomendaciones de la OMS, pero, como ocurre en el resto de Europa, los registros son de los más bajos en la clasificación mundial.

La mitad de la población urbana objeto del estudio está expuesta a niveles al menos dos veces y media superiores a los que la OMS recomienda no superar, recuerda Neira. Las causas son variadas: la dependencia de los combustibles fósiles, como en las plantas que producen energía con carbón; el transporte en vehículos privados; la escasa eficiencia energética en los edificios (cómo se calientan o enfrían y aíslan) y el empleo de biomasa para cocinar y para las calefacciones. “Hablamos de zonas urbanas, así que el transporte, el tipo de vehículos y la clase de combustible que usan, juega un papel muy destacado”, afirma la experta.

Los científicos apuntan a los vehículos que funcionan con motores diésel como los grandes culpables de la mala calidad del aire de muchas ciudades. Emiten más partículas microscópicas y óxidos de nitrógeno que los de gasolina. A mediados de 2012 la OMS certificó que los humos del diésel causan cáncer de pulmón. La organización ha recomendado que se reduzcan los valores límite de partículas PM2,5, también llamadas partículas finas (menos de 2,5 micras de diámetro), las que genera la combustión de carburantes fósiles, especialmente los vehículos diésel. Están compuestas por elementos tóxicos, como metales pesados, y son muy peligrosas porque, al ser tan pequeñas, penetran con facilidad en las vías respiratorias. Varios estudios las han relacionado con la mortalidad por causas cardiovasculares y respiratorias.

La base de datos de la OMS también recoge las mediciones de PM2,5 y muestra que Nueva Delhi, con una media anual de 153 microgramos por metro cúbico, es la ciudad más sucia del mundo para este contaminante. De las 20 ciudades con peores registros, 13 están en la India. La OMS tiene establecidos 10 microgramos de media anual como el umbral de protección a la salud. En Europa, los peores datos están en Polonia, con alguna ciudad por encima de 40, y en República Checa, con varias que superan los 30.

A finales de abril pasado la OMS reveló en otro informe que la contaminación es más dañina para la salud de lo que se creía. El vínculo entre la exposición al aire sucio y las enfermedades respiratorias, cardiovasculares, los accidentes cerebrovasculares (ictus) y el cáncer resultó ser mucho más estrecho. La organización cuantificó que unos siete millones de muertes en 2012 se podían atribuir a la contaminación, parte a la atmosférica (2,6 millones) y parte a la interior (4,3), la que se produce dentro del hogar por cocinar con fuegos abiertos, estufas de carbón, leña o biomasa.

La agencia de la OMS que investiga el cáncer (IARC, en sus siglas en inglés) actualizó hace unos meses su clasificación y situó la contaminación ambiental en el nivel 1, el más alto, el de las sustancias sobre las que no cabe duda científica acerca de su relación con el cáncer.

Planes en el aire

ANA GABRIELA ROJAS, NUEVA DELHI
Siempre quise vivir en India, así que cuando me destinaron a Nueva Delhi fui con mucha alegría. Pero apenas llegué, me di cuenta de que sería fatal para mi salud”, explica Sara, una empleada de la ONU. Tuvo que pedir el traslado porque sus problemas de alergias le hacían imposible respirar en la que la OMS ha confirmado como la ciudad más contaminada del mundo en partículas en suspensión PM2,5, por encima de Pekín.

Los expertos ya habían alertado de los problemas de salud en la capital de India. “La contaminación del aire es el quinto factor de muerte en India. Las partículas (PM10 y PM2,5) entran en los pulmones y causan problemas respiratorios y cardiacos, además de cáncer”, dice a medios locales Anumita Roychowdhury, del Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente. Funcionarios del Gobierno de la ciudad admiten fuera de los micrófonos que el Ministerio del Medio Ambiente les ha pedido un plan para mejorar la calidad del aire, pero que la implementación se ha retrasado porque el Gobierno todavía no está decidido: son tiempos electorales en la mayor democracia del mundo. El plan incluye más autobuses de gas y el uso de energía solar.

