Un equipo de
científicos ha descubierto más de 75.000 colémbolos de 59 especies distintas en
el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (entre Madrid y Segovia). De
ellas, 15 son nuevas para la ciencia, ya que no habían sido descritas en ningún
otro lugar del planeta. Los colémbolos son pequeños invertebrados que poseen
ciclos reproductivos muy cortos — de cerca de 10 días — y respiran a través de
la piel. Por este último motivo, son muy sensibles a cualquier cambio en el
medio que les rodea y, según los expertos, podrían utilizarse como un
bioindicador de la situación ambiental en entornos como los parques naturales.
“A través de su estudio podemos saber cómo
afectan las alteraciones provocadas por el cambio climático, el aumento de las
temperaturas o la reducción de las precipitaciones”, subraya Enrique Baquero,
zoólogo de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra y director del
Máster en Biodiversidad, Paisajes y Gestión Sostenible del centro académico.
Estos animales, que surgieron hace 400 millones de años, son los antecesores de
los insectos, son hexápodos y miden menos de cinco milímetros. Baquero los
compara con un termómetro y apunta a que, por ejemplo, una subida de uno o dos
grados de temperatura podría cambiar la cantidad de organismos en el
ecosistema.
Para realizar
esta investigación, cuyos datos sobre colémbolos se han publicado en la revista
científica PLOS ONE, se instalaron 33 estaciones de muestreo subterráneo a un
metro de profundidad. El objetivo era recoger en ellas a los invertebrados que
habitan en los huecos que quedan entre las rocas. Entre 2015 y 2017 se
recolectaron 157.000 ejemplares, de los cuales el 48% eran colémbolos y el
resto pertenecían a otros grupos de artrópodos, como arácnidos, miriápodos,
crustáceos e insectos como moscas, escarabajos, hormigas o grillos. Además del
descubrimiento de los colémbolos se han encontrado nuevas especies de arañas,
se ha investigado sobre las fases larvarias de los coleópteros y se han
estudiado varios ácaros. “Hemos visto que hay varias especies que viven en la
superficie y se consideran raras pero son muy abundantes en el subsuelo”,
declara Vicente M. Ortuño, coordinador del equipo de investigación y profesor
titular de la Universidad de Alcalá.
Los expertos
señalan que todas estas especies están adaptadas a vivir en ese biotopo
concreto. “Lo que para nosotros son pequeños huecos entre las piedras, para
estos animales son como cuevas”, señala Baquero. Estas zonas, formadas a partir
de depósitos coluviales, son húmedas, con poca luz, pequeñas variaciones de
temperatura y una gran cantidad de nutrientes. A diferencia de otros
ecosistemas que han sido estudiados en profundidad, los autores del estudio
señalan que este biotopo es relativamente nuevo para la ciencia. La primera vez
que se estudió fue en los años 80 en otros enclaves montañosos de Europa.
Los colémbolos,
sin embargo, no solo habitan en estos ecosistemas. Están por todas partes. Por
ejemplo, en la nieve de la Antártida o en un hayedo, donde puede llegar a haber
hasta 50.000 por metro cuadrado. Baquero subraya que estos animales no se ven
pero son muy importantes, por ejemplo, para la cadena alimenticia. “Desde que
las hojas caen al suelo hasta que un buitre se come a una cabra montesa hay
muchos escalones. Si quitas uno, la parte de arriba se ve afectada”, afirma.
Los científicos de esta investigación, que cuenta con el respaldo del Organismo
Autónomo Parques Nacionales, pertenecen a las universidades de Alcalá, Navarra,
Almería, Granada y Valencia. Ahora, según apuntan, sería necesario realizar
este estudio en el resto de parques nacionales de España. “Es importante
conocer la biodiversidad para luego gestionar”, concluye Baquero.
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