Los
genomas de 48 especies de aves revelan el Big Bang biológico tras la
extinción de los dinosaurios.
La
masa de información solo es comparable a la web de transparencia del
Gobierno, pero cabe esperar que se entienda mejor. Tras cuatro años
de trabajos coordinados, un equipo de 200 científicos de 80
instituciones de 20 países ha secuenciado (leído) los genomas de 48
especies de pájaros, dejando los más íntimos secretos de la
evolución de las aves a la vista de cualquiera que sepa mirarlos.
Los resultados se presentan en 29 artículos técnicos, ocho de ellos
en Science, y esclarecen casi todos los enigmas que rodeaban a las
10.000 especies de descendientes de los dinosaurios del cretácico
que hoy sobrevuelan nuestras cabezas.
¿Cuál
es el ancestro común de los pájaros, los cocodrilos y los
dinosaurios? ¿Es la exuberancia y diversidad de las aves
consecuencia de un interminable periodo de prueba y error ocurrido
antes de que la furia de la Tierra barriera a los grandes reptiles de
su faz? ¿O bien de un Big Bang evolutivo que vino justo a llenar el
vacío dejado por la extinción de aquellas bestias? ¿Qué tiene en
común el aprendizaje vocal de las aves y el de los humanos? Y ya
puestos, ¿por qué las aves perdieron los dientes?
El
Consorcio Filogenómico Aviar está dirigido por Guojie Zhang, del
Banco Genético Nacional de China, Erich Jarvis, de la Universidad de
Duke, y Thomas Gilbert, del Museo de Historia Natural de Dinamarca.
Ha contado con importantes contribuciones del grupo de Toni Gabaldón,
del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona y la
Universidad Pompeu Fabra. La relación completa de los 29 artículos
en Science, Genome Biology, GigaScience y otras revistas científicas
se puede consultar aquí.
Pato,
avestruz, emú, cuervo, ibis, halcón, águila, pájaro carpintero y
así hasta 48 especies de pájaros no han sido elegidas por su
disponibilidad ni por su valor económico –ahí la gallina se lleva
la palma, y ya fue secuenciada en la década pasada—, sino por
representar a todas las grandes ramas evolutivas de las 10.000
especies de aves existentes. Se trata del “mayor estudio genómico
de una sola clase de vertebrados hasta la fecha”, según destaca
Zhang. “Solo con un muestreo de esta escala”, añade Gilbert, “se
puede empezar a explorar la verdadera diversidad genómica de una
clase entera de vertebrados”.
Ha
habido intentos anteriores de esclarecer el árbol evolutivo de las
aves comparando una veintena de genes entre unos linajes y otros,
pero los resultados han sido difíciles de interpretar, o
directamente contradictorios entre sí. “No es que 20 sean pocos
genes”, explica Toni Gabaldón desde Barcelona, “es que los genes
no bastaban para resolver el problema”.
Se
trata del mayor estudio genómico de una sola clase de vertebrados
que se ha realizado hasta la fecha
Un
gen es un segmento de ADN (gattacca…) que contiene la información
para fabricar una proteína (‘codifica’ una proteína, en la
jerga). Y estas “secuencias de código” cuentan una historia
errónea sobre la evolución de las aves. La razón es que
experimentan convergencias extensivas: dos especies muy diferentes
‘descubren’ las mismas secuencias de código cuando tienen
estilos de vida similares. Parecen parientes, cuando solo son vecinos
con necesidades parecidas. “Solo el genoma no codificante nos
aporta el verdadero reloj evolutivo”, concluye Gabaldón.
Con
la lupa genómica de alta resolución, resulta claro ahora que lo que
llamamos “aves acuáticas” no conforman un grupo homogéneo, sino
tres linajes que evolucionaron independientemente: otro caso de
convergencia evolutiva. También se ve ahora que el ancestro común
de aves canoras, loros, carpinteros, búhos, águilas y halcones fue
un superpredador, la clase de bestia que se sitúa en la cima de su
cadena alimentaria, como en las suyas lo son el león, el cocodrilo
del Nilo y el tiburón tigre. El bonito canto de los pájaros es
producto de la “naturaleza roja en diente y garra”, que dijo
Tennyson.
Pato,
avestruz, emú, cuervo, ibis, halcón, águila, pájaro carpintero y
así hasta 48 especies de pájaros han sido elegidas por representar
a todas las grandes ramas evolutivas de las 10.000 especies de aves
existentes
Toda
esta diversificación y la todas las neoaves, que en realidad da
cuenta del 95% de la actual variedad aviar, ha podido ser datada al
tiempo de las secuelas de la extinción que puso fin al cretácico
hace 66 millones de años, y que no solo se llevó por delante a los
dinosaurios –excepto a los dinosaurios aviares y sus descendientes
voladores, que son las aves actuales—, sino también a la mayor
parte de todas las especies animales existentes en la época.
Los
genomas demuestran que la diversificación evolutiva de las aves
ocurrió en un Big Bang biológico no más de 10 millones de años
después de la extinción. Y no durante un largo proceso en pleno
cretácico, como sostenían otras teorías rivales muy recientes.
Por
último: ¿tiene algo en común el aprendizaje vocal de aves y
humanos? Ciertamente sí. Y no porque compartan un origen evolutivo
común, sino porque –una vez más— los dos cerebros han
encontrado soluciones parecidas a problemas similares. Codificar el
mundo como una secuencia de sonidos, procesarlos y producirlos en
imitación al pájaro que tienes enfrente parece ser un problema muy
concreto que solo admite un tipo de solución, al menos en este valle
de lágrimas. Cualquier día veremos cantando a un cocodrilo: pero no
se fíen de lo que diga.
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