Surgieron
en el Jurásico, pero sobrevivieron a los dinosaurios
Hoy
constituyen una cuarta parte de todas las formas de vida sobre la
Tierra con más especies –300.000– que ninguna otra
El
último misterio del faraón Tutankamón no se refiere a algún
intrincado jeroglífico, una nueva cámara funeraria o sutiles pistas
dejadas cerca de su tumba; envuelve a una fabulosa figura de un
escarabajo esculpida en cristal verdoso. Esta joya es la más
destacada de un hermoso pectoral hallado por el arqueólogo Howard
Carter en 1923 en una de las habitaciones contiguas a la sala de los
tesoros. Las alas del escarabajo están tratadas con oro, plata,
cristal y piedras semipreciosas, y el animal es el corazón de la
figura de un halcón.
El
insecto soporta con sus alas y patas el peso de una barca celestial
en la que yace el ojo izquierdo de Horus, el símbolo de la Luna. En
sus patas inferiores hay otros tantos símbolos sobre la eternidad.
Alrededor bailan los dioses, y la iconografía completa habla de los
ciclos del Sol y de la Luna, de la resurrección y del reinado eterno
de Egipto. Pero el material verdoso de su cuerpo y su brillo cautivó
en 1996 al geólogo italiano Vincenzo de Michele. Y no sucedió en el
Museo de Antigüedades Egipcias, donde están expuestos los tesoros
del faraón más popular de todos los tiempos. De Michele se topó
con este fabuloso escarabajo por vez primera en una postal de turista
que cayó en sus manos en un viaje a Egipto.
“Nos
dimos cuenta por su brillo y aspecto de que podría tratarse de una
tectita, un cristal del desierto libio”, recuerda este experto.
Estas piedras se encuentran desperdigadas en el Gran Mar de Arena, en
el Sáhara oriental, uno de los lugares más inhóspitos del mundo.
Después de obtener el permiso para examinar el escarabajo, De
Michele encontró trazas de iridio, un material muy raro en la Tierra
y propio de meteoritos. Las posteriores investigaciones determinaron
que la sílice de la figura había resultado del impacto probable de
un asteroide hace unos 28 millones de años, que calentó hasta 2.000
grados la arena del desierto, formando esas piedras.
Se
ha llegado a relacionar la forma de las grandes pirámides egipcias
con la humilde biología de una especie de escarabajo pelotero
El
escarabajo hecho de este cristal de origen extraterrestre es único,
escribe la arqueóloga Andrea Byrnes en la revista Egyptological.
Tampoco se sabe cómo la gema pudo encontrar el camino desde el
desierto profundo hasta las manos de los joyeros reales hace unos
1.330 años antes de Cristo. Pero es comprensible que, ante un
material tan extraordinario, los artesanos egipcios decidieran
aprovecharlo para dar forma al escarabajo, en detrimento de otros
animales.
Este
pequeño animal es casi omnipresente; aparece en versos dedicados de
papiros como El libro de los muertos, en forma de joyas que
sustituyen el corazón de los faraones o entre sus vendas, en
amuletos de la buena suerte. Se han encontrado alas de escarabajos
–los élitros– en objetos del propio Tutankamón, y hasta se han
desenterrado ejemplares embalsamados. El entomólogo francés Yves
Cambefort, del Museo Nacional de Historia Natural de París, ha
relacionado incluso la forma de las grandes pirámides con la humilde
biología de una especie de escarabajo pelotero.
Antes
de salir el sol, el animal acude atraído por los excrementos del
ganado para formar una bola que rueda con facilidad. Es muy celoso
con su tesoro. Tiene que pelear duramente para que sus colegas no le
arrebaten el balón. A veces, trabaja en equipo con su pareja; en
otras ocasiones, usa la bola para ganarse a su compañera. En las
horas tempranas, el escarabajo entierra su botín y excava un túnel,
creando en su desembocadura una cámara nupcial, donde se aparea. La
hembra coloca entonces sus huevos, y las larvas se alimentan del
excremento. Las pupas emergen de la bola y se metamorfosean en
adulto.
Este
extraordinario acontecimiento pudo dar la idea de la momificación a
los primeros sacerdotes egipcios. La cabeza del animal tiene la forma
de un sol que está naciendo –Osiris, el primer rey mítico de
Egipto–. La bola de excremento que empuja no es sino el sol que
avanza a lo largo del día para luego ser enterrado en una tumba.