Un horizonte invisible
PAULA CHOUZA, MÉXICO D. F.
La Ciudad de México sigue ahogándose. Tan siquiera un día a la semana, si uno mira al horizonte, es posible ver las montañas que rodean la capital del país. Aunque el problema medioambiental en el Distrito Federal —con 20 millones de habitantes en toda su área metropolitana— se remonta a los años ochenta del siglo pasado y el Gobierno registra continuamente las emisiones, la ciudad sigue suspendiendo todos sus exámenes. Entre el 1 de enero y el 29 de agosto de 2013, el 43% de los días —casi cuatro meses completos—, los niveles de ozono excedieron los límites establecidos. Hace 23 años, la Ciudad de México instauró un programa que impide el tráfico de algunos vehículos en función del día de la semana para reducir las emisiones y promover la modernización del parque automovilístico. Hoy está en revisión por obsoleto. Mientras, la capital decreta alertas cada vez que los niveles de ozono suben, de forma frecuente. Cuando sucede, se recomienda no fumar en espacios cerrados y se prohíben las actividades al aire libre. Un estudio de 2013 revela que cada año mueren en el país 14.000 personas por enfermedades relacionadas con la contaminación.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Científicos chilenos descubren influenza aviar en pingüinos de la Antártida

Científicos del Instituto Antártico Chileno (Inach) anunciaron hoy el descubrimiento en pingüinos del Continente Blanco del virus de influenza aviar, que además ha evolucionado aisladamente del resto del mundo.


El análisis de muestras recogidas durante la expedición científica antártica del verano (austral) de 2013 arroja un novedoso resultado: la presencia de virus de influenza aviar en pingüinos adelia“, informó hoy el Inach, organismo con sede en Punta Arenas, 2.200 kilómetros al sur de Santiago.


El hallazgo es el resultado de una investigación llevada a cabo por el Instituto Antártico Chileno junto con el Centro de Colaboración para la Referencia e Investigación de la Influenza que la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene en Melbourne (Australia).

El proyecto, liderado por el doctor Daniel González, de la Universidad de Concepción (Chile), reunió muestras de 301 ejemplares de pingüino adelia (Pygoscelis adeliae) durante la última expedición.

El material, mantenido a -80 ºC, fue llevado al laboratorio australiano para su análisis serológico, molecular y filogenético.


El virus de influencia aviar fue hallado en ocho individuos (seis adultos y dos polluelos) y posteriormente fue cultivado en huevos embrionados, para demostrar su infectividad.


La posterior secuenciación completa del genoma viral y la comparación de estas secuencias con las disponibles en bases de datos de virus animales y humanos conocidos arrojaron que se trataba de algo nunca antes descrito”, señaló el doctor González.

Riesgo mínimo para las personas
Una de las conclusiones más trascendentes fue que todos los genes presentes en el virus eran muy distintos a los otros virus aviares contemporáneos del resto del mundo, “lo que sugiere que evolucionó aisladamente” en el Continente Blanco, concluyó el Instituto Antártico Chileno.

Si bien este virus no causa enfermedad en los pingüinos, se sabe que los virus tienen una alta capacidad de mutación, con la posibilidad de volverse patogénicos”, informó la institución científica.

El riesgo para las personas que visitan la Antártida es mínimo, porque es un contacto no estrecho entre animales y personas, y además el virus encontrado está adaptado a pingüinos”, aseguró el Inach.

Distinto sería si el virus mutase y se volviera patógeno para las personas, pero eso afortunadamente es poco probable”, precisó el investigador de la Universidad de Concepción.

Según el doctor González, “al parecer los pingüinos han aprendido a convivir con este tipo de patógenos sin problemas”, porque existe una especie de equilibrio entre el patógeno, el hospedador y el ambiente.

Lo que nos preocupa es que esta situación de equilibrio desaparezca, por efectos humanos principalmente”, agregó el científico chileno que lideró el proyecto.

Aunque varios investigadores habían buscado antes estos virus en la Antártida, nunca se había logrado determinar su presencia y viabilidad como en esta investigación, pues solo habían detectado anticuerpos contra la influenza y no partículas virales infectivas que se pudieran analizar a tal profundidad.

