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viernes, 19 de abril de 2013

Orgánica y solar para el campo

Dos campesinos buscan el futuro de la agricultura india y apuestan por combinar alta tecnología y tradicionales técnicas ecológicas
Participan en un proyecto de la Fundación Vicente Ferrer

Gangadhar Bhukya está muy orgulloso de sus lombrices. Son trabajadoras incansables, y muy eficientes. Gracias a ellas ha conseguido librarse de los fertilizantes que utilizaba antes para cultivar cacahuete en sus 30 acres de tierra. “Los químicos dan resultado rápido, pero a la larga envenenan la tierra y le restan fertilidad”, asegura este campesino perteneciente a una etnia tribal de Anantapur, el segundo distrito más árido de India. Ahora son sus lombrices las que convierten en abono una mezcla de deshechos vegetales y heces de animales. “Es un proceso más largo, pero también mucho más natural y respetuoso con el medio ambiente”, explica mientras tamiza el abono en uno de sus viveros.

Bhukya es uno de los nueve agricultores de la zona que buscan en los productos orgánicos el futuro de la huerta india. Ha diversificado sus plantaciones para introducir mango, plátano, tomate, berenjena y guindilla, y participa en un programa de la Fundación Vicente Ferrer (FVF), que en medio siglo ha conseguido teñir de verde una tierra estéril, para impulsar los cultivos ecológicos y satisfacer una demanda en rápido crecimiento. “Se paga el doble por los alimentos orgánicos, y cada vez hay más clientes en las grandes ciudades”, asegura.

Sin duda, parece que eso debería ser un gran aliciente, pero no es fácil cambiar la mentalidad de los agricultores. “Cuidar de los cultivos orgánicos es más barato, pero lleva más tiempo, requiere más mano de obra y los frutos tardan más en llegar. Generalmente, el rendimiento de la tierra los primeros tres años es menor. Muchos no pueden esperar o no están por la labor de trabajar más”. Bhukya lleva la plantación junto a su mujer, y no están solos. Se han aliado con otro agricultor, Obularidy Bygari, para alimentar el interés por los métodos ecológicos. “A la gente le sorprende nuestra amistad, porque él es de casta alta y yo pertenezco a la tribu, pero creo que en esto tenemos que estar todos juntos”, sentencia Bhukya.

Tanto Bhukya como Bygari tienen suerte: solo les hace falta excavar diez metros para encontrar agua, un bien esquivo en Anantapur. “Cuando nací, en el pueblo había solo tres pozos y esto era un pedregal. Ahora, después del trabajo de la Fundación, tenemos 86 pozos y, aunque en algunos sitios hay que horadar hasta cien metros de profundidad, casi todo el mundo tiene acceso al agua”. Los pantanos que construyó la organización fundada por Vicente Ferrer han supuesto, sin duda, una gran revolución en la conservación y distribución equitativa de la lluvia. Y eso se ha traducido en una notable reducción de las migraciones temporales de los campesinos, y en un descenso de la tasa de suicidios, que sigue golpeando con dureza el ámbito rural indio.

La Fundación les ha proporcionado  placas solares para accionar las bombas de los pozos
“Nuestro trabajo ha permitido sumar 200.000 acres a la extensión de tierra cultivable en Anantapur, y esperamos duplicar esa cifra en cinco años”, avanza el experto en proyectos de ecología de FVF, Chalapathy Tiruveedula. “También hemos conseguido que se diversifiquen los cultivos y que aumente la productividad de la tierra, porque antes solo se sembraba arroz y el cereal requiere mucha agua”. Pero todavía son muy pocos los que apuestan por la agricultura orgánica.

Solo seis han solicitado unos certificados que, hasta el momento, únicamente han conseguido Bukhya y Bygari. “En la época de mis abuelos, la gente estaba más sana. Ahora hay demasiada química y muchos problemas ligados a la mala calidad de la alimentación. Los escándalos alimenticios se suceden casi cada día”, comenta Bygari, que crea sus propios pesticidas dejando fermentar hojas de chirimoya en orín de vaca.

“Cuando algunos ven nuestros métodos se creen que buscamos vivir como en la Edad Media, pero nada más lejos de la realidad”, argumenta Bygari. De hecho, la FVF les ha proporcionado placas solares para accionar las bombas de los pozos y poner así en funcionamiento modernos sistemas de riego que antes habría sido imposible instalar en un país que sufre un endémico déficit energético. “Todavía hay mucho desconocimiento sobre la agricultura ecológica en India, tanto entre productores como entre consumidores. Nosotros la entendemos como una combinación de técnicas antiguas, siempre respetuosas con la naturaleza, y tecnología de vanguardia”.

Bukhya y Bygari son un ejemplo para el resto de los campesinos del pueblo, a quienes ya han demostrado que sus productos tienen aceptación en tiendas especializadas de ciudades como Bangalore o Hyderabad, paradigma del desarrollo económico del país. Ahora, estos dos inusuales emprendedores buscan crear una asociación de agricultores que, con la fuerza de la unión, sea capaz de tener éxito en mercados todavía más importantes. “Mi sueño es exportar nuestra fruta a Estados Unidos”, cuenta Bukhya con una sonrisa de oreja a oreja y las lombrices escurriéndosele entre los dedos.

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