Pero el sol resucitará al día siguiente. La pupa –semejante a una
momia– volverá a la vida desde su cámara funeraria, convertida en
Horus, el hijo de ese rey.
De
acuerdo con Cambefort, si la Gran Esfinge representara a un
escarabajo pelotero, las pirámides, con su intrincado laberinto de
cámaras funerarias, serían el equivalente a una acumulación
gigante de excremento de ganado (muy importante en las creencias
religiosas). Es una interpretación sorprendente, no exenta de
polémica, desde que el entomólogo francés la formulara allá por
1987.
“Cuando
los primitivos egipcios vieron a los escarabajos peloteros emerger de
las arenas del desierto, lo ligaron a la creación espontánea de la
vida a partir de la nada”, nos dice Brett Ratcliffe, profesor y
curador de la división de entomología del Museo Estatal de la
Universidad estadounidense de Nebraska. “Desde luego, eso no es
cierto, ya que ellos no comprendían los ciclos vitales de estos
escarabajos, donde la cría vive dentro de una bola de estiércol
usada como alimento al ser enterrada por sus padres. Y mucha de la
simbología viene de ahí”. La biología de los escarabajos
peloteros sigue dando que hablar en estos dos últimos años. Un
estudio de Current Biology publicado por Marie Dacke, de la
Universidad de Lund en Suecia, sugiere que durante las noches
cerradas africanas, estos animales se guían por el brillo de la Vía
Láctea para trazar sus caminos sobre los que rodar sus bolas de
estiércol.
'Protaetia
affinis' en un roble centenario.
Otra
investigación en la misma publicación afirma que estos animales
usan dichas bolas como elementos de refrigeración en las horas más
calurosas; se suben a ellas y regurgitan líquidos para enfriarse las
patas. Sería el primer caso de un insecto que usa un refugio móvil
para protegerse del calor. Lo cierto es que los escarabajos llevan
asombrando al ser humano desde mucho antes SaveFrom.net. Se conocen
pendientes de piedra esculpidos con su forma desde hace entre 10.000
y 20.000 años. El propio Cambefort cree que se trata de bupréstidos,
englobados popularmente dentro de los escarabajos joya por sus
impresionantes tonalidades metálicas y brillantes colores. Pero hay
otras familias que exhiben con igual fuerza esta belleza.
Algunos,
como el Anthaxia hungarica, combinan en raras ocasiones franjas
metálicas azules y doradas en el tórax y abdomen, aunque su versión
más común es de un verde oro con bandas de un rosa brillante en las
partes inferiores de su cuerpo. Otras especies son muy escurridizas y
difíciles de encontrar. El Chalcophora mariana despide una textura
bellísima que parece plata mezclada con oro. Al fotógrafo español
José Antonio Martínez (autor de las imágenes que ilustran estas
páginas) le costó seis años de búsqueda hasta que consiguió
inmortalizar a esta criatura. El momento mágico ocurrió mientras se
encontraba sobre el tronco muerto de un pino de Alepo en la Devesa
del Saler, del parque natural de la Albufera, en Valencia.
Los
machos de Hoplia coerulea exhiben un azul metálico marino en la
parte superior de su caparazón. Se aferran a las ramas de la
vegetación con sus patas delanteras, mientras suspenden en el aire
las traseras y el resto del cuerpo. Martínez considera que son los
pequeños gimnastas del mundo coleóptero a la hora de realizar estas
pautas de apareamiento. “Lo hacen para llamar la atención de las
hembras”.
Las
vidas de algunos escarabajos joya adultos son tan breves –15 días–
que su captura fotográfica necesita de dosis de perseverancia y
buena suerte antes de que se pongan fuera del alcance en lo alto de
los troncos. Martínez confiesa que se siente hechizado por estas
criaturas desde hace años.
El
Buprestis sanguinea se alimenta de plantas de efedra. La coloración
de su cuerpo varía extraordinariamente de macho a hembra. El macho
tiene una tonalidad negro azulada y franjas amarillas en las alas,
mientras que la hembra muestra un intenso color sangre con manchas
negro azuladas de tamaño irregular. Se conocen miles de especies de
escarabajos joya, repartidas en las zonas boscosas y de coníferas
–es legendaria su capacidad para oler fragancias de pinos a decenas
de kilómetros–. También abundan en las regiones tropicales y
subtropicales. Otro grupo que pertenece a una familia distinta genera
un comercio entre coleccionistas según el brillo y el color de sus
caparazones, llegándose a pagar hasta 500 dólares por uno que
irradie como el oro puro.