La comunicación de esta novedad científica está disponible en la revista de acceso abierto mBio® de la American Society for Microbiology (ASM).
Fotografía cedida por la Universidad de Concepción (Chile) que muestra a dos científicos pesando un pingüino en la Isla Rey Jorge (Antártida). 

lunes, 5 de mayo de 2014

Los insectos que se alimentan de raíces amenazan a los sumideros de carbono

Los insectos que se alimentan de las raíces de los árboles afectan a la capacidad de los bosques de actuar como sumideros naturales de carbono y contrarrestar los efectos del cambio climático.

Algunos estudios prevén que el aumento de los niveles atmosféricos de CO2 provocará una especie de “efecto de fertilización” mediante un aumento en el ritmo de la fotosíntesis y el incremento de la biomasa vegetal del planeta. Pero Scott Johnson, experto en ecología de la Universidad de Western Sydney, y su colega Markus Riegler, consideran que estas proyecciones han soslayado el impacto que puedan tener los insectos que se alimentan de las raíces de los árboles.

Para los científicos, estos insectos tienen capacidad para limitar el aumento de la biomasa provocado por el aumento del CO2, el alimento de las plantas en el proceso de fotosíntesis que, en interacción con el agua, libera oxígeno a la atmósfera.

Para efectos del estudio, Johnson y Riegler sometieron a un grupo de árboles jóvenes de eucalipto (Eucalyptus globulus) a diversos niveles de concentración de CO2 y a la presencia los insectos que se alimentan de raíces en un invernadero, según el estudio divulgado por la cadena local ABC.

Los niveles de CO2 fijados fueron de 400 partes por millón, que es el actual, y de 600 partes por millón, concentración que se pronostica tendrá el planeta en unas tres a cuatro décadas.
Asimismo, los expertos utilizaron un tipo de escarabajo rinoceronte (Xylotrupes Gideon australicus), cuyas larvas viven en la tierra y se alimenta de raíces.

En los experimentos, los árboles crecieron con mayor rapidez en ambientes de mayor concentración de CO2, tal y como se esperaba, pero esto se daba solamente en la ausencia de los escarabajos.

En el caso en que no habían escarabajos, la biomasa de brotes y raíces crecieron en un 46 y 35 por ciento, respectivamente, según la ABC.

Pero cuando los científicos colocaron escarabajos en ese mismo ambiente de alta concentración de dióxido de carbono, “las plantas básicamente dejaron de crecer” por su incapacidad de “sacar provecho de los altos niveles de CO2″, explicó Johnson.

Los investigadores también descubrieron que cuando los escarabajos rinoceronte estaban sobre las hojas, los árboles tenían un 9 por ciento menos de agua que los otros eucaliptos libres de estos insectos.

“Si las plantas no van a crecer como se esperaba o no van a desarrollarse bien, entonces se reducirá el secuestro de carbono”, lo que evita que sea emitido a la atmósfera, comentó el investigador australiano.

domingo, 4 de mayo de 2014

Catalogan y estudian los lagos de Mongolia para saber más de los de España

Pretenden catalogar más de 12.000 lagos y lagunas de la estepa de Mongolia, identificar nuevas especies de crustáceos desconocidas hasta ahora y desarrollar estrategias para diagnosticar el estado de los lagos de la Península Ibérica. Este es el reto de una investigación que está desarrollando la Universidad de Barcelona.

El proyecto, dirigido por el colaborador del Departamento de Ecología de la UB y experto en limnología de lagos y humedales, Miguel Alonso, consiste en realizar un catálogo limnológico de los lagos de Mongolia, un árido país centroasiático con lagos y zonas húmedas similares a los de las estepas y montañas ibéricas.

“En Mongolia encontramos lagunas en un estado excepcional de conservación, intactos desde hace miles de años, que son similares a las que existían en la Península Ibérica antes de ser destruidas por la acción humana”, ha explicado Alonso.

Los lagos esteparios se encuentran en las regiones de clima continental en diferentes latitudes de todo el planeta y suelen ser lagos poco profundos, muy frágiles, que se desecan fácilmente y con una elevada productividad biológica.

“Los lagos esteparios son ecosistemas extraordinariamente valiosos”, ha destacado Alonso, que desde 2005 ha estudiado lagos permanentes de agua dulce, lagunas temporales de aguas mineralizadas o lagos hipersalinos en sus expediciones a Mongolia.

