El
crecimiento ‘verde’ e inclusivo puede sostener el progreso en América Latina
El desarrollo
económico y social se erige como el pilar de la estrategia latinoamericana para
crear una sociedad más equitativa y moderna. Tras décadas de luchar por un
equilibrio correcto entre crecimiento e igualdad, la región ha dado un paso al
frente, sacando a más de 73 millones de personas de la pobreza en la última
década, incrementando la riqueza, registrando tasas de crecimiento promedio del
4% y convirtiéndose en una fuente de estabilidad en medio de la incertidumbre
mundial.
Estas
formidables conquistas, sin embargo, podrían verse amenazadas en caso de no ser
ambientalmente sostenibles. Para lograrlo, la región enfrenta la necesidad de
continuar creciendo para combatir la pobreza y resguardar los recursos
naturales para que generaciones venideras puedan utilizarlos de manera
productiva. Esta es la esencia de una agenda de crecimiento verde con
beneficios para todos.
América Latina
podría convertirse en una víctima de su propio éxito económico. La reciente
bonanza regional derivó en una urbanización explosiva, en las tasas de
motorización más elevadas del mundo, y en una matriz energética que tiende a
apartarse de su tradicional impronta hidroeléctrica.
El éxito
económico latinoamericano está íntimamente ligado a la generosidad de la
naturaleza. Más del 97% del PIB regional se genera en países que son
exportadores netos de materias primas —petróleo, minerales y productos agropecuarios—.
Estos recursos podrían reducirse significativamente en menos de una generación
de no variar las actuales tasas de extracción o de no adoptarse técnicas
agropecuarias más inteligentes.
La buena
noticia es que la región se encuentra a la vanguardia en lo que respecta a
algunas de las prácticas verdes más innovadoras del mundo.
Actualmente ostenta la matriz energética de más bajas emisiones de carbono del
mundo en desarrollo, el Sistema de Transporte Rápido más extenso del mundo y el
primer mecanismo de seguro ante riesgos catastróficos para mejorar la capacidad
de recuperación frente a un desastre natural. También ha adoptado esquemas de
pago para la conservación del medio ambiente que ayudaron a Costa Rica a
convertirse en un ejemplo ambiental en el mundo y un paraíso del ecoturismo,
luego de ser el peor deforestador de la región a mediados de la década de 1990.
Gracias al
programa de Áreas Protegidas de la Amazonia, (ARPA) que cubre una superficie
similar a la de Francia, hace cuatro años que Brasil registra un descenso en su
tasa de deforestación.
A nivel
urbano, Río de Janeiro, sede de la conferencia
de la ONU sobre Desarrollo Sustentable Río+20 que se llevará a cabo la
semana próxima, es uno de los líderes verdes de la región. La ciudad
carioca es una de las primeras en el mundo en implementar un sistema de
monitoreo de emisiones de gases de efecto invernadero. Ostenta, por ejemplo, la
vía para bicicletas más larga de América Latina después de Bogotá. Y luego de
mejoras en su sistema de ferrocarriles suburbanos, el número de viajeros
aumentó a niveles que hacen innecesarios los subsidios —un ahorro de 121
millones de dólares al año—.
El desafío
ahora será mantener y expandir estas y otras iniciativas a medida que la región
se urbaniza, y la creciente clase media aspira a una vida mejor mientas la
exposición a los desastres naturales aumenta.
América
Latina tiene ante sí la oportunidad de escoger un camino que derive en un
crecimiento robusto y sostenible. Las opciones que se tomen ahora definirán las
próximas décadas para sectores cruciales como infraestructura, energía y
servicios urbanos, todos los cuales definen el crecimiento económico y la
calidad de vida de la mayoría. La región puede liderar el uso de prácticas
agropecuarias más eficientes y climáticamente inteligentes, así como medios de
transporte de carga más eficientes y ecológicos, como ferrocarriles e
hidrovías.
Algunos
podrían argumentar que promover la adopción en el Sur de políticas de crecimiento
más responsables es injusto. Después de todo, dirían, el mundo desarrollado no
pensó mucho en el medio ambiente a medida que generaba niveles sin precedentes
de riqueza, salud y seguridad. Hoy en día, Estados Unidos emite 18 toneladas de
CO por habitante y Europa 7,8 toneladas. El latinoamericano promedio emite el
equivalente a 2,8 toneladas de CO2.
A pesar de
ello, estoy convencido de que los dirigentes regionales están menos interesados
en señalar a los culpables que tomar las decisiones correctas que llevarán a la
región y a su gente por un camino de prosperidad continua y sostenible.
Hasan Tuluy es
vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
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