Hay
más de cien especies del género Chrysina, cuyas propiedades ópticas
tienen fascinados a los investigadores de la Universidad de Costa
Rica. La cutícula que recubre sus caparazones tiene al menos 70
capas de quitina, y cada una ofrece un índice de refracción
distinta a la luz. Estos extraordinarios ejemplares rompen la luz
visible y la descomponen en un arcoíris de una manera parecida a un
prisma. Cada capa refleja con fuerza un color distinto, y las
interferencias ópticas proporcionan ese brillo metálico dorado y
plateado, de acuerdo con un estudio de William C. Vargas publicado en
la revista Optical Material Express. El hallazgo puede conducir a la
obtención de pigmentos que tengan el aspecto del oro o la plata, o
incluso materiales que incrementen el rendimiento de las placas
solares. Pero la razón de esa belleza hay que buscarla en las
ventajas de la evolución. “¡Lo creas o no, estos colores
metálicos tan brillantes pueden actuar como camuflaje!”, exclama
Ratcliffe. “Estas criaturas se esconden durante el día, y la
superficie tan brillante de estos escarabajos refleja el color
circundante de la vegetación”.
Cuesta
creer que estos diseños se hagan invisibles en un lugar como la
selva, pero lo cierto es que el camuflaje de guerra resulta vital en
una batalla que lleva librándose millones de años contra sus
depredadores. “Es cierto que sobre un fondo blanco se destacan por
sus maravillosos tonos de plata y oro. Pero en una foresta tropical
se desvanecen”.
La
técnica, explica con detalle este entomólogo, consiste en la
reflexión de la luz. Los escarabajos se confunden con millones de
gotas de agua esparcidas por la vegetación, tan comunes en el
paisaje de cualquier selva húmeda. “Además, uno no puede ver
colores durante la noche, que es cuando estos escarabajos están más
activos y salen para alimentarse”.
Cópula
de Chrysolina americana.
El
término escarabajo resulta de la vulgarización de los coleópteros.
Designa todo un orden dentro de la nomenclatura zoológica. Pero
hablar de coleópteros es hablar sin lugar a dudas del más
formidable éxito evolutivo jamás alcanzado por un grupo de
animales. “Se han descrito aproximadamente 1,8 millones de especies
de animales y plantas superiores”, explica Jorge M. Lobo, profesor
de Investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid,
perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC). “De ellos, un millón son insectos. Y de ese millón, unas
400.000 especies serían coleópteros”. La historia no acaba aquí.
La variedad de los coleópteros es tan asombrosa que no existen
suficientes expertos para catalogarla. En solo un tronco de árbol de
la selva de Panamá, los entomólogos llegaron a contabilizar 950
especies.
Lobo
habla de especies descritas SaveFrom.net, pero las estimaciones
multiplican al menos por cinco el número. “Podríamos estar
hablando del orden de uno o dos millones de especies de escarabajos”.
En España podrían existir unas 15.000 o 20.000 especies, pero
apenas poseemos especialistas ni obras que describan el 10% de estas,
dice este experto. Vivimos en la era de los coleópteros, desde que
surgieron durante el Pérmico hace más de 250 millones de años. Son
los verdaderos dueños del planeta. Su explosión se asocia con la
aparición de las plantas con flor. Han sobrevivido sin dificultad a
la extinción de los dinosaurios, a partir de una estrategia que
comprende un diseño original y diferente, huyendo de caminos sin
retorno como el gigantismo.
“Su
éxito es difícil de digerir. Son animales con un caparazón externo
duro. Imagínalos como pequeños tanques armados con una coraza”,
nos dice este entomólogo español. El único medio que no han
colonizado es el océano. Hay especies que sobreviven a alturas de
5.000 metros en el Himalaya y otras que han colonizado la Antártida.
El ejemplar más grande conocido pertenece a la especie Titanus
giganteus. Se han medido ejemplares de hasta 16,7 centímetros de
longitud en la Guyana francesa. En el otro extremo, los ptílidos a
veces no sobrepasan el milímetro de tamaño.
Una
de las claves del éxito de este diseño biológico es su
arquitectura. Muchos son capaces de volar, pero sus élitros
inferiores pueden soldarse al resto del cuerpo, aumentando el
hermetismo para no perder agua. En lugares como el desierto del
Namib, a veces la única fuente de humedad procede de la niebla
costera. Entonces los tenebriónidos se encaraman en las partes más
altas de las dunas. El naturalista David Attenborough describe el
comportamiento de estos animales cuando llegan los bancos de niebla:
se colocan en fila, mirando a la costa, y elevan su abdomen mientras
levantan alternativamente las patas. La niebla termina por
empaparlos, y el agua se condensa en las oquedades de sus cuerpos.
