El biocarbón, según
explica la UPO en una nota, es una especie de carbón que se obtiene tras la
descomposición de residuos orgánicos, tales como restos de poda o de cosecha, a
través de la pirólisis.
Científicos
del Área de Ecología de la Universidad Pablo de Olavide, dirigidos por Antonio
Gallardo, participan en un estudio que evalúa la viabilidad del biocarbón como
sumidero de CO2 y su efecto como aditivo agrícola. Bajo el título Biocar, esta
iniciativa público-privada liderada por la empresa sevillana Zeroemissions
Techologies tiene como objetivo aprovechar las cualidades de este producto para
sacar rendimiento a los residuos agrícolas, a la vez que se reducen las
emisiones de gases de efecto invernadero y se mejora la producción de los
cultivos.
El biocarbón,
según explica la UPO en una nota, es una especie de carbón que se obtiene tras
la descomposición de residuos orgánicos, tales como restos de poda o de
cosecha, a través de la pirólisis. Este proceso, destinado a producir
bioenergía como el gas de síntesis, consiste en someter los residuos a altas
temperaturas en unas condiciones de baja concentración de oxígeno. El resultado
es un material que almacena en torno a la mitad del CO2 de la materia orgánica
descompuesta, utilizado por las plantas en sus periodos de crecimiento,
reduciendo con ello la emisión a la atmósfera de buena parte de este gas.
Además de
almacenar el dióxido de carbono, el biocarbón parece presentar otros beneficios
para el entorno. Existen indicios que apuntan a que su incorporación al suelo
podría mejorar las propiedades del mismo, favoreciendo la retención de humedad,
el aumento de la vida microbiana y, con ello, la producción agrícola.
Precisamente en estas dos líneas de conocimiento va el proyecto Biocar,
financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y en el que también
participa la Universidad de Córdoba.
En concreto,
la finalidad de esta iniciativa es medir si es positivo almacenar el CO2 y
conocer cómo responde el biocarbón al paso del tiempo y su impacto sobre el
suelo. Para lograrlo, el proyecto plantea un análisis de su ciclo de vida,
desde su producción hasta las consecuencias de su uso en plantas, los cambios
en las condiciones del suelo y emisiones asociadas. De este modo, en una
primera fase del estudio se están produciendo varios tipos de biocarbón
procedentes de distintos tipos de residuos agrícolas y forestales (cultivos de
trigo, girasol y maíz, así como restos de la poda del olivar y de poda forestal).
Dentro de
este proyecto, los científicos de la Universidad Pablo de Olavide están
centrados en el estudio del tiempo de degradación de los diferentes tipos de
biocarbón desarrollados en el suelo, así como su influencia en la
disponibilidad de algunos nutrientes para las plantas y la biomasa microbiana.
Todo ello para confirmar la hipótesis de que el uso de este material degradado
puede emplearse no sólo para almacenar dióxido de carbono sino también para
mejorar la producción agrícola, reduciendo con ello el uso de fertilizantes.
Para medir la
disponibilidad real de los nutrientes en el suelo, los expertos de la Olavide
utilizan unos "simuladores de raíces" (root simulators). Se trata de
un novedoso sistema diseñado por estos científicos y elaborado a partir de
resinas aniónicas y catiónicas. El resultado se introduce en el suelo con un
impacto mínimo y, una vez extraídas las raíces, sirven para cuantificar los
nutrientes esenciales que están disponibles para la planta, tales como el
amonio, el nitrato o el fósforo. Un uso con utilidad fuera también del
laboratorio, que ofrece a los agricultores calcular la necesidad de
fertilización de un cultivo, optimizando su uso y planificando su aplicación
temporal.
El proyecto
Biocar: Estudio del Biocarbón como Sumidero de Carbono tiene previsto concluir
en 2013. Con los resultados obtenidos, la empresa Zeroemission realizará un
análisis de la implantación del biocarbón como sumidero de carbono en España y
de la viabilidad de colocación de las plantas de producción de biocarbón según
la accesibilidad a los recursos. Finalmente se analizará el impacto económico
potencial de esta tecnología, teniendo en cuenta los costes de
implantación, las variaciones de producción vegetal y los beneficios medioambientales
que se obtengan.
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