El proyecto ha permitido hasta hoy estudiar 880 lagos esteparios del país mongol en el marco del Programa de Conservación de la Biodiversidad de Endesa y con la colaboración de la Universidad Nacional de Mongolia.

Según Alonso, los lagos esteparios asiáticos son muy similares a los de la Península Ibérica y comparten muchas similitudes en hidromorfología y en comunidades biológicas.

“La investigación -ha agregado Alonso- nos permite establecer comparaciones y relaciones biogeográficas entre especies de los lagos esteparios ibéricos, que están desaparecidos o profundamente alterados en la actualidad”.

“Este proyecto también ayudará a establecer indicadores sobre el estado ecológico de referencia en lagos esteparios de la Europa industrializada, tal como exige la normativa europea actual”, ha añadido el ecólogo.

El proyecto también ha permitido descubrir algunas nuevas especies de crustáceos branquiópodos, un grupo muy antiguo de crustáceos, considerados auténticos fósiles vivientes que aún conservan características ancestrales y algunos tienen una alta afinidad con especies que viven lagunas de España.

Según Alonso, “estudiamos los crustáceos como bioindicadores porque son organismos muy fieles a su hábitat natural, con un ciclo de vida relativamente largo, y dejan rastros biológicos fácilmente reconocibles y permanentes de gran interés científico, incluso para reconstrucciones paleoclimáticas”.

Alonso, discípulo de Ramon Margalef, ha advertido de que la sobreexplotación de acuíferos por la minería y los trasvases hidrológicos son las amenazas más directas para conservar estos ecosistemas de las llanuras mongoles.

El ecólogo ha señalado que en la Península Ibérica la situación de los lagos esteparios es “realmente alarmante”.

“En nuestro país, existen zonas esteparias que son únicas en la Europa occidental, como los Monegros, la cuenca del Ebro, la cuenca del Duero, el Tajo- Guadalquivir, la Mancha… pero en los últimos años se han hecho intervenciones que han provocado la desaparición de muchas de las lagunas más emblemáticas en estas áreas”, ha lamentado. 
Más información:

jueves, 1 de mayo de 2014

Un vertedero en el fondo del mar

Diez años de investigación revelan gran acumulación de basura en los lechos oceánicos europeos

Organismos internacionales alertan del daño al ecosistema

Naciones Unidas estima que cada año 6,4 millones de toneladas de basura acaban en los océanos de todo el mundo. Aves marinas, tortugas y mamíferos mueren al ingerir o enredarse en objetos de plástico, redes de pesca y otros residuos peligrosos. La degradación de algunos de ellos genera microplásticos que pueden contaminar toda la cadena alimenticia. El impacto más visual de esta suciedad marina son las gigantescas islas de plástico que flotan en varios océanos, como el llamado séptimo continente, un impresionante vertedero marino en el Pacífico al que se supone una superficie de entre tres y siete veces España. Pero, ¿qué ocurre en el lecho marino, allí donde nadie ha buscado esa basura?

Un estudio publicado ayer en PLOS One da respuesta a la pregunta. Varios equipos de investigadores de toda Europa han estado más de una década tomando muestras en 32 puntos repartidos por el Atlántico, el Ártico y el Mediterráneo. Y han encontrado que la basura generada por el hombre está en todas partes: desde las playas hasta los fondos marinos más profundos y más remotos. Lugares tan recónditos que ni siquiera se habían explorado hasta entonces. “En muchos casos, estas han sido nuestras primeras visitas. Ha sido sorprendente comprobar que nuestra basura ha llegado allí antes que nosotros”, resume Kerry Howell, de la Universidad de Plymouth (Reino Unido).

Imágenes de restos encontrados durante los muestreos.
Bolsas de plástico, botellas, redes de pesca, madera, vidrio y todo tipo de metales aparecieron en profundidades que van de los escasos 35 metros del Golfo de León hasta los 4.500 del cañón submarino de Cascais. Se encontró basura cerca de la costa, en la plataforma continental, pero también a 2.000 kilómetros del litoral, en la dorsal mesoatlántica, la cordillera submarina que divide el océano de norte a sur. Los autores del trabajo, procedentes de 15 instituciones científicas europeas, destacan que el alto coste y las dificultades técnicas de tomar muestras en las profundidades marinas habían impedido hasta ahora obtener un mapa de los lugares y los tipos de basura de los océanos. Y, por extensión, de conocer el alcance del problema.