Los
ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en sus
siglas en inglés) han tomado buena nota de la estrategia del animal.
Michael Rubner y su equipo calcularon que las nubes de niebla eran
tan nimias que las gotas que se acumulaban en la espalda de los
escarabajos tenían un diámetro de entre 15 y 20 millonésimas de
metro. La condensación de esa minúscula cantidad de agua requería
del contacto con un material capaz de recoger y dirigir el agua. Los
científicos descubrieron canales cubiertos de cera que repelían las
gotitas, conduciéndolas hasta zonas que las atraían hasta hacerlas
crecer. “Al aumentar de tamaño, vence la fuerza que la sostiene y
resbala hasta la boca del escarabajo”, aseguró Rubner en un
boletín del MIT. Al fin y al cabo, incluso los escarabajos necesitan
beber.
Hay
especies que sobreviven a alturas de 5.000 metros en el Himalaya y
otras que han colonizado la Antártida
Los
coleópteros comen prácticamente de todo. Los hay que se alimentan
de todo tipo de excrementos, de cadáveres de animales o materia
pútrida que cae de los árboles de la selva. Los fitófagos están
especializados para digerir cualquier planta. Los carnívoros atacan
a sus semejantes y a otros insectos. Y también elaboran formas de
supervivencia que dejarían en ridículo al mejor estratega militar.
Una especie de aceitera tiene una habilidad sorprendente para
aprovecharse de las abejas salvajes. En el desierto de California,
sus larvas trepan por los tallos de las hierbas hasta agruparse. Las
larvas segregan un perfume que les hace irresistibles a los machos e
intentan la cópula. En ese momento, las larvas saltan al cuerpo del
macho. Aprovecharán el encuentro con una hembra verdadera para
cambiar de transporte. Una vez a lomos de la hembra, la abeja les
llevará a su guarida, donde ha acumulado una gran cantidad de polen
para alimentar a sus crías. Las larvas de la aceitera no solo
acabarán con el alimento, sino que devorarán a las larvas de abeja
antes de convertirse en pupas y emerger como adultos del suelo del
desierto.
En
un planeta dominado por los monocultivos, el festín para muchos
coleópteros está servido. Las plagas que causan ingentes pérdidas
económicas en la agricultura intensiva reflejan el afán humano de
cosechar más y más. ¿Cómo va a pasar desapercibido para un grupo
de animales que se las ha arreglado desde la extinción de los
dinosaurios? “Al plantar enormes extensiones de gramíneas, es
lógico esperar este tipo de invasiones”, responde Lobo. Pero el
éxito evolutivo no les hace invulnerables. Muchos confunden las
cucarachas con coleópteros (dos órdenes zoológicos distintos).
Existe un mito que presenta un mundo tras una catástrofe nuclear
dominado por cucarachas. Cierto en parte. Las cucarachas resisten
dosis de radiaciones de hasta 10.000 rads (1.000 rads matan a una
persona). Y los falsos gorgojos de la harina son escarabajos
increíblemente resistentes. ¡Los experimentos muestran que pueden
sobrevivir a dosis de hasta 100.000 rads! Pero son excepción. En
otros muchos casos, los coleópteros también son muy sensibles a la
presión humana.
Jorge Lobo resume este último aspecto de una
forma muy gráfica, refiriéndose al popular escarabajo pelotero:
“Antes era común verlos por centenares en el campo, rodando sus
bolas de estiércol. Pero ahora muchos han desaparecido”. Al ganado
se le suministran medicamentos para evitar la proliferación de
parásitos, pero quedan como restos en los excrementos. Y los
escarabajos los evitan. Estos excrementos no se reciclan, impiden el
crecimiento del pasto y lo hacen improductivo. Un ejemplo ilustra la
importancia de estos pequeños aunque eficientes agentes de limpieza,
concluye el entomólogo español. Cuando se introdujeron ovejas
merinas en Australia, se comprobó el daño que sus excrementos
hacían en los pastos. “Tuvieron que importar los escarabajos para
reciclar las heces y arreglar el problema”.
Psilothrix
viridicoerulea
REPORTAJE PUBLICADO EN: EL PAÍS SEMANAL
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