Una
exposición sobre la biodiversidad de los descampados en el Real Jardín Botánico
pone de relieve la valía de estos y otros espacios marginales.
Para la gran
mayoría de las personas que van en coche suele pasar desapercibida la figura de
una rapaz, apoyada en lo alto de los postes de teléfono u otras atalayas
situadas al pie de la carretera. Si hay suerte, la escena se completa con el
vuelo rápido del águila (un busardo ratonero, para ser más exactos) en busca de
una presa atropellada en la carretera o de cualquier ratón al que ha
sorprendido entre el descampado cercano o en la cuneta.
Esto es solo
un ejemplo que demuestra que terrenos aparentemente poco propicios para la
presencia de biodiversidad (bordes de carreteras, cunetas, eriales, charcas,
taludes, descampados, solares…) albergan valores naturales a tener en cuenta en
planificaciones urbanísticas y de desarrollo rural, máxime si al ratonero y el
ratón de campo se unen cernícalos, milanos, malvas, amapolas, cardos,
mariquitas, saltamontes, conejos, jilgueros, lagartijas… El pasado 17 de abril,
el Real Jardín Botánico de Madrid (RJB/CSIC) inauguró una exposición (abierta hasta el 15 de junio), que con
el nombre genérico de Descampados da a conocer no solo esos valores
naturales, sino los científicos y sociales, el interés didáctico y
conservacionista, el potencial paisajístico y la posibilidad de ocio de estos
espacios. La exposición se complementa con salidas periódicas para conocer in
situ algunos de los descampados urbanos y periurbanos más destacados de
Madrid, en los que se llegan a detectar hasta medio millar de especies de flora
y fauna.
Cuatro botánicos
y naturalistas (Javier Grijalbo, Juan Manuel Martínez, Andrés Revilla y Emilio
Blanco) forman el equipo que ha ideado y desarrollado Descampados y
que ofrecen a otras entidades para dar continuidad a su
carácter itinerante. “Llevamos más de veinte años estudiando estos
terrenos y queremos llamar la atención sobre la importancia que tienen y la
desprotección e incertidumbre que les rodea”, apunta Grijalbo. Aunque reconoce
que su estudio y protección en España sufre grandes lagunas, explica el ejemplo
de la antigua Alemania del Este: “Estamos en contacto con urbanistas que han
planificado la recuperación de zonas urbanas muy degradadas, con altos grados
de contaminación, de los que podemos aprender bastante”.
Estos retazos
de naturaleza repentina en la ciudad sirven como puntos de conexión con la
biodiversidad de otros espacios naturales, jardines y parques. También está el
efecto emocional del paisaje, al aproximar la naturaleza al ciudadano: “Atrae
vecinos gratificantes, como los relajantes grillos de las noches estivales,
añade cromatismo a la geografía urbana, abre puertas al esparcimiento de las
personas y establece refugios de biodiversidad”. Los autores de Descampadosinciden
también en otros aspectos, como el estudio de especies de flora adaptables a la
jardinería ecológica y la presencia de invertebrados y aves insectívoras
beneficiosas para el control natural de plagas, como pulgones o la oruga
procesionaria del pino. Llama la atención la capacidad de adaptación de una
vegetación que soporta el pisoteo o se amolda a pavimentos y grietas. Estas se
pueden ver en plena ciudad, antes de que los servicios de limpieza públicos o
privados las arranquen o fumiguen.
Primero el boom de
la construcción y de las infraestructuras y después la crisis han multiplicado
la aparición de estos espacios infravalorados, que están a mitad de camino
entre lo silvestre y lo doméstico. Según Grijalbo, “deben considerarse como una
oportunidad de actuación y no como lugares incómodos de fastidiosa gestión”, y
añade que “antes de transformarlos en espacios urbanos hay que valorar su
interés biológico”. En el polígono industrial de Coslada, una ciudad del
extrarradio de Madrid, se detectó hace poco la presencia de una población única
de una alcachofa silvestre en peligro crítico (Lista roja
2008 de la flora vascular española) que propició demandas de protección por la
comunidad científica y ecologista. “También en Madrid, en una situación similar
se encuentran codesos y jarillas en cunetas de Aldea del Fresno y escobones en
el vertedero de Villarejo de Salvanés”, concluye Andrés Revilla.
No solo el ambiente
urbano de una gran ciudad genera espacios de “biodiversidad infravalorada”. Los
“descampados de la costa” (marismas, salinas y sistema dunares degradados),
todavía en pie y rodeados de edificaciones, se resisten a claudicar frente al
hormigonado completo en la ría de Avilés (Asturias), Puerto Real (Cádiz) u
Oliva (Valencia). La recuperación de charcas, tan importantes para la
conservación de anfibios como para que abreve el ganado, tiene programas
variados en Madrid (algunas al pie de merenderos), Castilla y León, Vizcaya e
incluso la ciudad de San Sebastián. El Programa de Desarrollo Rural de la
Región de Murcia 2007-2013 incluye medidas para conservar los taludes de las
márgenes de los ríos para facilitar la nidificación de aves. Por último, las cunetas
de las carreteras, como hábitat natural, pero sobre todo de tránsito para
numerosas especies, también son objeto de medidas correctoras para rebajar el
atropello de millones de animales al año.
Fuente y más información:http://www.rjb.csic.es/jardinbotanico/jardin/contenido.php?Pag=293&tipo=noticia&cod=2253
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