Un
antiguo bosque de cipreses en el parque nacional chileno Alerce
Andino está almacenando grandes cantidades de dióxido de carbono.
Pero se trata de una madera muy solicitada, lo que amenaza su
conservación.
Las
selvas tropicales en el sur de Chile no solo almacenan una
excepcional cantidad de dióxido de carbono (CO2). También retienen
los gases de efecto invernadero de manera excepcionalmente larga,
durante varios siglos. Eso es lo que han descubierto recientemente
investigadores de la Universidad Austral de Chile en Valdivia y de la
Universidad de Oxford. Rocío Urrutia-Jalabert y sus colegas han
estudiado el Parque Nacional Alerce Andino, no lejos de Puerto Montt,
un típico bosque en el que domina el ciprés patagónico (Fitzroya
cupressoides). De hasta 50 metros de altura, esta conífera alcanza
un diámetro de tronco de hasta cinco metros y puede llegar a
alcanzar más de 3.600 años de antigüedad. Solo los superan en
longevidad los pinos Bristlecone (Pinus longaeva), que crecen en
zonas montañosas secas de California, Utah y Nevada, en Estados
Unidos. Sin embargo, entre los árboles que forman bosques densos, el
ciprés patagónico tiene el récord de longevidad.
Pero
desde que los inmigrantes de Europa descubrieron lo hermosa y
duradera que era la madera del ciprés patagónico, este árbol llega
en raras ocasiones a viejo. El hecho de que se declarara monumento
natural de Chile en 1976 no ha supuesto una protección muy eficaz.
La explotación de los cipreses ya talados o muertos siguió siendo
legal. Resultaba, por tanto, demasiado tentador responder de manera
activa a una demanda sostenida. La Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza (UICN) colocó el ciprés patagónico,
con razón, en la Lista Roja de Especies Amenazadas.
Un
inmenso almacenamiento
Con
el fin de medir con exactitud el tronco y la copa de los árboles los
científicos, que han publicado su estudio en la revista PLoS One,
utilizan árboles talados ilegalmente. A partir de estos datos se
pudo estimar la biomasa de cipreses vivos. Según sus cálculos, el
bosque examinado contiene hasta 517 toneladas de carbono por hectárea
en forma de madera. Estos bosques de cipreses situados en la
vertiente sur de los Andes de Chile se encuentran por tanto entre los
bosques que contienen las más importantes reservas madereras del
mundo con una igualmente alta capacidad de almacenamiento de dióxido
de carbono.
Entre
los árboles que forman bosques densos, el ciprés patagónico tiene
el récord de longevidad
A
causa de la pobreza del suelo, drenados por alrededor de 6.000
milímetros de lluvia al año, el crecimiento anual de los árboles
es muy limitado, a pesar de la suavidad del clima. La acumulación de
grandes cantidades de madera, por tanto, solamente es posible debido
a la extrema lentitud de su reciclaje. En el bosque de cipreses en
cuestión, la esperanza de vida media de la madera se sitúa entre
539-640 años. Estos cálculos toman en consideración también al
haya y a otros árboles que florecen bajo la sombra del gran ciprés.
Tomando en cuenta únicamente al ciprés, el resultado es un promedio
de vida de casi 1.400 años. Las selvas tropicales donde crecen
principalmente los cipreses de Patagonia se distinguen así por el
hecho de que almacenan una gran cantidad de dióxido de carbono
durante períodos muy largos.
El
balance de carbono de los bosques vírgenes se compensa en el largo
plazo: durante la fotosíntesis los árboles procesan el dióxido de
carbono del aire para producir madera, entre otros elementos. Tarde o
temprano, la madera muerta se degrada por animales y microorganismos
y el CO2 absorbido originalmente es de nuevo liberado. Protegido
durante un largo tiempo de la actividad humana, el ciprés patagónico
crece en laderas inaccesibles de las montañas del sur de los Andes.
Los investigadores dirigidos por Rocío Urrutia-Jalabert, por tanto,
exigen no sólo cambios legales para una mejor protección futura de
los bosques milenarios contra los incendios y la tala ilegal. También
abogan por promover la regeneración de los cipreses en las colinas
costeras, donde los densos bosques han sido quemados durante siglos.
En el amplio valle que se extiende entre las colinas y los Andes,
casi nada queda de las antiguas selvas tropicales. Sin embargo, en
algunos lugares los cipreses podrían volver a crecer gradualmente.
Esta reserva suplementaria de dióxido de carbono serviría así
tanto para proteger la naturaleza y las especies como para luchar
contra el cambio climático.
Este
articulo forma parte de Climate Publishers Network; el original fue
publicado en FAZ
Traducción
de Sara Fernández - VoxEurop/ http://voxeurop.eu/es
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