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miércoles, 18 de diciembre de 2013

REPORTAJE: La vuelta al mundo en busca de auroras boreales


Son uno de los grandes espectáculos de la naturaleza. Y lo son tanto por lo que tienen de bellas como de esquivas. Porque aunque hay zonas del mundo donde se producen auroras boreales más de 200 días al año, no es nada fácil verlas. Veneradas y temidas desde la Antigüedad, hoy sabemos que las auroras boreales son producidas por las particulares solares al entrar en la atmósfera de la tierra. Quien ha visto una, nunca lo olvida.

La aventura de buscar auroras empieza siempre con una duda: ¿qué te pones para salir a la intemperie de la noche polar, con 25 grados bajo cero y dos metros de nieve. La respuesta es: ¡todo! Cazar auroras es asunto muy frío: solo se producen en los casquetes polares (se llaman auroras boreales en el norte y australes en el sur), pero en contra de lo que piensan muchos, no por estar más cerca del polo geográfico son más frecuentes. Las zonas de mayor probabilidad son las que están en torno a los círculos polares, tanto ártico como antártico.

¿Por qué se producen?
Las auroras son producto de la caída de masa solar en forma de partículas sobre la tierra. El campo magnético que nos rodea las dirige hacia los polos terrestres. Los protones y electrones de ese viento solar, que viaja a casi 1000 km por segundo y cubre la distancia Sol-Tierra en dos o tres días, chocan con los átomos de oxígeno y nitrógeno de la atmósfera. Un proceso análogo al que ocurre en los tubos de neón. Si pudiéramos verlo en cámara lenta y ampliado sería parecido a cuando un torrente violento de agua choca con el pretil de un puente: se abre y adapta a la forma del obstáculo, bordeándolo mientras lo abraza. En ese abrazo cósmico se desprende energía en forma de luz visible que generalmente adopta formas de estructura alargada, como cintas o colas de cometas, en la dirección opuesta al sol. Son las famosas banderolas de las auroras boreales.

¿Quién les puso nombre?
Fue el astrónomo Galileo Galilei en 1619; para ello  tomó el nombre de la diosa griega del amanecer, Aurora, y el de su hijo Bóreas, el viento del norte.

¿Cómo son?
Normalmente una aurora empiezan en forma de arco alargado que se extiende de este a oeste. Poco a poco ese arco se va desdoblando en formas variadas, rizos, banderolas, cintas con varias capas de colores… Otra veces se deshace en fajas verticales que asemejan haces de luz proyectados desde el cielo por un foco celestial. El espectáculo puede durar toda la noche o apenas unos minutos, en una orgía de formas y colores que no deje impasible a quien lo observa. Los  esquimales creían que las auroras eran el reino donde habitaban sus familiares fallecidos. Si las luces se movían con rapidez y agitación significaba que los difuntos estaba tratando de ponerse en contacto con ellos.

Mejor época para verlas
Las auroras se producen durante todo el año, pero como en verano en el círculo polar es de día casi las 24 horas, la mejor época para verlas es desde finales de otoño a principios de primavera (febrero y marzo), cuando llega la larga noche polar. Pero esto es solo orientativo: al sur de Groenlandia, por ejemplo, empiezan a verse ya a mediados de agosto.

¿Cuáles son los mejores lugares para observarlas?
Dicho está que las auroras son fenómenos que se producen en ambos polos. Pero dado que la única tierra que hay en el Círculo Polar Antártico es la propia Antártida, está claro que lo más práctico es ir al Círculo Polar Ártico, donde hay tierra habitada mucho más al norte.
Lugares con alta probabilidad de verlas son: Alaska, norte de Canadá, toda Groenlandia(Kangerlussuaq, una población en la costa oeste de la isla, es uno de los lugares del mundo con mayor número de auroras boreales al año), norte de Islandia, Escocia, toda Laponia, tanto la noruega, la sueca como la finlandesa (en Tromso por ejemplo suelen ser muy habituales; también en Saariselka, en Karasjok, en Kiruna…), las islas Svalbard y también en todo el norte de Rusia y Siberia.

Mitos y leyendas sobre las auroras
Las auroras boreales sorprendieron y fascinaron a los primeros navegantes europeos que empezaron a surcar el Ártico allá por el siglo XVI en busca del Paso del Noroeste. No son patrimonio del planeta Tierra. Se producen y con mayor frecuencia aún en otros planetas del sistema solar. Son famosas las de Júpiter y Saturno, que tienen un campo magnético alrededor mucho más intenso que el de la Tierra y por tanto atraen en mayor cantidad ese polvo solar. Ío, la luna de Júpiter, es otro excelente lugar para disfrutar de ellas,  aunque resulta un poco más complicado acceder allí que a Groenlandia.

Un grupo de científicos norteamericanos provocó sin querer la que fue la primera aurora artificial de la historia a 100 kilómetros de altura sobre Alaska cuando probaban un polémico sistema de antenas dedicadas al estudio de la ionosfera, el sistema Haarp.

Durante la Edad Media se las asoció con desastres, guerras y plagas. “Dios está enfadado si la aurora llamea”, dice un viejo cuento escandinavo. Para los vikingos eran mensajes de las doncellas muertas. Los nativos norteamericanos pensaban que se podía conjurar a espíritus y fantasmas silbando a esas misteriosas luces del norte. Eran el reflejo de fuegos enormes que se encendían más al norte, prendidos quizá por un poderoso Dios en su intento por iluminar las partes frías y oscuras del mundo.

Según el folclore danés, una pareja de cisnes voló tan lejos que quedó atrapada en los hielos polares; las bandas de colores de la aurora las provocan sus alas intentado escapar de esa prisión de hielo.

Sobre el cielo de España también se producen, pero la probabilidad es ínfima: una vez cada 10 años en el norte y una cada 100 en el sur. Los ciudadanos de Figueres (Girona) aún recuerdan la que se vio la noche del 6 de abril de 2001.

Si nunca habéis visto una no os perdáis este vídeo que hizo el fotógrafo sueco Göran Strand en marzo de este año, dos días después de que el sol lanzara una gran tormenta de partículas sobre la Tierra.

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