El mundo
moderno funciona a base de energías, fuerzas, de transmisiones y de
intercambios que no podemos ver, como la frecuencia radial, el Wi-Fi, la
telefonía celular, etc. Damos por sentado todos estos elementos, pero
ignoramos cómo funcionan, y por lo tanto, cómo nos afectan a nosotros y a
nuestro medio ambiente.
El avance de
las nuevas tecnologías, en un período de tiempo relativamente corto, produjo
grandes cambios en la humanidad. Debido a la novedad de ciertas
invenciones, las consecuencias de su uso a largo plazo no han sido propiamente
estudiadas.
Además de
convertirse basura electrónica, ciertos dispositivos electrónicos producen
electropolución, también conocida como como contaminación electromagnética. ¿Pero,
que designa este término?
La
contaminación electromagnética es la contaminación producida por las
radiaciones del espectro electromagnético, generadas por equipos electrónicos u
otros elementos producto de la actividad humana.
Esta
radiación es una combinación de campos eléctricos y magnéticos, que
se propagan a través del espacio transportando energía de un lugar a otro. A
diferencia de otros tipos de onda, como el sonido, que necesitan un medio
material para propagarse, la radiación electromagnética se puede propagar en el
vacío.
Los seres
humanos siempre han estado expuestos a la irradiación electromagnética,
entendida como la luz del sol, los rayos cósmicos, muchas aves se orientan por
el campo magnético de la Tierra para emigrar. Sin embargo, estas radiaciones
son naturales. En la actualidad, el fenómeno es artificial y masivo. Tanto
en fuentes de emisión (líneas eléctricas, celulares, antenas de telefonía,
antenas de WiMAX, Wi-Fi, entre otros artefactos) como en duración y recepción.
El fenómeno
comenzó a principios del siglo XX con el control de la
radiofrecuencia, lo que propició el inicio de una actividad productiva, en
particular la transmisión de sonido (radio) e imágenes (televisión).
Esta
problemática se está haciendo visible a través de la telefonía celular, acusada
de producir cáncer y tumores cerebrales. Sin embargo, los
principales contribuyentes a la electropolución son los tendidos de alta
y media tensión cuyo alcance es variable y probablemente nocivo para
la salud. Sin mencionar, que el equilibrio medioambiental se ve alterado
mediante la aparición de campos electrónicos artificiales.
Hay una
enfermedad denominada electrosensibilidad, que produce trastornos
neurológicos como por ejemplo: insomnio , cefaleas , migrañas , dolores de
cabeza, déficit de concentración, trastornos sensitivos, caída de cabello,
síndrome de fatiga crónica, nerviosismo, depresión , fibromialgia, déficit de
melatonina, Alzheimer, epilepsia, sinusitis , dolores dentales , dolores de
mandíbula , entre otros.
Las personas
que lo padecen, se ven obligadas a apantallar sus viviendas con materiales
específicos que bloqueen el paso de la radiación. A pesar de la gravedad su
situación, ésta enfermedad sólo es reconocida como tal en países como Suiza
y España.
El caso de
Suiza es paradigmático. Empezó a prestar atención a esta clase de fenómenos a
mediados de la década del noventa, luego de que la Universidad de Berna llevó
a cabo un estudio para determinar si una antena emplazada en Schwarzenberg
podía ser la responsable de los desórdenes de salud que venían afectando a la
comunidad local.
Durante
la investigación, hubo un descenso significativo de los síntomas que
manifestaban las personas entrevistadas, descenso que duró tres días. Con
posterioridad, se supo que durante esos días, la antena había dejado de
transmitir. El gobierno suizo ordenó la clausura de la antena
inmediatamente y se convirtió en el país de Europa con medidas más restrictivas
en lo referente a contaminación electromagnética. Allí, en el 2009, se
aceptó a la electrosensibilidad como causa de baja laboral (invalidez física),
y hasta ahora la cifra de afectados asciende a 290.000 personas.
Gracias a que
todas las poblaciones del mundo están expuestas, en mayor o menor grado, a
estos campos electromagnéticos, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
creó el proyecto CEM, cuyo objetivo es “dar una respuesta a las
inquietudes que ocasionan los posibles efectos sanitarios de la exposición a
los CEM, evaluar las publicaciones científicas y elaborar informes de
actualidad sobre los efectos sanitarios, descubrir aspectos insuficientemente
conocidos en los que una investigación más a fondo permitiría evaluar mejor los
riesgos, alentar la creación de programas de investigación especializados y de
alta calidad”.
A pesar de
todo, la contaminación electromagnética causa controversias en el ámbito
científico. Hay varios estudios que son contradictorios entre sí, y no se llega
a un acuerdo sobre la intensidad de este fenómeno sobre la salud y el ambiente.
Hay quienes sostienen que es un riesgo todavía latente, y que se intensificará
a la par del avance de las tecnologías inalámbricas, otros sostienen que
es otra muestra más del miedo de la humanidad hacia lo nuevo.
Aunque las
consecuencias a largo plazo todavía están por verse, nadie puede negar
que vivimos sumergidos en un mar de ondas electromagnéticas. La luz solar, las
ondas invisibles de la radio, la televisión, el microondas y el Wi-Fi, atraviesan
nuestros cuerpos continuamente, todos los días y durante cada segundo, mientras
comemos, dormimos, nos bañamos o nos sentamos despreocupadamente frente al
televisor.
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