Un
informe previo a la cumbre de Río avisa del retroceso ambiental.
El
planeta se calienta y pierde biodiversidad y bosques a un ritmo desconocido.
Dos décadas
de buenas palabras y de discursos a favor del medio ambiente no han evitado que
los principales parámetros para medir la sostenibilidad de la actividad humana
hayan empeorado. El objetivo de contener el calentamiento en dos grados para
final de siglo se aleja; los océanos son cada vez más ácidos; la biodiversidad
desaparece a un ritmo desconocido desde la extinción de los dinosaurios y la
deforestación está alcanzando tales cotas que supondrá un coste para la
economía mundial superior a las pérdidas derivadas de la crisis financiera de
2008. Así lo constata el informe GEO-5, elaborado
por el Programa de Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (Pnuma) como previa a la cumbre de Río+20 que se
celebrará en Brasil dos décadas después de la primera cumbre de la Tierra. De
90 objetivos solo hay avances significativos en cuatro. La ONU recomienda a los
Gobiernos que, entre otras cosas, acaben con las subvenciones a los combustibles
fósiles.
“Los cambios
que actualmente se observan en el sistema Tierra no tienen precedentes en la
historia de la Humanidad”, arranca el documento, en el que han colaborado unos
600 expertos: “Los esfuerzos por reducir su velocidad o su magnitud han dado
resultados moderados pero no han conseguido revertir los cambios ambientales
adversos”.
El informe
—que alerta de que esas alteraciones de los ecosistemas no son lineales y que
llegados a un punto pueden ser abruptos e irreversibles— puede agitar algo la cumbre de Río, que
se presenta con un perfil bajo, menor que la de Johanesburgo en 2002 o la
primera, en Río en 1992.
Atmósfera. El
Pnuma señala que el Protocolo de Montreal ha logrado reducir la emisión de
sustancias que dañaban la capa de ozono. Suscrito en la ciudad canadiense en
1997, es el ejemplo de cooperación internacional para superar un problema
ambiental global. Tanto, que desde “1994 han mejorado en un 31% los indicadores
relativos a las sustancias que agotan el ozono en latitudes medias y
previsiblemente se han evitado unos 22 millones de casos de cataratas en
personas nacidas entre 1985 y 2100 en Estados Unidos, sin contar otros
países”. Sin embargo, las conversaciones dentro de la Convención Marco de
Naciones Unidas para el Cambio Climático siguen estancadas o, en el mejor de
los casos, avanzan a un ritmo lentísimo. Así, el objetivo de limitar el
calentamiento a dos grados centígrados (pactado en la cumbre de Copenhague en
2009) se aleja. Debido a la quema de combustibles fósiles iniciada con la
revolución industrial, la concentración de CO2 en la atmósfera es la mayor en 850.000
años (ya roza las 400 partes por millón). Ese CO2 retiene parte del calor que
emite la Tierra y calienta el planeta. El IPCC considera que para eso habría
que limitar la concentración en 450 partes por millón. El Pnuma cree preciso
eliminar subsidios perversos o perjudiciales para el medio ambiente,
especialmente a los combustibles fósiles; impuestos a las emisiones de carbono;
incentivos forestales para la captura de carbono. Según la Agencia
Internacional de la Energía, la subvención a energía fósil en el mundo es cinco
veces mayor que la de renovables.
Uso del suelo y deforestación. El informe señala que “el ritmo
al que se pierden los bosques, especialmente en los trópicos, sigue siendo
alarmantemente elevado” y lo atribuye a que “el crecimiento económico ha tenido
lugar a expensas de los recursos naturales y los ecosistemas; debido a los
incentivos perjudiciales, es probable que solo la deforestación y la
degradación de los bosques supongan un costo para la economía mundial, incluso,
superior a las pérdidas derivadas de la crisis financiera de 2008”.
Agua dulce. El acceso al agua potable es
una de las pocas buenas noticias. En 1990, la ONU fijó el reto de reducir a la
mitad antes de 2015 el número de personas sin acceso al agua potable. El
objetivo está a punto de ser conseguido (si no lo ha sido ya), pero el Pnuma
señala que no se alcanza el del saneamiento, ya que aún hay 2.600 millones de
personas sin acceso a la depuración de aguas. El 80% de la población vive en
zonas amenazadas por la seguridad de suministro de agua.
Océanos. Las señales de degradación del
mar no cesan. “El número de zonas costeras eutróficas (con proliferación de
microorganismos por la contaminación) ha aumentado considerablemente desde
1990: al menos 415 zonas costeras han dado signos de una eutrofización grave y,
de ellas, solo 13 se están recuperando”. Además de la contaminación, “la
absorción excesiva de CO2 de la atmósfera está provocando la acidificación de
los océanos, que se cierne como una gran amenaza para las comunidades de
arrecifes de coral y los mariscos”.
Biodiversidad. El mundo vive la llamada “sexta
extinción” de las especies, ya que la biodiversidad desaparece a un ritmo
desconocido desde la desaparición de los dinosaurios.
El Pnuma alerta de que
“hasta dos tercios de las especies en algunos taxones están amenazadas de
extinción; las poblaciones de especies están en declive, desde 1970, las
poblaciones de vertebrados han disminuido en un 30%; y desde 1970 la conversión
y la degradación han provocado una reducción del 20% en algunos de los hábitats
naturales”. “El cambio climático”, añade, “tendrá repercusiones profundas en la
biodiversidad”. El Pnuma cita un índice creado por WWF, el del Planeta Vivo,
que analiza los cambios en el tamaño de 7.953 poblaciones de 2.544 especies de
pájaros, mamíferos, anfibios, reptiles y peces de todo el planeta, que bajó un
20% entre 1970 y 2007 y recomienda aplicar “instrumentos de mercado para los
servicios de los ecosistemas, incluidos pagos por servicios ecosistémicos”.
Lee el informe completo del PNUMA en (Pdf):
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