Según una nueva
investigación, el uso de excrementos de caballo impulsaría la fijación de los
metales existentes en las balsas · Así se impediría su disolución en la Ría.
El estiércol
de caballo podría ser clave en la recuperación ambiental de las balsas de
fosfoyeso. Suena a broma, pero no lo es: es la conclusión de una investigación
desarrollada por el doctorando Julio César Castillo para su tesis. Castillo
busca un método sencillo asequible de paliar la contaminación existente en las
balsas existentes no sólo en Huelva, sino sobre todo en los países de
Latinoamérica y el Magreb que concentran un 80% de la producción mundial de
esta sustancia. Esa búsqueda recibió hace unas semanas un premio de la
Universidad Internacional de Andalucía, pero está por completar: el
investigador busca una subvención para poder desarrollar el proyecto.
El nuevo estudio sobre las balsas de fosfoyeso intenta utilizar un proceso natural para la reducción de la contaminación de este residuo (según la Unión Europea) o subproducto (según los productores): el uso de bacterias para inmovilizar los metales existentes en las balsas, evitando su transferencia al agua de la Ría y amortiguando la contaminación al precipitar al fondo de las balsas elementos potencialmente tóxicos como el arsénico, cromo, manganeso o níquel, entre otros.
La investigación parte precisamente de ese proceso natural detectado en las marismas y, tras el estudio, en las balsas. Las bacterias sulfato reductoras propias de los fosfoyesos oxidan la materia orgánica que estos contienen y reducen los sulfatos a sulfuros. En ese proceso de reducción estos últimos reaccionan con los metales, que luego precipitan como un sulfuro metálico insoluble, quedando inmovilizados y evitando así la contaminación de la Ría mediante la disolución de las sales metálicas en el agua por la subida del nivel freático de la marisma. Es decir, que habría un sistema para atenuar la contaminación al fijar los elementos que la causan, pero seguiría requiriendo un proceso de remediación complementario para el uso futuro de ese espacio, como la restauración propuesta mediante la cobertura de las balsas.
Una vez constatada la existencia de ese proceso en las balsas, la investigación realizada en la Universidad de Huelva propone potenciarlo añadiendo fuentes de carbono de bajo coste que promuevan el desarrollo bacteriano. Es ahí donde entra en juego el estiércol de caballo, uno de los sustratos que se ha probado para fomentar la expansión de las bacterias sulfato reductoras de los fosfoyesos, además de la cobertura vegetal y el compost de leguminosa.
El nuevo estudio sobre las balsas de fosfoyeso intenta utilizar un proceso natural para la reducción de la contaminación de este residuo (según la Unión Europea) o subproducto (según los productores): el uso de bacterias para inmovilizar los metales existentes en las balsas, evitando su transferencia al agua de la Ría y amortiguando la contaminación al precipitar al fondo de las balsas elementos potencialmente tóxicos como el arsénico, cromo, manganeso o níquel, entre otros.
La investigación parte precisamente de ese proceso natural detectado en las marismas y, tras el estudio, en las balsas. Las bacterias sulfato reductoras propias de los fosfoyesos oxidan la materia orgánica que estos contienen y reducen los sulfatos a sulfuros. En ese proceso de reducción estos últimos reaccionan con los metales, que luego precipitan como un sulfuro metálico insoluble, quedando inmovilizados y evitando así la contaminación de la Ría mediante la disolución de las sales metálicas en el agua por la subida del nivel freático de la marisma. Es decir, que habría un sistema para atenuar la contaminación al fijar los elementos que la causan, pero seguiría requiriendo un proceso de remediación complementario para el uso futuro de ese espacio, como la restauración propuesta mediante la cobertura de las balsas.
Una vez constatada la existencia de ese proceso en las balsas, la investigación realizada en la Universidad de Huelva propone potenciarlo añadiendo fuentes de carbono de bajo coste que promuevan el desarrollo bacteriano. Es ahí donde entra en juego el estiércol de caballo, uno de los sustratos que se ha probado para fomentar la expansión de las bacterias sulfato reductoras de los fosfoyesos, además de la cobertura vegetal y el compost de leguminosa.
Los tres
son válidos, pero el estiércol, explica Castillo, destaca por sus
características físico-químicas y "por su gran disponibilidad en
Andalucía, con una producción de 7.000 kilogramos de excrementos al año por
cada 500 kilos de peso vivo". El uso de estiércol en las balsas (o de los
otros dos sustratos en caso de que no hubiese suficiente disponible) serviría
por tanto para fijar los metales y evitaría la migración de contaminantes,
aunque este último aspecto tendría que constatarse con otros experimentos.
Igual ocurre con el coste que conllevaría este sistema: el investigador resalta
que sería necesario realizar un estudio de campo "para evaluar la cantidad
de material que necesitaremos".
Esa segunda parte es la que queda pendiente de una subvención en un momento más que complicado para la investigación, que ha visto caer en picado los fondos estatales dedicados a ella. En esa fase se intentaría resolver además la incógnita de la radiactividad natural que presentan los fosfoyesos, que a juicio de Castillo también podría verse paliada.
Esa segunda parte es la que queda pendiente de una subvención en un momento más que complicado para la investigación, que ha visto caer en picado los fondos estatales dedicados a ella. En esa fase se intentaría resolver además la incógnita de la radiactividad natural que presentan los fosfoyesos, que a juicio de Castillo también podría verse paliada.
Más
información:
http://www.uhu.es
http://www.uhu.es
(Departamento
de Investigaciones Científicas)
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