La
investigadora francesa Lèa Cabrol, una joven doctora de 29 años que trabaja en
la Universidad Católica de Valparaíso, realiza estos días un trabajo de campo
en el continente más inhóspito del planeta.
Su objetivo
es contribuir a resolver uno de los principales problemas de las grandes urbes,
como es hacer que el agua sucia salga limpia y de paso generar gas metano para
su aprovechamiento industrial.
La Selección
e Identificación de Consorcios Microbianos con Actividad Metanogénica y
Acidogénica a Baja Temperatura para Aplicación a Digestión Anaeróbica
Siprofílica ciertamente suena a una sofisticada investigación.
Pero Lèa lo
explica de manera sencilla y didáctica: "estamos desarrollando el
tratamiento de las aguas residuales con bacterias".
"Es un
proceso muy interesante, el problema es que funciona a 37 grados, mientras que
la temperatura de las aguas residuales en las ciudades europeas o en el sur de
Chile, por ejemplo, es mucho mas baja. El proceso de calentarla supone un costo
enorme".
Acompañada de
su ayudante, el chileno Daniel Valenzuela, Lèa recoge muestras de sedimentos
depositados bajo una fina capa de hielo, en Isla Rey Jorge, donde estos días ha
recalado la 49ª Expedición Antártica Chilena.
"Buscamos
esas bacterias en fuentes naturales, donde la temperatura siempre se mantiene
baja. Este tipo de microorganismos se han encontrado en algunas zonas del Ártico
y en Rusia, pero no en la Antártica", explica.
Sin oxígeno
"La idea
es buscar sedimentos en zonas húmedas con una capa superior de hielo o nieve
que facilite la digestión anaeróbica, porque las bacterias que producen metano
no funcionan en presencia de oxígeno".
Según esta
doctora francesa, que lleva año y medio trabajando en Chile, "descubrir
bacterias de esa naturaleza en un medio como el antártico permitiría tratar las
aguas residuales de zonas frías del mundo, donde la temperatura promedio es de
diez grados".
Pero además,
apunta su ayudante, las bacterias deben metabolizar la materia orgánica de las
aguas negras a gran velocidad, porque los volúmenes de líquido a tratar son muy
grandes y el proceso no puede ralentizarse.
A diferencia
de otros científicos que participan en la Expedición Antártica Chilena, este equipo
de investigación no busca una sola especie de bacterias para aislarla y
cultivarla en el laboratorio.
Comunidad microbiana
"Nosotros
buscamos un consorcio, una comunidad microbiana con cientos de especies
diferentes que trabajan interactuando unas con otras", explica la doctora
Cabrol, quien se muestra optimista sobre los resultados que pueda arrojar el
trabajo de campo.
"Tengo
mucha fe en las muestras que tomamos ayer (en isla Rey Jorge), porque había
mucha materia orgánica de los lobos de mar y eso es una fuente de nutrientes
para las bacterias. Además, en los pozos de agua se veían burbujas, y eso
indica que está saliendo gas de la capa de sedimentos", detalla.
Para una
bacteria de este tipo nutrirse con la materia orgánica que hay en el suelo
antártico o hacerlo con los desechos humanos es exactamente igual, porque
involucra los mismos procesos metabólicos.
En el
proyecto de la doctora Cabrol participan la Universidad Católica de Valparaíso
y la de Concepción en Chile, la Universidad de Lyon (Francia) y la Universidad
Técnica de Dinamarca.
Interés empresarial
Tras ser
sometido a la evaluación de dos comisiones de microbiólogos, en septiembre del
pasado año la investigación fue incorporada al programa del Instituto Antártico
Chileno (INACH), una institución pública que actualmente subvenciona 64
proyectos.
Por el
momento ninguna institución privada financia el estudio de estas
microbacterias, pero algunas empresas, como la española Aguas Andinas, ya han
mostrado su interés en otros proyectos vinculados con esta investigación.
Tras la toma
de muestras en distintas partes del territorio antártico y la realización de
análisis preliminares, a Lèa Cabrol y su equipo de la Universidad Católica de
Valparaíso le aguardan tres años de trabajo en laboratorio antes de saber si
estos grupos microbianos finalmente sirven para el objetivo que buscan.
Y si no es
así, lo seguirán intentando, "porque en la investigación científica es
cuestión de saber cómo hay que enfrentarse a cosas que no siempre resultan, de
aceptar el fracaso y procurar que la próxima vez salgan mejor", confiesa
la doctora Cabrol.
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