Los grandes incendios
forestales se producen cuando concurren una serie de circunstancias que
facilitan la propagación del fuego, y que al mismo tiempo dificultan su
extinción"
Me imagino
las duras condiciones que estarán viviendo los compañeros que se dedican a los
trabajos de extinción de incendios estos larguísimos días en Valencia. Es
difícil hacerse a la idea de que una simple imprudencia o una negligencia
puedan convertirse en uno de los peores incendios forestales de las últimas
décadas.
Pero es así:
los grandes incendios forestales se producen cuando concurren una serie de
circunstancias que facilitan la propagación del incendio, y que al mismo tiempo
dificultan su extinción.
En los
incendios de estos días en la Comunidad Valenciana se han dado simultáneamente
lo que denominamos escala del 30: más de 30 grados de temperatura, menos del
30% de humedad, vientos terrales resecos y recalentados de poniente con
velocidad superior a 30 kilómetros por hora y terrenos con más del 30% de
pendiente, a lo que podemos añadir, como factor de riesgo, más de 30 días de
sequía acumulada, agravada por la ola de calor de la pasada semana.
En estas
condiciones el fuego puede avanzar a una velocidad superior a los 10 metros por
minuto, con llamas de una altura de más de 10 metros y capaces de alcanzar los
40 metros en zonas de concentración de biomasa forestal, desprendiendo una
energía de más de dos mil kilocalorías por metro cuadrado que hacen poco
eficaces incluso las descargas de agua de los medios aéreos.
El riesgo
extremo del incendio se agrava con el efecto chimenea —la montaña succiona el
aire caliente y lo hace subir a mayor velocidad, típico de las zonas de montaña
abruptas y de difícil acceso— e incluso del fuego explosivo, causante de la
pérdida de vidas humanas en las tareas de extinción, como ocurrió en 2005 en el
incendio de Guadalajara y más tarde, en 2009, en Horta de San Juan. En estas
condiciones el ataque directo al fuego y la propia extinción se hacen difíciles
y peligrosos, y la seguridad de las personas y sus bienes resulta prioritaria.
Salvo los incendios causados por un
rayo (el 5% de los siniestros), el resto son evitables, los causan las personas
En España,
estas circunstancias se presentan con frecuencia a lo largo de la época
estival, y estamos sufriendo un año de sequía que va a complicar aún más la
situación de riesgo de incendio forestal en lo que queda de campaña. Pensemos,
no obstante, que salvo los incendios causados por un rayo (el 5% de los
siniestros), el resto son evitables, los causan las personas. La negligencia,
los descuidos y la intencionalidad son evitables.
Si la
prevención en el monte es importante, sobre el factor humano lo es aún más, y
crear cultura forestal es imprescindible para el futuro de nuestros bosques.
Necesitamos
aprovechar de forma ordenada la biomasa forestal, reducir el combustible
acumulado en los montes por falta de aprovechamiento, reducir el exceso de
burocracia que ha disuadido al propietario forestal de invertir en ellos e
incentivarle con medidas que le compensen por los servicios y beneficios
ambientales que a todos nos proporcionan.
Lo hemos
dicho muchas veces, el monte no arde solo. Y el monte rentable no arde. El
próximo incendio se puede evitar.
Autor:
Carlos del Álamo Jiménez es decano del Colegio de Ingenieros de Montes
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