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lunes, 7 de octubre de 2013

El águila perdicera podría desaparecer del norte de España

El águila perdicera está en riesgo de desaparecer del norte del España, según han constatado biólogos de la Universidad de Barcelona (UB), que han llevado a cabo el primer estudio que cuantifica con detalle las diferencias demográficas entre las poblaciones de águilas en Europa occidental.

El trabajo científico, que se ha publicado esta semana en la revista de la Sociedad Americana de Ecología ‘Ecological Monographs’, califica de “crítica” la situación de esta especie en Cataluña por culpa de la presión urbana y el abandono de la agricultura tradicional.

La investigación ha analizado los indicadores demográficos de las poblaciones de águila perdicera en Europa occidental de 1990 a 2009 y alerta de que en el sector norte de la Península Ibérica están los núcleos poblacionales con mayor riesgo de desaparecer.

El trabajo ha sido liderado por Joan Real y Antonio Hernández Matías, biólogos del Departamento de Biología Animal y del Instituto de Investigación de Biodiversidad de la UB.

El estudio, en el que también ha participado el Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia y otros centros de investigación de España, Portugal y Sudáfrica, con la financiación de la Fundación Miquel Torres de Vilafranca del Penedès (Barcelona), se ha basado en el seguimiento durante 30 años de los núcleos poblacionales de águila perdicera en la Península Ibérica y Francia.

Estos seguimientos han permitido descubrir las relaciones demográficas entre poblaciones y entender la dinámica en el oeste europeo, donde se encuentra uno de los núcleos de esta especie amenazada y en declive en Europa.

El profesor del Departamento de Biología Animal de la UB, Joan Real, ha explicado que “el águila perdicera, una de las aves más representativas y también más amenazadas de la región mediterránea, no tiene una distribución muy amplia en Europa. El límite norte es el sur de Francia y las poblaciones más meridionales se encuentran en Portugal y Andalucía”.

“Desde hace 30 años -ha añadido Real-, hacemos el seguimiento anual de la población de águila perdicera en Cataluña, un trabajo que, junto con seguimientos de otros equipos europeos, ha permitido alcanzar por primera vez toda la población de águilas, estudiarla de manera homogénea y analizar su evolución demográfica, muy útiles en conservación”.

El estudio revela que las poblaciones de águilas no están aisladas en la Península y que hay una “dinámica de fuente o sumidero a una escala espacial amplia en la Península”, es decir, lo que ocurre a cientos de kilómetros de Cataluña afecta a la persistencia de la población local de águilas.

Al cuantificar detalladamente las diferencias demográficas entre las poblaciones de águilas en territorios europeos, el estudio ha hallado que las diferencias son debidas, entre otros factores, a la presión humana y las condiciones paisajísticas, geográficas y climatológicas del entorno.

En el norte peninsular, con áreas rurales abandonadas y actualmente muy forestales, el estado de las poblaciones es límite (elevada mortalidad adulta, baja fertilidad, etc…), sin embargo, en el sur, más cálido y con más actividades rurales tradicionales, los indicadores demográficos son mejores.

“Esta especie convive bien con la agricultura y la ganadería tradicionales gestionadas de manera sostenible -ha señalado Real-, que generan espacios abiertos y facilitan la presencia de presas”.

Pero si estas actividades se dejan de hacer, cambian los hábitats y desaparecen las presas, las águilas tienen dificultades para sobrevivir.

“Un exceso de presión humana, como una agricultura intensiva o la urbanización, también puede tener un efecto negativo en la supervivencia de las águilas porque a menudo caen víctimas de las líneas eléctricas, de las balsas, no tienen lugares donde cazar y no tienen tranquilidad para criar”, ha advertido Real.

En el litoral mediterráneo, la intensa presión humana produce un incremento en la mortalidad de la especie por diferentes causas (electrocución y colisión con líneas eléctricas, persecución, etc).

Con una mortalidad adulta del 17 % en Cataluña, que se reduce al 5 % en Andalucía, la situación actual de la población en el territorio catalán es “crítica” y su persistencia probablemente depende de la llegada de individuos de otras regiones.
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