Los océanos
tienen pendiente una transición. La demanda de pescado no deja de crecer: ha
aumentado un 32% desde 1992 frente a un aumento del 22% de la población. Al
contrario que la agricultura o la ganadería, en la pesca la única revolución
tecnológica ha sido la de capturar más y más. Según la FAO, “hay razones
para creer que la producción pesquera ha alcanzado el límite”.
Johanne
Gerhardt Fischer, responsable de pesquerías de la FAO, explica que hay tal
cantidad de pesquerías por especies y por zonas que es muy difícil dar un
estado global del océano.
“Las especies de profundidad, como el bacalao,
probablemente han alcanzado el pico, ya que desde los setenta se ha
estabilizado el volumen de pescado desembarcado. En los pelágicos, sin embargo,
se incrementaron mucho las capturas hasta principios de los noventa y luego se
estabilizó. Crustáceos y moluscos están también más o menos estabilizados. Por
eso tenemos razones para creer que probablemente los océanos están en el máximo
de explotación aunque no lo sea para todas las zonas clave”.
Pablo Abaunza
Martínez, próximo jefe de área de pesca del Instituto Español de Oceanografía (IEO),
pinta un panorama similar: “En Europa el 75% de los caladeros están
sobreexplotados. Hemos tocado techo. Igual podemos capturar más, pero a costa
de que los stocks acaben en peligro”.
Uno de los
temas en Río es el bajo nivel de protección de los océanos, menos del 1% de la
superficie frente al 15% de la tierra. Por ahí vendrán movimientos de
conservación. Australia, por ejemplo, ha anunciado que creará la mayor reserva
marina del mundo.
Si
una pesquería colapsa, como la del bacalao en Terra Nova, la recuperación no
siempre es sencilla, porque las interacciones en los ecosistemas marinos son
muy complejas. “Si dejas de pescar, no se recupera tan rápido. Puede que en
especies de vida corta, como la anchoa, sí que veas una recuperación más
rápida. Pero en general cuesta recuperar”, explica Abaunza.
Javier Garat,
secretario general de Cepesca, la patronal del sector, relativiza la situación:
“El 27% de los stocks están sobreexplotados, pero en muchos sitios se está
haciendo una gestión sostenible” y critica que hay “mensajes apocalípticos de
ONG” que anuncian océanos vacíos. En España había 21.000 barcos en 1986 y hoy
hay 10.400. Eso no implica que la flota haya disminuido la capacidad pesquera,
ya que las mejoras técnicas multiplican las capturas.
La solución
pasa —además de por adecuar la flota y buscar el rendimiento sostenible— por la
acuicultura. En los últimos 20 años se ha conseguido criar especies que parecía
imposible y que incluso sea competitiva la cría frente a salir al mar a
pescarlos.
Sin embargo,
Abaunza pide tener en cuenta que “la alimentación de los organismos que se
cultivan no puede ser a partir de la explotación de los recursos del mar”. Es
decir, que si se consigue criar el atún rojo pero se le alimenta a base de
peces obtenidos en alta mar, las ventajas se reducen. El objetivo, añade
Abaunza, es “conseguir las proteínas a través de las algas, para no
sobreexplotar”.
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