A Joan B. Company, investigador del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC), no le parece que sea una exageración llamar vertederos a los océanos. “Tenemos el fondo del mar lleno de basura. Es como un sumidero”, asegura. El trabajo ha encontrado que un 41% de los residuos son plásticos; un 34%, redes de pesca; otro 7% corresponde a metales; un 4%, vidrio; un 1% clinker (residuo de la calcinación de metales) y un 13%, otros tipos de basura. La densidad se ha medido en número de objetos encontrados por hectárea. “Imagínese que en la superficie de un campo de fútbol, una hectárea, a 2.000 metros de profundidad, donde no tendría que haber absolutamente nada, encontramos 30 objetos, desde una botella de vidrio a un bidón de metal o una red de pesca. Yo creo que es grave”, añade.

El equipo de Company investigó desde el cañón submarino de Blanes, delante de la costa de Barcelona, hasta Creta. Desde dos buques oceanográficos del CSIC lanzaron al fondo redes de arrastre de pesca, con las que se atrapa desde pescado hasta la basura más inimaginable. “Hemos visto de todo. Desde una taza de váter hasta la caja de un bote salvavidas de un avión F-15, pasando por una cartera con documentos que la Policía de Creta creyó que pertenecía a un hombre desaparecido un año atrás”, explica, y añade que en algunos puntos extrajeron más basura que biomasa. Mientras el equipo del CSIC contó a mano lo que salió de las redes de arrastre, el resto de investigadores emplearon principalmente vídeos con imágenes submarinas tomadas por vehículos operados a control remoto.

“Desde que hace 20 o 25 años empezamos a estudiar la ecología de los grandes fondos marinos vimos que había basura. Sabíamos que estaba allí, y que en algunas zonas era realmente grave. Había que cuantificarla, y hacerlo a nivel europeo”, dice Company. “No se puede limpiar a 1.000 metros, así que no hay otra solución que prevenir. La basura no tiene que llegar allí”, añade. Lo saben bien en la Unión Europea, que incluyó el problema de la basura marina en la directiva marco de estrategia marina de 2008, y la ONU, que lo califica como “desafío global”. Los líderes mundiales firmaron en la Conferencia Rio+20 sobre desarrollo sostenible un compromiso “para reducir significativamente en 2025 la cantidad de desechos marinos y así prevenir daños al medio ambiente costero y marino”.

Coto a las bolsas
La Unión Europea se ha propuesto eliminar antes de 2019 el 80% de las bolsas de plástico que se consumen actualmente. El Parlamento Europeo ha exigido a los Estados miembros que tomen medidas para evitar que cada ciudadano de la unión emplee, de media, 200 al año. La Eurocámara plantea, por ejemplo, que se impida la distribución gratuita en supermercados y otras superficies, o que se establezcan tasas o impuestos. Mientras algunos países han conseguido reducir el número de bolsas, en otros se siguen entregando gratis y su consumo es muy elevado.

Cada año 8.000 millones de bolsas de plástico acaban en la basura, y eso significa que en parte también acaban en el mar. Solo el 6,6% se reciclan, según datos de la Comisión Europea. El daño medioambiental es enorme. Las tortugas marinas pueden perfectamente confundir una bolsa con una medusa, una de sus comidas favoritas. El plástico también se pega a los corales. Una bolsa de plástico tarda siglos en degradarse, y se va fragmentando en trozos minúsculos. Estudios recientes muestran que el zooplancton ingiere estos minúsculos trozos de plástico, que así entran en la cadena trófica. “Es prácticamente imposible encontrar un animal marino que no tenga restos de plástico en su organismo”, asegura Ricardo Aguilar, director de Investigación de Oceana. “En más del 90% de las inmersiones que hacemos encontramos basura o aparejos de pesca. Plásticos, latas, baterías de coche, pilas, incluso lavadoras. Y una de las principales basuras son las bolsas de plástico”, añade.